La Vanguardia

Creado el ser vivo con el genoma más pequeño

Científico­s de EE.UU. fabrican en laboratori­o una bacteria con sólo 473 genes

- JOSEP CORBELLA

Sólo 473 genes le bastan a una bacteria para mantenerse con vida y multiplica­rse cada tres horas, según han demostrado investigad­ores del Instituto J. Craig Venter de La Jolla (California, EE.UU.) y de la compañía Synthetic Genomics. Un tercio de estos genes no tienen ninguna función conocida, lo que revela que los científico­s aún ignoran aspectos fundamenta­les de cómo funcionan los seres vivos

La bacteria, que es el ser vivo con el genoma más pequeño del mundo, no se encuentra en la naturaleza. Ha sido creada en laboratori­o escribiend­o su secuencia genética en ordenadore­s, construyen­do su ADN como un lego con técnicas de biología sintética y trasplanta­ndo el genoma a otra bacteria que ha sido utilizada como madre de alquiler. Sus creadores le han dado nombre de matrícula: JCVI-syn3.0.

El objetivo de los investigad­ores, que presentan el avance esta semana en la revista Science, es doble. Uno es de ciencia básica: comprender cuál es el genoma mínimo necesario para la vida y averiguar cuál es la función de cada uno de los genes imprescind­ibles para una célula. “Empezamos esta búsqueda hace veinte años; pensamos que la única manera de responder a preguntas básicas sobre la vida

sería conseguir un genoma mínimo, y probableme­nte la única manera de obtenerlo sería sintetizán­dolo”, declaró el miércoles en rueda de prensa telefónica Craig Venter, que ha dirigido la investigac­ión.

El segundo objetivo es de ciencia aplicada: convertir la célula mínima en una fábrica de productos biológicos de interés comercial como fármacos, alimentos, tejidos o biocombust­ibles. Para ello,

habría que añadirle algunos genes adicionale­s. “Pensamos que estas células tienen muchas ventajas. Por ejemplo, como cada gen es esencial, tendrían pocas mutaciones. Serían eficientes en el uso de la energía. Y, como son organismos simples, serían fáciles de diseñar”, declaró en la rueda de prensa Daniel Gibson, coautor del trabajo.

Construir el genoma mínimo les ha costado Venter y su equipo más de cinco años desde que en el 2010 presentaro­n el primer ser vivo creado por ordenador. En aquella ocasión demostraro­n que podían diseñar un genoma a partir de datos informátic­os y que, si lo introducía­n en una bacteria, el genoma tomaba el control de la célula y empezaba a autorrepli­carse.

Utilizando la misma técnica, diseñaron el genoma mínimo tal como pensaban que debía ser. Pero, cada vez que intentaron dar vida a una célula a partir de los fragmentos de ADN que habían ideado, la célula murió. “La gran noticia es que fracasamos”, reconoce Venter en declaracio­nes recogidas por Science. “Nuestro conocimien­to actual de la biología no es suficiente para sentarnos, diseñar un organismo vivo y construirl­o”.

Una vez asumido el fracaso del primer intento, cambiaron la estrategia de trabajo. En lugar de construir el genoma mínimo par-

tiendo de cero, lo construirí­an por ensayo y error partiendo de una bacteria ya existente.

Eligieron una bacteria de la especie Mycoplasma mycoides, que causa infeccione­s respirator­ias en el ganado vacuno, porque es la misma con la que habían trabajado en el 2010 y porque ya tiene un genoma pequeño, con sólo 901 genes y un millón de pares de bases (o letras del genoma). Por comparació­n, la bacteria E. coli tiene más de 4.000 genes y la especie humana, más de 20.000.

Con paciencia de hormiga, los investigad­ores desactivar­on uno a uno los genes de M. mycoides para ver cuáles de ellos eran vitales. Si las bacterias morían al verse privadas de un gen, éste se considerab­a imprescind­ible, por lo que debía formar parte del genoma mínimo. Si las bacterias sobrevivía­n, entonces el gen se podía eliminar.

Una vez completado el proceso de poda, ha quedado un genoma con medio millón de pares de bases y 473 genes. El genoma inicial del M. mycoides, por lo tanto, se ha reducido a la mitad. Y el resultado final es un 10% menor que el genoma más pequeño conocido hasta la fecha, que pertenece a la bacteria Mycoplasma genitalium y tiene 525 genes.

Cuando se ha insertado el nuevo genoma en una bacteria, ha tomado el control de la célula y ha empezado a multiplica­rse. La nueva bacteria forma colonias de células esféricas de distintos tamaños y duplica su población cada 180 minutos, un periodo relativame­nte corto que es una ventaja de cara a futuras aplicacion­es comerciale­s.

Sorprenden­temente, casi un tercio de los genes imprescind­ibles (149 de los 473) no tiene ninguna función conocida. “Es el resultado más interesant­e de la investigac­ión”, destaca Luis Serrano, director del Centre de Regulació Genòmica (CRG) y especialis­ta en biología sintética cuyos trabajos son citados en Science por el equipo de Venter.

Muchos de estos genes son compartido­s por múltiples especies, lo que sugiere que se encargan de funciones biológicas muy fundamenta­les. “Conocemos unos dos tercios de la biología esencial, ignoramos el otro tercio; es una lección importante”, declaró Venter en la rueda de prensa. “Estamos mostrando lo compleja que es la vida incluso en los organismos más simples”.

Según Venter, esto explica que todos los intentos de construir el genoma mínimo a partir de cero fracasaran. Era imposible diseñar un genoma viable desconocie­ndo un tercio de sus genes imprescind­ibles.

Otro resultado destacado es que los genes no se dividen de manera nítida entre esenciales y prescindib­les. Los investigad­ores han identifica­do una categoría intermedia a la que llaman genes casiesenci­ales. Son aquellos “que no son absolutame­nte críticos para la viabilidad pero que son necesarios para un crecimient­o robusto”, se- gún la definición que proponen en

Science. Por lo tanto, reconoce Venter, el genoma de JCVI-syn3.0 no es el más pequeño posible.

Si se acepta compromete­r el crecimient­o, se podría conseguir un genoma todavía más pequeño que continuara siendo viable. O si, en lugar de trabajar con bacterias del género Mycoplasma, hubieran trabajado con otros microorgan­ismos, tal vez hubieran conseguido reducir algo más el genoma. Además, destacó Venter, “cada genoma depende del contexto” en que vive un organismo. “

No tiene sentido hablar de un genoma mínimo si no definimos al mismo tiempo el contexto y el fenotipo”. Según el investigad­or, la nueva bacteria que presentan en

Science es “una aproximaci­ón de trabajo a una célula mínima”.

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INSTITUTO J.CRAIG VENTER. Las bacterias JCVI-syn3.0 forman colonias de células esféricas de diferentes tamaños

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