Noqueado
Màrius Carol usó una metáfora explícita en la tertulia de can Basté para definir al Mariano Rajoy entrevistado por Jordi Évole: “Recordaba a un boxeador en estado grogui”. Coincido y añado: más que grogui, noqueado. Lo cierto es que el hombre que se paseó por el Salvados parecía un eco lejano del que, tiempo ha, había ganado las elecciones, cuadrado a su partido y se había convertido en presidente del Gobierno. A diferencia de otros, que crecen con el cargo, Rajoy ha sufrido un fenómeno a la inversa, porque ha decrecido hasta convertirse en un liliputiense. No sólo hubo lapsus imposibles, silencios incomprensibles y hasta balbuceos infantiles, sino que llegó hasta el punto de dar respuestas que hubieran parecido un chiste si no tocaran temas tan serios. No fue la entrevista a un presidente de gobierno, fue el retrato descarnado de un hombre sin atributos, incapaz de dar una mínima imagen de autoridad, más abducido que presente, más holograma que realidad.
De todos los momentos y frases, cualquiera sirve para concluir que Rajoy ha perdido toda capacidad de liderar a un partido y a un país, por mucho que se mantenga en la trinchera del poder. Y tanto monta cuando habló de
No fue la entrevista a un presidente, fue el retrato descarnado de un hombre sin atributos
la memoria histórica –nivel bajo suelo–, o de Catalunya –dos niveles más abajo–, o de la corrupción –nivel imposible de perforar–, porque lo cierto es que el hombre que respondía como podía a las preguntas de Jordi no era un político en el cargo, sino un tipo que pasaba por ahí y opinaba algo sobre algo. Pueril, simplón, dubitativo, parvuleando –y perdonen el palabro– durante toda la entrevista, definitivamente superado por la realidad.
En esta tesitura, la cuestión es saber si el Rajoy que vimos en la pantalla es la consecuencia de los momentos difíciles que inevitablemente sufre, o siempre fue así y disimuló, lo cual, dada su actuación presidencial, parece bastante presumible. Sea, pues, un virus pasajero o permanente, lo cierto es que un presidente de gobierno que asegura que “todo el mundo lo hace” cuando le preguntan sobre las obras de su sede pagadas sin IVA, o considera que tener muchos trenes sin pasajeros es de “país grande” o que lo de la corrupción masiva de su partido no le afecta porque él es muy bueno, no es un presidente mediocre, es directamente una caricatura.
Y si ya lo imaginábamos muchos, dado su comportamiento durante estos caóticos meses, ahora lo certificamos: Rajoy está en la Moncloa, pero hace tiempo que se ha ido. ¿Quién habita, pues, en los despachos presidenciales, un clon improvisado, una imagen astral, el famoso plasma de tantas querencias, quizás un extraterrestre? Y puestos a preguntar, ¿qué les ocurre al resto de los dirigentes peperos, también se han fugado al planeta Raticulín? Porque aquí hay dos problemas, a cual más grave: uno, las palabras surrealistas de un presidente; el otro, el silencio de quienes deberían darle algún consejo…