Los armarios sin sexo
¿Chicos con falda? ¿Con bolso? ¿Con tacones? Se impone la moda agénero
Una cosa es que suceda en los desfiles. Que, en un intento de sorprender, grandes marcas como Hermès, Yves Saint Laurent o JW Anderson para Loewe muestren sobre la pasarela su ropa agénero, o lo que es lo mismo, tan válida para mujeres como para hombres pero siempre un acento más femenino que masculino. O que en su campaña de publicidad más atrevida Nicolas Ghesquière, el director creativo de Louis Vuitton, mostrara para este 2016 a un hombre que viste como quiere. Capaz de maquillarse y de llevar una diadema de flores si le apetece, o una camisa con el cuello anudado con un lazo. También las últimas propuestas de Gucci y Dior transcurren en este sentido. Y el maquillaje, los tacones y los bolsos son perfectamente compatibles con la masculinidad de la nueva era.
Prada, con sus desfiles mixtos, la decidida androgenia de Céline y las más experimentadas provocaciones agénero de los hermanos Dean y Dan Caten que ya llevan años haciendo desfilar a sus modelos masculinos con faldas y zapatos de tacón para Dsquared2 van sumando fortaleza a esta desaparición del binomio hombremujer en el mundo de la moda. Hasta el punto en que ha llegado un momento en que Marc Jacobs ya no puede sorprender a nadie cuando se enfunda en faldas o transparencias.
Pero esa tendencia agénero que significa la máxima exaltación de lo unisex (término que por cierto se acuñó ya en 1960 y que en los setenta acogió a los primeros hombres con melena y a las mujeres con pantalón y peinados pixie), ya no sólo es una provocación en mano de quienes dictan la moda. Es un hecho que ya ha cogido el ritmo de la cotidianidad a pie de calle. Establecimientos como The Kooples y Topshop ya han impuesto esa forma de vestir en muchas ciudades donde ver a hombres con falda, con bolso y con algo de tacón ya no es nada destacable y la cadena Selfridges tiene toda una sección de ropa agender (así es como se conocen las propuestas que pueden ser indistintamente lucidas por hombres o mujeres, ya sean faldas o pantalones, zapatos con o sin ta- cón…) que reúne las firmas que tienen más recorrido en el asunto como Metro, Commes des Garçons, Jeremy Scott, Maharishi o YohjiYamamoto.
La idea del gender style es la de crear ropa que sirva para unos y para otros. Se acabaron los géneros. En una época en que cambiar de sexo parece que también va tomando ritmo (Caitlyn Jenner, primero, y luego las hermanas Wachowski lo han vivido con toda naturalidad), ¿por qué no intercambiarse también la ropa? Hasta Zara propone su pantafalda, que combina ambas prendas para el uso indistinto de hombres y mujeres.
Abanderando a los gender bender (la joven tribu urbana que ha adoptado esta estética y filosofía de vida) está Jaden Smith. El hijo ma- yor de Will Smith no sólo protagonizó la última campaña de Louis Vuitton vestido exclusivamente con prendas femeninas: a sus 17 años presenta constantemente en su cuenta de Instagram su afición por el estilo del todo agender y su condición de icono ambisexual. Eso lo ha convertido en el ídolo de los millennials, la generación de malcriados nacida en la última era próspera reciente, entre 1981 y 1995, que se cuestiona prácticamente todo, pero más la orientación sexual tradicional.
La verdad es que esta nueva transgresión tiene sus antecedentes. En la época barroca, las pelucas, los tacones y las caras empolvadas eran la norma entre los hombres de las clases pudientes: el rey LuisXIV fue el primer hombre que
usó tacones altos para las grandes celebraciones y desde el momento en que se hicieron las versiones para mujeres se convirtieron en un fetiche que algunos creen que ya comienza a remitir (sobre todo desde que Victoria Beckham publicó su intención de renunciar para siempre a los zapatos altos por prescripción médica).
Quien también ha navegado siempre entre dos aguas en cuanto a estilismos se refiere es Antony Hegarty. Ya en 2009 se presentaba a sí mismo como artista plástico con una exposición en Londres, en que sobresalía un autorretrato retocado en que proyectaba sobre sí mismo la imagen de su bisabuela, fallecida de tuberculosis. El resultado, sobrecogedor, ya era entonces la muestra de la identidad transgénero que este músico ha ido explorando con su banda neoyorquina Antony and the Johnsons. Consagrado como figura de culto, sobre todo en Europa el intérprete, pianista y compositor, pasó de ser Antony Hegarty a ser el líder de Antony and the Johnsons y ahora es Anohni, pero nunca ha renunciado a sus capas, sus vestidos hasta los pies y el maquillaje más exagerado. Nacido en Chichester en 1971 publicó recientemente vía Apple Music Drone bomb me, su nuevo single, protagonizado por la top model Naomi Campbell y con Ricardo Tisci –director creativo de Givenchy– como director artístico del vídeo.
El de Anohni es un ejercicio enriquecedor en que moda y música se confabulan para la desaparición de la distinción de sexo en la vida y en los armarios… que en su día ya potenciaron Prince y su apuesta por el glam rock o el fotógrafo Helmut Newton. Y Lenny Kravitz y su vocación de fashionista capaz de vestir lo que sea según la inspiración del momento (hasta botas de caña alta con tacón de cuña) o el grupo Kazaki, formado por musculosos cantantes que en 2011 sorprendieron con su vídeo Love en que combinaban trajes de corte masculino con stilettos con tacón de vértigo. Un exitazo que tuvo su repercusión incluso sobre la pasarela porque fueron los encargados de cerrar (también con calzado femenino) el desfile de Dsquared2 en la semana de la moda de Milán de ese mismo año.
Pero quienes realmente marcaron la primera revolución estilísti- ca en este sentido fueron David Bowie y Mick Jagger. No lo hicieron del todo por su cuenta, su atrevimiento tiene un nombre propio. Se trata de Mr Fish, la marca de los sesenta que impulsó lo que se conoció como la peacock revolution, o la revolución del pavo, en la moda masculina. Situada en Clifford Street, entre Savile Row y Bond Street, la tienda debía al nombre de su primer propietario, Michael Fish. Y ahora, gracias a los guiños que tantas marcas están haciendo al estilo de esta casa pionera que cerró hace más de cuarenta años, se están planteando resucitarla para una línea de moda urbana.
Lo que es seguro es que el de Jagger y Bowie fue un estilo que marcó una época y sigue haciéndolo: Phoebe Philo lo tomó como ejemplo cuando se enfrentó a la delicada tarea de refundar Céline en 2011. La diseñadora basó toda su primera colección femenina en una imagen de David Bowie vestido con un memorable traje color mostaza. Y cuando Hedi Slimane se hizo cargo de Dior Homme resumió su inspiración en la foto que colgó en su estudio: en ella se veía al músico entregando un Grammy a Aretha Franklin y vestido con un traje de solapas anchas, pajarita blanca y fedora negra.
Y ¿ellas? Pues más allá de Andrej Pejic, el popular modelo andrógino que reveló que es un transgénero, hay casos como el de Ruth Bell, que se rapó recientemente el pelo para potenciar la imagen andrógina que tanto se lleva. Está viviendo el mejor momento de su carrera.
En los sesenta David Bowie y Mick Jagger ya vestían prendas de mujer: fue la ‘peacock revolution’