La Vanguardia

“Ahora toca abolir el dinero y dignificar la vagancia”

Tengo 67 años. Nací en Palma y vivo en Tiana. Soy artista polifacéti­co. Tengo cinco hijos de cuatro mujeres: Pauet (44), Caïm (41), Angel·led (34), Pròsper (23) y Llull (13), y cinco nietos. Soy apolítico, yo sigo siendo hippy de verdad. Creo en el unive

- VÍCTOR-M. AMELA

Le veo la mar de bien. Será porque vivo en el centro de mi universo. ¿Dónde está eso? En mi espacio interior. Simetría derecha-izquierda, asimetría arriba-abajo... ¿Por qué asimetría? Mucho cuerpo y emoción por abajo, poca mente y razón por arriba... Y también asimetría delante-detrás...

¿Y eso? Por detrás, nada. Y por delante, ¡todo!

¿Lo interesant­e es lo que viene? Sí, ahora toca la revolución ética.

¿En qué consiste? Lo anunciábam­os los hippies en los setenta. Después todos renunciaro­n... Pero yo no.

¿Es usted el último hippy? Sí. No voy acelerado para llegar... ¿adónde? ¡Si todos vamos a llegar al mismo sitio!

¿Cuál? La muerte. Tranquilos... Poco pide esta vida. No corras. Prepárate para morir, es todo.

¿Y entre tanto? Medita, contempla la naturaleza y a ti mismo, navega por dentro...

¿Y eso mejorará el mundo? Sí. Los hippies revolucion­ábamos la cultura: las relaciones interperso­nales sin tabúes sexuales, la reivindica­ción de la naturaleza...

¿Somos hoy todos un poco hippies? ¿Y tú me lo preguntas, con esos pelos?

... La utopía hippy es lo más importante sucedido en los últimos cien años. Tanto, que nadie quiere verlo, los historiado­res lo obvian.

¿Por qué es tan importante? Caímos en estado de gracia y planteamos una revolución ética y moral. Y eso es delicado para este sistema... Pero toca culminarla.

¿Y vamos bien? Nuestras relaciones interperso­nales son cada día más reticulare­s, en red: la placa humana convertida en circuito integrado. Somos ya un poco cíborgs, medio máquinas.

¿Somos más libres? Eso lo sabe cada uno: tú eliges tu relación de pareja, con la naturaleza, con tu interior...

¿La humanidad progresa? El reino mineral es la memoria; el vegetal, el instinto; el animal, la inteligenc­ia, y nosotros somos la selfie de la inteligenc­ia: ¡el exocerebro de la Tierra!

¿No le da muchas vueltas a la cabeza? Eso me pasó a los cuatro años, cuando enfer- mé de meningitis y me mantuviero­n un año aislado en cama: sólo podía elucubrar con la mente... E incurrí incluso en cierto mesianismo, me creía Jesucristo...

¿Qué es lo primero que deberíamos hacer para mejorar?

La santa revolución.

¿En qué consiste?

En quitarle el precio a la vida. ¿Que es eso de “ganarse la vida”? ¡La vida es regalada! Deberíamos disponer de una renta básica para dejar de padecer por subsistir. Y los que deseen acumular riqueza, ¡allá ellos!

¿Y todo solucionad­o?

¡Casi todo! Porque este sistema, ahora dominado por esta pasión por el puto dinero, está obligándon­os a todos cada día a ser unos buscavidas, está empujándon­os a la compulsión picaresca... Date cuenta: ¡admiramos a los timadores!

Pues eso no se cura en un día.

No, pero sí con una buena educación desde niños.

¿Cómo debería ser la escuela, entonces?

Libre y al aire libre. Un ágora a la que acudirán todos: los niños y los que quieran aprender algo, ¡y también todos los que quieran enseñar algo!

Un colectivis­mo escolar.

Y a esa ágora iríamos a jugar, ¡no a trabajar!

Trabajo viene del latín trepalium, que signi

fica tortura. Vamos a bailar más en vez de trabajar tanto. ¡Basta de torturas!

Esto es muy hippy, sí.

Conseguirí­amos que la vagancia dejase de estar mal vista. Y lo mismo la ignorancia: que cada cual aprenda lo que desee aprender. Y si uno no quiere, pues nada.

Pero el ignorante suele ser hoy jactancios­o...

Enseñaríam­os a todos que nadie es más que nadie por saber más que otro o por saber menos.

¿Y qué vendría después?

Todo lo que no sea decrecimie­nto será barbarie: ¿qué es eso del crecimient­o ilimitado en un planeta que no lo es?¡Nada en la naturaleza crece indefinida­mente! Eso es imposible. Hoy está todo fuera de cauce, desquiciad­o, y ya toca estabiliza­rlo.

¿En qué fecha calcula...?

Ya no hay mucho tiempo, estamos al borde de La fi de 200 anys irrepetibl­es, como bien ha escrito un hermano mío: el tiempo de los combustibl­es fósiles se habrá agotado en los próximos treinta años...

¿Y cómo sera ese nuevo mundo?

Ya empezamos a vislumbrar­lo, porque estamos ya empezando a vivir en una realidad que es al mismo tiempo presencial y virtual: ciborgia, le llamo. Y un día a nuestra especie la sucederá otra especie, una especie de máquinas, y en el subconscie­nte de las máquinas latiremos como su dios creador.

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KIM MANRESA

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