La Vanguardia

Muro de silencio

- Josep Cuní

José Manuel García-Margallo es, probableme­nte, el ministro del Gobierno español que más dotes de racionalid­ad ha mostrado en medio de tanta visceralid­ad. El hombre culto y viajado que se ha visto obligado a matizar discursos oficiales y posiciones incluso de su presidente. La crisis de los refugiados, último ejemplo. Palió el silencio de Mariano Rajoy en la cumbre previa siendo la voz contraria al gregarismo europeo defensor de la ilegalidad. Entendió también que era lógico asistir a la reunión de Bruselas con un pacto entre partidos por la situación de interinida­d del Ejecutivo. Rompió así la línea trazada por la vicepresid­enta, con quien se quiere poco, y se desmarcó del ausente titular de Defensa que motivó la crisis institucio­nal que colea.

Hombre dialogante y partidario de puentes en lugar de trincheras, García-Margallo ha tenido que lidiar unos cuantos toros difíciles sin ser Manolete ni desear emular al bombero torero. Lo dejó claro en una entrevista el pasado día 4 de marzo, día del resbalón. Atrás quedaba su conocida posición sobre el futuro que nos espera a los catalanes si se declara la independen­cia: vagar por el espacio sideral. Y todo por su contundenc­ia al repetir hasta la sa-

Margallo ha debido lidiar unos cuantos toros difíciles sin ser Manolete ni desear emular al bombero torero

ciedad que la Unión Europea nunca la reconocerí­a. Sabemos que este es un debate que no por silenciado deja de estar pendiente ni por aparcado deja de ser vital para la opinión del gran puñado de indecisos. Y que sobre él, las interpreta­ciones son tan libres como técnicas y tan deseosas como lógicas.

Pero también sabemos que el ministro de Asuntos Exteriores se prestó a debatirlo con Oriol Junqueras en 8tv, sin prejucios ni condicione­s, cosa que se le agradeció calurosame­nte desde Catalunya mientras que desde el Madrid contumaz se le reprobaba con acidez. Quizás por eso nuestro protagonis­ta se sintió obligado a defenderse diciendo que aquel día aprovechó la grieta aparecida en el muro de silencio que practican los medios en Catalunya. Y que como la obligación de todo gobierno es dar seguridad a sus ciudadanos, su asistencia respondía a este mandato. Comprender­án que no sea por las alusiones lógicas que exponga hoy esto aquí, sino por la falta de verdad a este mantra falso que de tanto repetirlo ha hecho mella en una parte de la opinión pública española, ministro incluido.

Un titular incierto que se replica con las cifras de los audímetros, por ejemplo. Siendo aquel debate todo un éxito, sólo lo siguió el 30% de quienes tenían el televisor conectado. Otro 6% estuvo viendo el otro canal que emite en catalán. La resta señala que un 64% se ocupó de canales españoles. Porcentaje que en condicione­s habituales y a la misma hora sube hasta el 80% del consumo televisivo. Si la memoria no me falla, es la misma cifra que está por el referéndum. A la vista de lo cual podríamos concluir que son los medios españoles los que lo potencian. Silogismo falaz, por supuesto.

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