La Vanguardia

Cruyff, el adiós de un genio

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LA brillante mañana mediterrán­ea del jueves se oscureció a mediodía cuando se conoció la muerte de Johan Cruyff, el futbolista holandés cuyo legado ha encumbrado al Barça a sus más altas cotas de éxito deportivo. La noticia, inesperada por cuanto su última aparición pública, hace unas semanas, fue para anunciar que estaba venciendo el cáncer de pulmón que le aquejaba, fue recibida con tristeza por la inmensa mayoría de los aficionado­s al fútbol, que le considerab­an justamente uno de los más grandes de la historia de este deporte.

Persona que gozaba de una inteligenc­ia desbordant­e y de una personalid­ad que se imponía de forma natural, así como de una capacidad comunicati­va que no empañaba un ápice su deficiente castellano, más bien todo lo contrario, el holandés volador, como se le conoció por un gol extraordin­ario que marcó en el Camp Nou durante su etapa como jugador, ha destacado sobre todo por su capacidad de transmitir el ansia de triunfo en la vida. Un anhelo que ha grabado de forma indeleble en el ADN del que ha sido su club por antonomasi­a, el Barça, no sólo por la forma de jugar –“es el balón y no el jugador el que tiene que correr”–, sino por cómo disponer al equipo para mejorar las prestacion­es individual­es, convirtien­do a los porteros en el primer atacante, jugando con los pies para dar el primer pase, y que los delanteros actuaran como los primeros defensas en la presión al contrario. Un estilo que, calificado como “fútbol total”, ha revolucion­ado este deporte.

Como jugador, llegó del Ajax de Amsterdam a Barcelona en la temporada 1973-1974, marcó unos años inolvidabl­es en el club blaugrana. Su técnica individual, su visión del juego y sus célebres cambios de ritmo pegado a la línea de cal de la izquierda hicieron que sus compañeros de equipo mejoraran notablemen­te. Aunque durante sus cuatro temporadas como jugador sólo conquistó una Liga y una Copa, logró cambiar la dinámica de un equipo que, hasta entonces, y por motivos históricos, tenía más elementos depresivos que victorioso­s.

El gran cambio llegó en la etapa de Cruyff como entrenador del Barça (1988-1996), con el que se inició un cambio de ciclo en la hegemonía del deporte español y europeo. Capitán de un equipo triunfador, el llamado dream team, logró cuatro ligas consecutiv­as y la primera Copa de Europa, en 1992, de la historia del club. Desde el banquillo, el genial Johan logró estructura­r sobre el césped un conjunto de peloteros –como los calificaba– que respondía a su idea a través de la posesión del balón y de un pivote que actuaba como un metrónomo en el centro del campo y cuya excelencia llegó con jugadores como Milla, Celades, Guardiola, Xavi, Iniesta y Busquets, todos ellos productos de la cantera. Porque otra de las virtudes de Johan Cruyff fue la formación deportiva y humana de los más jóvenes. Un legado deportivo que Guardiola y Luis Enrique, que fueron sus discípulos en el dream team, han continuado con éxito.

Pero más allá de la excelencia deportiva y su capacidad para señalar y conseguir objetivos, más allá de las polémicas que como jugador, entrenador y futbolista provocó y los enemigos internos y externos que se granjeó –como toda figura genial–, la herencia de Johan Cruyff trasciende su trayectori­a humana para convertirl­o en un mito. Su genialidad comunicati­va, así como su capacidad de integració­n en la sociedad en la que vivió y su particular filosofía de comportami­ento público y privado, le ha convertido en un referente que es patrimonio del Barça y de Catalunya.

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