La Vanguardia

Los actores y su continua lucha contra el paso del tiempo

Bruselas es el último de una larga lista de atentados en que las células terrorista­s estaban compuestas por hermanos

- GEMMA SAURA Barcelona

No es una decisión fácil para un padre echar a dos hijos de casa pero Roger Cimpaka-Kapeta lo razona como un cirujano que amputa para detener la gangrena. “No tuve más remedio. Tengo otros dos hijos y debía protegerlo­s. No podía perderlos también a ellos”, explicaba hace unos meses a este diario.

Cimpaka-Kapeta llegó a Bélgica en 1993, obtuvo un título universita­rio y luego un empleo como ingeniero informátic­o, y se trajo a sus dos hijos del Congo. Hasta que el primogénit­o, Joris, se convirtió al islam en el 2010. Al principio, si bien la familia –cristiana– desconfiab­a de los nuevos amigos barbudos, no pareció una mala noticia: “Siempre fue un chico conflictiv­o, mal estudiante, enfadado con el mundo. Y de repente estaba tranquilo, dejó de fumar y hacer el maleante. Sólo le puse una condición: que no les comiera la cabeza a sus hermanos. Me lo prometió”.

No cumplió su palabra. A los seis meses descubrier­on que había “arrastrado” a Harris, el segundo hijo, un chico aplicado que al acabar la secundaria había entrado en el ejército con el sueño de defender a Bélgica. Roger decidió echar a los mayores de casa para separarlos de los dos pequeños, aún adolescent­es, hijos de su matrimonio con una belga. No se arrepiente: “Si no lo hubiera hecho, quizá hoy estarían muertos”.

Cinco años más tarde, Harris está en la cárcel mientras es juzgado por pertenenci­a a un grupo terro- rista. Se fue a luchar con el Estado Islámico en Siria y perdió las dos piernas en un bombardeo. Roger fue a buscarle malherido a Turquía y pidió a Bélgica que lo repatriara. “Yo he fracasado como padre pero él ha mandado su vida al traste”, dice el padre, que culpa al primogénit­o. “Harris escuchaba a su hermano mayor, fue manipulado. Esta gente sabe muy bien a quién bus- ca... y un militar era perfecto. Hoy Harris está sin piernas mientras Joris nunca ha pisado Siria y lee el Corán tan tranquilo en su piso”.

La historia de los CimpakaKam­peta se inscribe en un patrón: las vínculos de sangre mueven las redes yihadistas. Un tercio de los occidental­es que han ido a Siria o Iraq lo han hecho en familia, la mayoría acompañado­s de uno o más hermanos, según un estudio del think tank New America, basado en 500 casos.

Los atentados de Bruselas fueron perpetrado­s por dos hermanos (Khalid e Ibrahim el Bakraoui), como los de noviembre en París (Salah y Brahim Abdeslam) o el de Charlie Hebdo (Chérif y Saïd Kouachi). Y no es un fenómeno nuevo, porque seis de los 19 terrorista­s del 11-S eran hermanos, al igual que dos suicidas de Leganés o los jóvenes chechenos que provocaron un baño de sangre en la maratón de Boston.

La historia se repite: un hermano seducido por la ideología radical que arrastra al otro. Antropólog­os, psicólogos e incluso psiquiatra­s intentan explicar el fenómeno. No siempre es el mayor el primero en dar el vuelco, señalan. Muchas veces es al revés, como en el caso de los Kouachi o los Abdeslam: Chérif y Salah, los menores de ambos dúos, fueron los primeros en radicaliza­rse. “A menudo, el mayor intenta estudiar, avanzar en la vida. Pero choca con el paro, la discrimina­ción. El pequeño observa la frustració­n del mayor y empieza a hacerse preguntas. ¿Por qué su hermano que intenta progresar no lo consigue? ¿Por qué la sociedad lo rechaza?”, reflexiona la experta en prevención antiterror­ista Sonia Imloul en una entre- vista en el semanario francés L’Obs.

El antropólog­o Malek Chebel ve el fracaso de la familia tradiciona­l magrebí, “que tiene la vocación, al contrario, de integrar, dar calor humano y sentido para que los hijos no caigan en el integrismo”. En entornos donde se mezcla la marginació­n social y económica, con padres ausentes, los hermanos se encierran en sí mismos, sin que su entorno pueda detener la espiral de radicaliza­ción. Es la historia de los Kouachi, que tuvieron una infancia dura en un hogar de acogida.

Los analistas creen asimismo que los hermanos son un perfil buscado por las redes terrorista­s, pues los vínculos de sangre se consideran una garantía de confianza. Sobre todo en el momento de pasar a la acción: es más difícil que un hermano se eche atrás y te deje en la estacada, o que te traicione entregándo­te a la policía.

“Debía proteger a los pequeños”, dice un padre que echó de casa a sus hijos mayores cuando se radicaliza­ron Un tercio de los yihadistas occidental­es que han ido a Siria o a Iraq lo han hecho en familia

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 ?? MARTIN MEISSNER / AP ?? Dolor. Una mujer con dos niños llora por las víctimas de los atentados en un memorial en la Place de la Bourse, en el centro de Bruselas
MARTIN MEISSNER / AP Dolor. Una mujer con dos niños llora por las víctimas de los atentados en un memorial en la Place de la Bourse, en el centro de Bruselas
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