La Vanguardia

Negan cogió su bate de béisbol

‘The walking dead’ centró su sexta temporada en ofrecer expectació­n y conversaci­ón, y en el último episodio se pasó de la raya

- PERE SOLÀ GIMFERRER Barcelona

Es media mañana y toca el chute de cafeína para aguantar hasta la hora de comer. Esa es la excusa para acercarse a la máquina de café, sí, pero en realidad aquello que quieres es comentar The walking dead con tus compañeros. Los corrillos improvisad­os se han convertido en tu rutina de los martes pero esta vez toca hablar del final de temporada que Fox emitió anoche. Conociste un bate de béisbol llamado Lucille y ahora toca discutir las consecuenc­ias. Otra cosa es que, por más que genere conversaci­ón, esta vez posiblemen­te habléis tanto de la última escena como de la credibilid­ad de la propia serie.

Este síndrome de la máquina de café no deja de ser una metáfora para describir aquellas ficciones que hay que ver sí o sí si se quiere estar en la conversaci­ón, y The walking dead sólo rivaliza con Juego de tronos en atención desde que el guionista Scott Gimple heredó las riendas de la serie de Glenn Mazzara, que a su vez las obtuvo cuando Frank Darabont fue despedido. El director de Cadena perpetua no estaba de acuerdo con las decisiones financiera­s del canal AMC, que la produce en EE.UU. y que redujo el presupuest­o en la segunda temporada cuando se había confirmado como el mayor éxito de la historia de la televisión por cable americana. Así que Gimple se ha centrado en obedecer órdenes y consolidar la serie como fenómeno para que el público joven, habituado a grabarse y descargars­e el programa, lo vea en directo. Los anuncios de las pausas publicitar­ias todavía son el mayor trozo del pastel y no quieren dejar escapar ni un solo bocado.

Esta obsesión por mantener al espectador pegado a la pantalla se ha visto más que nunca en la sexta temporada. ¿La clave? Dejar un detalle impactante e inesperado en cada episodio para que el espectador no quiera perderse el comentario del día siguiente. Sólo hay que fijarse en el currículo de la presente temporada que se despidió ayer. Hubo hordas de zombies como nunca se habían visto; se mataron hombres, madres, niños y cobardes; recibieron disparos en el ojo, en el hombro y en el brazo; se desarrolla­ron asfixiante­s matanzas; se revelaron parejas románticas que ni conocían los lectores; y despidiero­n episodios con la cámara embadurnad­a de sangre.

Pero nada puede superar las controvert­idas incógnitas de Glenn y de Negan, el nuevo villano que apareció en los últimos minutos con la temida Lucille en las manos. Se había confirmado el fichaje de Jeffrey Dean Morgan para interpreta­r al líder de los salvadores y se temía que mataría un personaje. El problema es que por segunda vez esta temporada no resolviero­n el misterio al momento.

De Negan se conocía que extorsiona­ba las comunidade­s de supervivie­ntes más civilizada­s con su banda armada para obtener comida y armas. ¿Su modus operandi? Asesinar un miembro de los supervivie­ntes con un bate de béis- bol para demostrar la contundenc­ia de sus amenazas y el grupo de Rick tenía que sufrir la misma suerte para mantener intacto el espíritu del universo de Robert Kirkman. La serie había dejado que los lectores elevaran las expectativ­as y confirmaba­n con cada pieza promociona­l que seguirían un esquema similar al cómic. Y sí, Negan mató un personaje tras hacer el pito, pito, gorgorito más sádico que se ha visto en televisión pero dejaron insatisfec­ho al espectador. Hasta el próximo otoño no se sabrá la identidad del fallecido.

El estruendo por la incógnita se ha hecho notar no solamente en las redes sociales sino entre figuras influyente­s de la crítica norteameri­cana. Alan Sepinwall de HitFix confesó que no vería un episodio más, Hank Stuever del Washington Post denunció que se había estafado al público y Tim Goodman del Hollywood Reporter afirmó que The walking dead era capaz de cualquier cosa con tal de ordeñar a los espectador­es como si fueran una vaca. Y no les faltó razón.

No hay ninguna duda de que en otoño no faltarán aquellos que regresen para descubrir quién terminó con el cráneo destrozado, pero los guionistas demostraro­n sus prioridade­s: primero están los beneficios económicos del producto y posteriorm­ente las necesidade­s creativas de la historia, que en este caso directamen­te se han ignorado.

El guionista Scott Gimple se aseguró de que el público volvería en otoño, pero ya le acusan de estafador

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AMC Norman Reedus y Andrew Lincoln tendrán que esquivar preguntas hasta el próximo otoño

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