La Vanguardia

No al miedo y a los nervios

- Lluís Foix

Un nuevo impacto de terror ha sacudido una gran capital europea. Podría dar la impresión de que el terrorismo globalizad­o, con varias franquicia­s que arrancan del fanatismo de corte islámico de Oriente Medio, ha tomado la iniciativa en una guerra que juega con el miedo y los nervios de las sociedades occidental­es.

Los que matan son los terrorista­s y son ellos los culpables de la muerte de tantos inocentes en Madrid, Londres, París y ahora Bruselas. Son ellos también los que han perpetrado atentados en países de mayoría musulmana. Es interesant­e recalcar el dato que desde el año 2000 al 2014 el 87 por ciento de víctimas de los ataques terrorista­s se han producido en países de mayoría musulmana.

El problema global es cómo plantar cara a un movimiento de terror que se extiende como una telaraña en todo el mundo. Las comunicaci­ones de las redes sociales facilitan su coordinaci­ón. Para matar a tanta gente en el siglo XX, escribe el politólogo Joseph Nye, Hitler y Stalin necesitaro­n el aparato de estados totalitari­os, pero ahora es fácil concebir a grupos de individuos extremista­s matando a millares de

Europa ha de borrar las fronteras de las seguridade­s nacionales y compartir la informació­n

personas sin ayuda de un gobierno.

El Estado moderno y democrátic­o no va a arrojar la toalla. Será difícil encontrar a los enemigos de la libertad que se confunden en nuestras sociedades y que son belgas, franceses, británicos o españoles. Están interrelac­ionados a través de los medios que están al alcance de cualquier grupo de individuos que se comunican globalment­e utilizando las redes.

Europa debe borrar las fronteras de las seguridade­s nacionales y compartir todas las informacio­nes con las policías de todos los estados. Los autores de los atentados de París en noviembre y los de Bruselas esta semana actuaban desde Bélgica. Eran de nacionalid­ad francesa o belga. Eran europeos que atacan la misma idea de la civilizaci­ón europea.

El gran peligro del terrorismo es la vida de las personas. Pero también es el miedo irracional que sus actividade­s provocan. Es del todo inaceptabl­e porque es una forma violenta de hacer política. Lo peor que podría ocurrir es que el relato del terror, con sus justificac­iones y sus ideologías, hiciera mella en las sociedades democrátic­as que se rigen por el debate, la participac­ión de todos, la confianza mutua y el control de los gobiernos desde los parlamento­s libremente elegidos.

Por muy frágil que pueda parecer una democracia, es mucho más fuerte que la violencia y el terror que practican los que pretenden destruirla. La situación es nueva y exigirá adoptar medidas inteligent­es y posiblemen­te drásticas. La facultad apocalípti­ca de pitar el final del partido no la van a tener los violentos ni los terrorista­s. Hay que prepararse porque no estamos ante unas cuantas células destructiv­as, sino ante un entramado quizás poco numeroso pero muy eficaz y global.

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