Negan cogió su bate de béisbol
‘The walking dead’ centró su sexta temporada en ofrecer expectación y conversación, y en el último episodio se pasó de la raya
Es media mañana y toca el chute de cafeína para aguantar hasta la hora de comer. Esa es la excusa para acercarse a la máquina de café, sí, pero en realidad aquello que quieres es comentar The walking dead con tus compañeros. Los corrillos improvisados se han convertido en tu rutina de los martes pero esta vez toca hablar del final de temporada que Fox emitió anoche. Conociste un bate de béisbol llamado Lucille y ahora toca discutir las consecuencias. Otra cosa es que, por más que genere conversación, esta vez posiblemente habléis tanto de la última escena como de la credibilidad de la propia serie.
Este síndrome de la máquina de café no deja de ser una metáfora para describir aquellas ficciones que hay que ver sí o sí si se quiere estar en la conversación, y The walking dead sólo rivaliza con Juego de tronos en atención desde que el guionista Scott Gimple heredó las riendas de la serie de Glenn Mazzara, que a su vez las obtuvo cuando Frank Darabont fue despedido. El director de Cadena perpetua no estaba de acuerdo con las decisiones financieras del canal AMC, que la produce en EE.UU. y que redujo el presupuesto en la segunda temporada cuando se había confirmado como el mayor éxito de la historia de la televisión por cable americana. Así que Gimple se ha centrado en obedecer órdenes y consolidar la serie como fenómeno para que el público joven, habituado a grabarse y descargarse el programa, lo vea en directo. Los anuncios de las pausas publicitarias todavía son el mayor trozo del pastel y no quieren dejar escapar ni un solo bocado.
Esta obsesión por mantener al espectador pegado a la pantalla se ha visto más que nunca en la sexta temporada. ¿La clave? Dejar un detalle impactante e inesperado en cada episodio para que el espectador no quiera perderse el comentario del día siguiente. Sólo hay que fijarse en el currículo de la presente temporada que se despidió ayer. Hubo hordas de zombies como nunca se habían visto; se mataron hombres, madres, niños y cobardes; recibieron disparos en el ojo, en el hombro y en el brazo; se desarrollaron asfixiantes matanzas; se revelaron parejas románticas que ni conocían los lectores; y despidieron episodios con la cámara embadurnada de sangre.
Pero nada puede superar las controvertidas incógnitas de Glenn y de Negan, el nuevo villano que apareció en los últimos minutos con la temida Lucille en las manos. Se había confirmado el fichaje de Jeffrey Dean Morgan para interpretar al líder de los salvadores y se temía que mataría un personaje. El problema es que por segunda vez esta temporada no resolvieron el misterio al momento.
De Negan se conocía que extorsionaba las comunidades de supervivientes más civilizadas con su banda armada para obtener comida y armas. ¿Su modus operandi? Asesinar un miembro de los supervivientes con un bate de béis- bol para demostrar la contundencia de sus amenazas y el grupo de Rick tenía que sufrir la misma suerte para mantener intacto el espíritu del universo de Robert Kirkman. La serie había dejado que los lectores elevaran las expectativas y confirmaban con cada pieza promocional que seguirían un esquema similar al cómic. Y sí, Negan mató un personaje tras hacer el pito, pito, gorgorito más sádico que se ha visto en televisión pero dejaron insatisfecho al espectador. Hasta el próximo otoño no se sabrá la identidad del fallecido.
El estruendo por la incógnita se ha hecho notar no solamente en las redes sociales sino entre figuras influyentes de la crítica norteamericana. Alan Sepinwall de HitFix confesó que no vería un episodio más, Hank Stuever del Washington Post denunció que se había estafado al público y Tim Goodman del Hollywood Reporter afirmó que The walking dead era capaz de cualquier cosa con tal de ordeñar a los espectadores como si fueran una vaca. Y no les faltó razón.
No hay ninguna duda de que en otoño no faltarán aquellos que regresen para descubrir quién terminó con el cráneo destrozado, pero los guionistas demostraron sus prioridades: primero están los beneficios económicos del producto y posteriormente las necesidades creativas de la historia, que en este caso directamente se han ignorado.
El guionista Scott Gimple se aseguró de que el público volvería en otoño, pero ya le acusan de estafador