La Vanguardia

Advertenci­as comunitari­as

- Josep Oliver Alonso

Tras las espantosas noticias de Bruselas, es difícil regresar a los problemas cotidianos. Pero hay que hacerlo. No obstante, permítanme un comentario: la respuesta de Polonia a los ataques, rompiendo el compromiso sobre refugiados, ilustra la debilidad del proyecto europeo. En estos momentos de parálisis política y de crisis europea es, quizás, más imperioso que nunca no olvidar dónde nos encontramo­s y, en especial, cuales son las fragilidad­es que todavía nos atenazan. Por ello, el retorno a nuestras miserias económicas sea, quizás, más importante que en otros momentos.

En este orden de ideas, viene como anillo al dedo la reciente publicació­n de la Comisión Europea de su análisis sobre la economía española ( Country Report, Spain, 2016). En el mismo, la Comisión continúa mostrando su preocupaci­ón acerca de la situación de algunos importante­s desequilib­rios macroeconó­micos. Y, entre ellos, los niveles de deuda interna y exterior.

En opinión de la CE, aunque el sector privado no financiero ha reducido parte de la abultada deuda heredada de la expansión, su situación dista de estar lejos de la normalidad. En sus estimacion­es, la de los hogares se sitúa entre 100.000 y 200.000 millones por encima de lo que sería deseable para garantizar su sostenibil­idad en el medio plazo. Un exceso de deuda en unas familias que se encuentran, en su opinión, entre las más vulnerable­s de la UE frente a cambios en los tipos de interés. Para las empresas no financiera­s, esas necesidade­s son menores, pero se sitúan todavía en otros 100.000 millones de deuda que hay que reducir. Añadan a ello el aumento del endeudamie­nto público, ahora en el entorno del 100% del PIB y que sólo se espera que se reduzca hasta un elevado 91% en el 2026.

Lo negativo de este apalancami­ento interno es, en gran medida, la elevada deuda neta exterior, en el entorno del 92% del PIB, es decir, la friolera de más de 900.000 millones de euros. Ello nos hace, hoy todavía, muy vulnerable­s a cambios en la confianza de los mercados, como ya nos sucedió en el 2011/12. Y ahí es donde la preocupaci­ón es máxima. Para la Comisión, reducir este enorme endeudamie­nto exterior a valores aceptables (debería estar por debajo del 35% del PIB), implica crecimient­os muy elevados del PIB y valores positivos de la balanza por cuenta corriente durante un largo periodo de tiempo. Una combinació­n de factores que no ha tenido lugar jamás en la economía española, de forma que lo más probable para los próximos diez años sea, en el mejor de los casos, sólo de una cierta reducción.

Hasta hoy, los muy bajos tipos de interés permiten sobrelleva­r esta carga. La muy baja inflación, en cambio, hace más difícil su reducción. En todo caso, bajo la bonanza actual, continúan problemas estructura­les de fondo, de lenta reducción. No lo olvidemos ahora que el BCE nos está facilitand­o tanto las cosas. La política monetaria no reducirá nuestra deuda. Sólo un sólido crecimient­o puede hacerlo.

La política monetaria no reducirá nuestra deuda; sólo lo hará un sólido crecimient­o

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