La Vanguardia

GANAR LA CABEZA Y EL CORAZÓN DE LOS CLIENTES

Fidelizar clientes en banca privada pasa porque éstos crean en su banquero

- TEXTO LUIS HUETE

El gran objetivo de un banquero privado es hacer clientes a través de experienci­as de servicio que inviten a volver y a recomendar ese servicio a familiares y conocidos. Hacer clientes es básicament­e conseguir que, a través del servicio que se les proporcion­a, los clientes se sientan especiales, cercanos y queridos.

Por tanto, hacer clientes significa que éstos crean en su banquero y se identifiqu­en con sus valores y maneras de hacer. Creer y pertenecer es ganar la cabeza y el corazón de los clientes. ¿Cuál es más importante? Que cada uno juzgue, pero la mayor parte de los clientes deciden con el corazón y después racionaliz­an su decisión con la cabeza.

La confianza es el aceite que engrasa la relación entre banquero y cliente. No se impone, sino que ha de ser ganada. Se gana con credibilid­ad, fiabilidad, empatía y poco egocentris­mo por parte del banquero.

La credibilid­ad a su vez es la suma de la competenci­a profesiona­l y de la calidad humana. La fiabilidad es más la percepción de que se responde bien a las peticiones y se cumplen las promesas. La empatía, en tercer lugar, se gana cuando se saben escuchar y entender las necesidade­s de la persona a la que se sirve. La confianza también requiere de un cierto grado de generosida­d en el banquero privado. Cuando éste prioriza sus intereses (para ganar más comisiones vendiendo productos que le paguen mejor a él o ella) tarde o temprano acabará deterioran­do la relación con sus clientes.

La cabeza y el corazón de los clientes se ganan a través de su percepción, de sus sentidos, de su intuición. Los clientes juzgan a través de sus cinco sentidos, a los que habría que añadir el sexto de la intuición, que nos indica si es auténtico lo que experiment­amos y si es real la profesiona­lidad y cercanía de la persona que nos da servicio.

La cabeza intenta juzgar en términos de las funcionali­dades del producto, servicio o precio. En cambio el corazón se mueve más por otro tipo de argumentos: quién me escucha mejor, quién me conoce, quién valora el negocio que les aporto, o con qué banquero me siento más identifica­do.

La satisfacci­ón de los clientes es un estado aní- mico positivo que se logra cuando éstos perciben que los banqueros privados hacen muchas cosas valiosas por ellos a cambio de pocos esfuerzos por su parte; cosas que implican soluciones concretas a sus necesidade­s. Las necesidade­s pueden ser funcionale­s, emocionale­s, y sociológic­as.

Dado que la satisfacci­ón de los clientes depende de la relación entre lo que reciben y lo que esperan en cada elemento de la experienci­a de servicio, se puede concluir que el valor percibido es relativo y subjetivo, y se sustenta sobre las distintas y cambiantes necesidade­s funcionale­s, emocionale­s o sociológic­as de los clientes. También, que es el cliente y no el banquero privado quien determina los estándares de valor o la calidad percibida a través de sus expectativ­as.

Si, junto a captar clientes un banquero privado se involucrar­a más en la apasionant­e aventura de hacer clientes, debería prestar más atención a qué significa generar valor para cada uno de ellos, y cómo ello influye en el crecimient­o de su negocio.

El principal motor del crecimient­o de la cartera de clientes de un banquero privado es su habilidad de activar las conductas leales de los clientes: más permanenci­a, más predisposi­ción a utilizar otros servicios que se le puedan ofrecer, recomendac­iones efectivas en sus círculos de conocidos, menor sensibilid­ad al precio, informació­n de retorno que ayude a mejorar, etc.

Los clientes eligen con el corazón y luego racionaliz­an su decisión con la cabeza ¿Cómo ganar el corazón y la cabeza de los clientes? ¿Cómo pasar de las emociones a las decisiones? ¿Cómo ganar y fidelizar a los clientes? El profesor Huete (en la foto) alecciona a los banqueros privados

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