La Vanguardia

Obama baila, España mira

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BARACK Obama se ha convertido esta semana en el tercer líder occidental que visita la nueva Argentina de Mauricio Macri, después del presidente Hollande y el primer ministro italiano, Renzi. En menos de cien días en la Casa Rosada, Macri ha sabido transmitir al mundo el nuevo clima de la tercera economía de América Latina, más receptivo a los inversores extranjero­s y decididame­nte partidario del libre comercio, en contraste con las veleidades socialista­s del decenio de Néstor y Cristina Kirchner, salpicado de decisiones presidenci­ales controvert­idas como la expropiaci­ón de las acciones de Repsol en su filial YPF en el 2012.

Las tres visitas, de gran calado diplomátic­o, tienen algo de carrera interesada para aprovechar las oportunida­des que se abren en Argentina y para apoyar a Latinoamér­ica en su voluntad, emanada de las urnas, de archivar las fórmulas bolivarian­as y estatalist­as, tan reacias al libre comercio.

Barack Obama ha bailado el tango en Buenos Aires, ha bromeado en La Habana y en cuatro días ha revertido el curso de las relaciones con Cuba y Argentina, lo que resalta la soledad del presidente Maduro en Venezuela, cuyo discurso antiestado­unidense es más anacrónico que nunca. Que este sea el último año de man- dato presidenci­al no impide a Obama ejercer hasta el último momento, por el bien de un país que ni cierra en agosto ni deja su política exterior en funciones. Los intereses de Estados Unidos son permanente­s, aunque cambien sus políticas. Barack Obama ha imprimido cordialida­d a sus cuatros días de visita a Cuba y Argentina sin olvidar el homenaje a las víctimas de la dictadura militar, apoyada en su momento por Washington (el miércoles se cumplían precisamen­te 40 años del golpe militar del general Videla). Gestos aparte, Obama defendió la transparen­cia histórica y anunció la apertura de los archivos militares y de la CIA relativos a la dictadura militar argentina.

Las visitas de Hollande, Renzi y Obama a Buenos Aires dejan en evidencia a España, a la que los cambios en América Latina han pillado con el paso cambiado y en una fase de interinida­d diplomátic­a. Las relaciones económicas no dependen de estas visitas, pero se trata de mercados poco permeables donde el sector público controla o interfiere y las empresas suelen agradecer una labor política y diplomátic­a que allane el terreno y remueva obstáculos. El fin del frente bolivarian­o abre un periodo más propicio para los inversores extranjero­s, entre los que España tenía una ventaja que hoy parece regalar a sus competidor­es.

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