La parra era del jardín de esta casa
Esta calle, Pont de la Parra, angosta, breve y húmeda, unía la Riera de Sant Joan y Mercaders; eran dos vías importantes en aquel corazón de la Ciutat Vella, pero fueron reventadas para abrir el enorme boquete para la Via Laietana.
Esta calle fue bautizada con el nombre de Pomar, a buen seguro un apellido de la época medieval. No debió de ser relevante, pues el paso del tiempo barrió las huellas de su rastro. Y acabó por ganar terreno una realidad que desplazó la influencia anterior e inspiró un cambio de nombre.
Era una denominación simpática, sugestiva, fruto de la observación de una realidad que se había introducido con fuerza en el paisaje; y puesto que el paisaje arquitectónico era en su mayoría decepcionante, se impuso el topónimo fruto de la observación visual inevitable y de la voz popular. Así fue como cobró fuerza el nombre Pont de la Parra.
No hay la menor discrepancia entre quienes han abordado este origen. Y comentan que se debió a la crecida espectacular que cobró la enramada de una vid que se reveló muy trepadora; tanto que salió al exterior, al espacio público, atravesó terrados de las casas de uno y otro costado y acabó por cruzar la calle; lo hizo con tanta exuberancia que formó un verdadero puente que, por ser vegetal, gustó tanto. No fue de extrañar que semejante contraste en una calle tan inhóspita fuera admirado como una pincelada de color que la humanizaba.
Pues bien, el origen estaba en la vid que había echado buenas raíces en el jardín de la casa del marqués de Sentmenat. Ocupaba un buen espacio en aquel caserón que marcaba la esquina de Pont de la Parra con Riera de Sant Joan. Entre aquel jardín y la casa Sagarra sólo mediaba una simple tapia; de ahí que su presencia, sobre todo a causa del piar enfebrecido de una bandada de pájaros, no pasara inadvertida por un vecino sensible y curioso, el último vástago que ya se reconocía impresionado ante ciertas emociones. De ahí que el poeta Sagarra lo evocara con delicadeza en sus memorias: “Aquell jardí fou en el albor de la meva vida una font inesgotable de sensacions i delícies. Tant pels ocells, com pels arbres, i els fruits, que venien a parar al terrat de casa, com pels insectes i especialmente per unes erugues peludes, d’un color ataronjat, que del jardí passaven al nostre domicili”.
Al ser derribado en 1886 el convento de los caballeros de Sant Joan de Jerusalem y ser levantadas unas casas, se formó un pasaje interior que conducía a la calle Sant Pere Més Baix; fue cerrado por una cancela de hierro fundido, pero en 1912 tuvo que ser suprimida para facilitar la comunicación con la Via Laietana. Bajo aquel pasaje permanecieron más ocultados que sepultos los restos de Pau Claris.
La casa del marqués marcaba la esquina del Pont de la Parra con la Riera de Sant Joan