El hombre que lo cambió todo
La llegada de Cruyff al Barça en el mes de agosto de 1973 sirvió para variar el rumbo de la historia del club catalán
Después de un verano de negociaciones que tan pronto parecían rotas como se reabrían gracias a la complicidad del futbolista y la tenacidad del gerente azulgrana Armand Carabén, Johan Cruyff y su esposa Danny aterrizaron en El Prat el jueves 23 de agosto de 1973. Su fotografía en el aeropuerto con la inscripción “Barcelona” de fondo fue portada en toda la prensa. Nadie lo sabía entonces, pero la historia del Barcelona estaba a punto de cambiar. Para siempre quedará un antes y un después de Cruyff, en el Barça.
La directiva barcelonista, con Agustí Montal Costa a la cabeza, organizó una serie de amistosos para recaudar fondos que contribuyeran a reducir el desembolso económico, a la espera de que se solucionaran los últimos escollos burocráticos y el futbolista holandés pudiera por fin debutar en competición oficial. La Liga dio comienzo el 2 de septiembre, pero Cruyff no pudo intervenir hasta la octava jornada, el 28 de octubre. Mientras, el Barça caía eliminado en Europa y deambulaba por la zona bajísima de la clasificación. En la Copa del Generalísimo tenía prohibido alinearse, por ser extranjero. Cruyff, que jugaba con el 14 en el Ajax (y ya había conquistado el corazón barcelonista al eliminar al Madrid de la Copa de Europa en el mes de abril anterior, con Johan aguantando las tarascadas de Benito), adoptó el 9 en el Barça, ante la obligatoriedad de usar dorsales del 1 al 11. Y todo cambió. Él era el crack que soñaba el barcelonismo y sus compañeros de repente parecían otros.
Durante algo más de cinco meses, hasta la primera semana de abril, el Barcelona fue un equipo imbatible, literalmente invencible. Nadie le ganó un partido hasta que se proclamó campeón, sin necesidad de insistir en las últimas cinco jornadas. Todo un récord
nunca igualado por el Barça. Desde la exhibición de su debut ante el Granada, el mismo día que un centenar largo de miembros de la Assemblea de Catalunya se reunían de forma clandestina en la iglesia de Santa Maria Mitjancera y con la policía que les retenía comentaban las incidencias del partido. Cómo olvidar esa delicatessen técnica del cuarto gol al rival granadino: un primer trallazo con la derecha que rebota en un jugador, el balón regresa a Cruyff y entonces empalma otro remate imponente, de volea y ahora con la izquierda, para incrustar el balón en las mallas. ¡Dios, qué clase! Y ese vuelo de plasticidad incomparable del gol a Reina en el Camp Nou, en un clima de tensión política, dos días después del atentado que acabó con la vida de Carrero Blanco. O su dirección de juego en el 0-5 al Madrid en el Bernabeu, mientras Montal miraba de mantener la calma en el palco. Y la tensión previa al debut en Sarrià, con el barcelonismo en vilo por el posible marcaje del exmadridista De Felipe… Y el puñetazo de impotencia que le clavó Ángel Villar en San Mamés, pasajes de una Liga distinta a todas que culminó con el éxtasis del 2-4 en El Molinón, penalti en contra incluido, antes de remontar el 2-1 en los últimos quince minutos para que Sotil lanzara su recordado “¡Mamita, campeonamos!”.
Para los barcelonistas más jóvenes, habituados a los éxitos. Incluso para los que sólo han vivido la etapa de Cruyff entrenador, con todas sus genialidades y sus locuras, no puede ser fácil entender qué supuso aquella llegada del holandés a Barcelona en 1973. ¿Al- guien menor de 50 años puede imaginarse qué significan 14 años sin ganar la Liga? Catorce temporadas seguidas, 405 jornadas de Liga desde la última victoria con Helenio Herrera en 1960 hasta el debut de Cruyff. Sólo desde la vivencia directa de esa circunstancia histórica puede entenderse que el resto de la etapa Cruyff-jugador no puede empañar ningún recuerdo. Sí, sólo ganó una Liga de cinco. Sí, sólo ganó una Copa (bueno, la única que le dejaron jugar). Sí, no logró ni un título europeo (una semifinal de la Copa de Europa y otras dos de la UEFA). Pero la historia había cambiado. La travesía del desierto había acabado y la semilla estaba plantada. Eso es lo que cuenta.
Cruyff voló ante Reina, dirigió el 0-5 en el Bernabeu y recibió un puñetazo de Villar