La Vanguardia

Vuela, vuela

A N Á L I S I S

- Joaquín Luna

Con catorce años, un pase y mi mejor amigo vi el debut de Johan Cruyff en la Liga. Eran las cinco de la tarde, un domingo, octubre de 1973 y pitaba Soto Montesinos. Tarde gris, partido complicado. El mundo contra el Barça, Franco con trombofleb­itis y el Granada con Jaén, Fernández, Falito, Montero Castillo... Todo era posible en Granada y aún fuera de Granada: que te rompieran la tibia en un lance, por ejemplo.

Cruyff volaba. Aquí no habíamos visto volar a nadie, salvo cuando los defensas volaban por los aires a un delantero y al caer retorcido le aconsejaba­n: para que te acuerdes de mí, chaval, y puedas seguir jugando al fútbol.

Johan avisó aquella tarde (la recuerdo fría o quizás salí mal abrigado): él era de otro mundo, del que estaba por llegar. Su velocidad anticipaba el cambio, el retorno de Tarradella­s y los calzoncill­os de marca.

Cruyff volaba y aquel vuelo cautivador, camino de la portería, esquivando leñazos, estaba indi- cando el camino al Barça, un club acomodado a la derrota y quejica. –Avui no soparé... Con Cruyff se desayunaba, se comía y se cenaba. Y supongo que también se follaba más en los hogares culés ( som i serem socis del Barça.) Llevaba el 9 y con él jugaban once. Si oficiara el funeral, empezaría así: Sadurní, Rifé, Torres, Costas, Juan Carlos, De la Cruz, Rexach, Asensi, Cruyff, Sotil y Marcial. El Mesías y los apóstoles. Cruyff reportó una felicidad sin intermedia­rios al Camp Nou.

Ha muerto Johan. Sobrevivió a Montero Castillo, a Benito, a Camacho –que hacía la mili y le cogió la medida–, a De Felipe y Molinos. (Buena gente: cumplían con su deber). Los que te vimos volar no te olvidaremo­s. Tus marcadores, tampoco.

Sobrevivió a Montero Castillo, Benito, Camacho y Molinos; los que te vimos volar no te olvidaremo­s

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