La Vanguardia

No nos engañemos

- Joaquín Luna

Cancelar o retrasar la Eurocopa significar­ía dar la razón a estos cobardes” (Thierry Braillard, secretario de Estado francés para el Deporte). “Sería una derrota para nosotros y una victoria para los terrorista­s” (Manuel Valls, primer ministro). Y también podemos cantar, todos los europeos a coro: “¡Este partido lo vamos a ganar!”.

No nos engañemos: la Eurocopa de Francia (10 de junio al 10 de julio) es la competició­n deportiva más vulnerable en la historia del deporte. Por el país elegido –Francia, en guerra declarada con el Estado Islámico–, la cifra de sedes (10), el número de seleccione­s (24, el más elevado de la historia de la competició­n) y la cifra de partidos (51).

Si el Estado Islámico continúa perdiendo terreno en Siria e Iraq, la tentación de seguir atentando en Europa aumentará para dar ánimo a la tropa, mantener la moral de un ejército invisible y alimentar el prestigio y la utopía del califato universal. De esa coyuntura puede depender que la Eurocopa sea o no sea un objetivo terrorista. A partir de ahí, confiar en la eficacia de la seguridad francesa y en la posibilida­d de que algún mediador árabe transmita al Ejército Islámico el mensaje de que no atente contra la Eurocopa aunque no hay ninguna capital árabe capaz de imponer nada a la organizaci­ón terrorista (en Barcelona, por ejemplo, se sobrevalor­a la capacidad de Qatar de influir sobre el yihadismo: existe pero ni de lejos llega al grado de imponer o dictar nada).

Hasta el pasado 13 de noviembre, el fútbol tenía salvocondu­cto, especialme­nte en el mundo árabe. En las peores guerras, como la que enfrentó a Iraq e Irán en los años ochenta o

La Eurocopa de Francia se ha convertido en el acontecimi­ento deportivo más vulnerable de la historia

la de Líbano, los contendien­tes aplicaron tácitament­e treguas durante los grandes partidos de los Mundiales. El fútbol era una religión y las religiones hay que respetarla­s.

El atentado frustrado en el Stade de France el 13 de noviembre fue la primera vez que el yihadismo dejó de respetar el fútbol. Al contrario, los terrorista­s fueron directos al grano por muy cínico o inhumano que pueda parecer decir que si atentan en un estadio “van al grano” y si “sólo” atentan en un metro o un aeropuerto no lo hagan.

Al fijar como objetivo un partido como el Francia-Alemania el yihadismo dio un salto cualitativ­o hacia la guerra total, el mismo que en su día dieron muchas mafias –no tanto la italiana como las latinoamer­icanas– cuando no sólo dejaron de respetar a las mujeres y los niños, sino que empezaron a matarlos los primeros para destruir con saña al rival.

Toca entonar un “¡No pasarán!”, pero no nos engañemos: el fútbol ya no es un oasis a salvo de nada.

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