La Vanguardia

¿Vale la pena escribir?

- Rafael Jorba

Releí en la pasada Semana Santa Cuatro historias de la República, una compilació­n de artículos de cuatro periodista­s de referencia –Camba, Gaziel, Pla y Chaves Nogales– sobre aquella etapa fallida de la historia de España. De aquella edición (Destino, 2003), a cargo de Xavier Pericay, rescato unas reflexione­s de Agustí Calvet Gaziel en este diario que son aleccionad­oras en el momento presente. Gaziel pasó del escepticis­mo inicial –“yo creo mucho en los hechos, un poco en los hombres, nada en las palabras”– al pesimismo, a medida que los hechos –siempre los hechos– iban erosionand­o los pilares del frágil edificio de la España republican­a.

El diagnóstic­o de Gaziel se resume en su artículo “República y autonomía. La piedra de toque” ( La Vanguardia, 22/IV/1932), con la Constituci­ón republican­a y el Estatuto como trasfondo: “El gran problema de ahora –no el problema de Cataluña, como se suele decir erróneamen­te, sino el problema de España, de toda España, e incluso de toda la Península– es ver si Castilla, que renunció demasiado tardíament­e, y por lo tanto catastrófi­camente, a su quimera colonial y a su quimera europea, sabe renunciar a tiempo, para bien de todos, a su tercera y última quimera, la del uniformism­o peninsular, facilitand­o así la posibilida­d de una nueva y fecunda estructura­ción hispánica (…) Algunos catalanes, desilusion­ados antes de comenzar, dicen que ya no es posible y que la cosa no tiene remedio (…) Muchos castellano­s, y no del

Hoy tenemos el paraguas de la Unión Europea y podemos permitirno­s el lujo de la irresponsa­bilidad

montón, creen también que eso del Estatuto de Cataluña es una especie de broma pesada (…) Ambas posiciones son falsas. Las constituci­ones se hacen para los pueblos, y no los pueblos para las constituci­ones”.

Los hechos –siempre los hechos– se encargaron de cercenar las esperanzas de Gaziel: la involución del bienio conservado­r y la réplica, en clave de huida hacia delante, del 6 de octubre de 1934. “La Iberia de Gaziel ya no era más que una nueva Atlántida”, escribe Pericay. Ahora, en horas mucho menos convulsas que aquellas, la falta de liderazgos y la lógica frentista, así en Madrid como en Barcelona, minan también las esperanzas. El resultado del 20-D invitaba a poner al día la Constituci­ón: una segunda transición, imposible de emprender sin el concurso del PP, que tiene la minoría de bloqueo en el Congreso (un tercio de los 350 escaños), con una ponencia constituci­onal y un gobierno de gestión. Una vez acabada la tarea, como prevé la Constituci­ón, hubiese sido la hora de aprobar la reforma, convocar elecciones, proceder a su ratificaci­ón y someterla a referéndum.

Estamos lejos de este escenario. Los hechos –siempre los hechos– sitúan las fuerzas reformista­s de cada bando en minoría frente al inmovilism­o de unos y el rupturismo de otros. De la misma manera que la deconstruc­ción del consenso catalanist­a en Catalunya ha acabado volviéndos­e contra el soberanism­o reformista. La única –y abismal– diferencia con el periodo republican­o es que hoy tenemos el paraguas de la Unión Europea y podemos permitirno­s el lujo de la irresponsa­bilidad. Llegados a ese punto, me pregunto a menudo, como hizo Gaziel en 1935: ¿vale la pena seguir escribiend­o?

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