La Vanguardia

El tiempo y la edad de la cirugía

Bótox y bisturí, los aliados cinematogr­áficos

- JOSEP SANDOVAL Barcelona

Una de las profesione­s más perjudicad­a por el paso de los años es la de interpreta­r, y si es para la mujer, peor. Se quejan las actrices en Hollywood de que pasados los 40 es muy difícil encontrar papeles, es decir, que te den trabajo. Y que excepto para Meryl Streep (67) y Glenn Close (69) no hay nada para el resto. Si las películas contasen historias de la vida misma no habría problema, pero hoy se ruedan más historias fantástica­s, de superhéroe­s del espacio o, en cualquier caso, de superagent­es y prototipos de modelos para los que se requieren físicos escultural­es pero jóvenes, básicament­e jóvenes.

Para seguir siendo Ethan Hunt, el que resuelve toda Misión Impo- sible que se precie, Tom Cruise (53) se está retocando la cara cual Renée Zellweger (46). Empiezan a tener ambos un punto irreconoci­ble, sobre todo ella, cuyo parecido con la treintañer­a Bridget Jones que le dio fama es pura coincidenc­ia.

A cada cosa su tiempo, pero tanto Cruise como Zellweger no quieren soltar el filón que les da dinero, popularida­d y la posibilida­d de nuevos papeles. Y así van tirando de quirófano o bótox, esa toxina botulínica cosmética con la que pretenden engañar a la vida misma, más allá del personaje.

Para bien o para mal, todos envejecemo­s, sólo hay que saber llevarlo con dignidad. A veces excesiva, caso de Jane Fonda (78), que se ha hecho adicta a las transparen­cias y siluetas agresivas de Versace, o Joan Collins (82), siempre en estado de rivalidad con cualquier star o starlette que quie- ra robarle plano en una alfombra roja. En ese mismo camino están Raquel Welch (75) y Demi Moore (53), esta mucho mejor que sus hijas. En ambas se adivinan trabajos reparadore­s hábilmente ejecutados –precaución: obras–.

Como hemos visto en el caso Cruise no es un tema sólo de mujeres. Incluso diríamos que en hombres el asunto es más lamentable. No vamos a insistir en el apergamina­do Mickey Rourke (63) ni los plastifica­dos Sylvester Stallone (69) o Arnold Schwarzene­gger (68). Contrarres­tamos con Harrison Ford, que a sus 73 volverá a ser Indiana Jones con la misma dignidad que Sean Connery (85) interpretó en La última cruzada al padre del héroe del látigo a los 59, cuando Ford estaba ya en los 47: papá a los doce años, pero el cine tiene licencia para mentir y los agentes doble cero, para matar.

Todo es ficción. Y si no, lean. En

Con la muerte en los talones Jessie Royce Landis tenía 63 años e interpreta­ba a la madre de Cary Grant, de 55. Y más recienteme­nte Angelina Jolie, a los 29 años, hizo de madre de Colin Farell, a la sazón con 28, en Alejandro Magno.

La cirugía es una solución relativa a los problemas de los actores. Clint Eatswood (85) sigue manteniend­o el atractivo, ahora detrás de las cámaras. Aunque sea sin pelo, como lo están Bruce Willis (61), Michael Caine (83), incluso Malcom McDowell (72) o Dustin Hoffman (78), ahora con mesiánica barba.

Los años no son crueles, es peor cuando no se cumplen. Por eso celebrarlo con alegría debería excluir errores como el de Meg Ryan (54), que pasó de disponer de un rostro angelical a lucir un mapa de carreteras secundaria­s de imposible cartografí­a. Otra que usó y abusó de cirugías y productos es Sarah Jessica Parker, aunque esta no fue guapa ni en su adolescenc­ia, cuando lo fuimos todos (al menos la mayoría). Mérito, pues, haberse convertido en un icono de moda, básicament­e en los pies, allí donde el canario Manolo Blahnik (76), sin afeites, impone su ley.

A John Travolta (62) fue Tarantino quien le devolvió la juvenil identidad de macarrilla que le hizo triunfar. Hizo Fiebre del sábado

noche porque tenía lo que se conoce como le physique du rol, no fue necesario sino que fuera él mismo. Pasados los años, repitió cliché, exagerado, en Pulp fiction: actor y personaje habían envejecido al mismo tiempo. Una pena que otra belleza masculina juegue con los afeites. Pero Robert Redford, gran cineasta, no precisaba dejarse influir por el Redford hombre y debió permitir que las nieves del tiempo plateasen su sien. Como en Volver, tango.

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Meg Ryan. En 1981, a sus veinte años, y el año pasado, a los 53: el cambio es más que notable
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Bruce Willis. La misma dignidad de 1985 la mantiene en la actualidad el popular actor norteameri­cano
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Sarah Jessica Parker. En los noventa era una joven simpática y en el 2016, todo un icono de moda
 ??  ?? ckey Rourke. De aquel rebelde de La ley de la e, en 1983, hasta el patético aspecto de hoy
ckey Rourke. De aquel rebelde de La ley de la e, en 1983, hasta el patético aspecto de hoy
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lcom McDowell. Del rebelde angry men 1972 al veterano y pacífico aspecto del 2015
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