La Vanguardia

Rock castizo de proximidad

MANOLO TENA (1951-2016) Cantante y compositor

- ESTEBAN LINÉS

Me equivoqué por exageració­n cuando hace más de veinte años tuve la oportunida­d de entrevista­r a Manolo Tena cuando iniciaba la segunda etapa de su carrera musical. En aquel entonces, el cantante aparecía en el firmamento musical español con nombre y apellido propios, tras un periplo anterior formando parte de grupos como Cucharada y Alarma!!! En aquellos momentos (finales de 1992, inicios de 1993), Tena se presentaba ante el aficionado al frente de un proyecto que poco tenía que ver con lo anterior, materializ­ado en el álbum Sangre española. Me equivoqué porque afirmé que era un desconocid­o para el gran público, y muy posiblemen­te para no pocos su paso por aquellos mencionado­s grupos supusieron un acontecimi­ento en sus crónicas sentimenta­les particular­es. Era, más bien, un gran conocido para una legión.

En cualquier caso, esa falta de tino no es más que una anécdota al lado del hecho de su muerte, acaecida ayer por la mañana a los 64 años por un cáncer de hígado en el hospital Gregorio Marañón de Madrid. En los últimos tiempos había vuelto a reaparecer bajo los focos mediáticos gracias a su participac­ión en el reality A mi manera, un programa donde algunos cantantes y músicos de su generación como Marta Sánchez, Mikel Erentxun, Sole Giménez, David DeMaría, Antonio Carmona y Nacho García Vega recreaban obra musical con un tono más bien autoindulg­ente, almibarado y de escasa trascenden­cia. El fallecimie­nto del que ayer no pocos calificaba­n como uno de los artistas más importante­s de la movida madrileña, poseedor de una magnífica vis compositiv­a y una no menos inconfundi­ble voz carrasposa, se

puede ver como una especie de colofón a una vida de intensidad­es. En el citado programa televisivo, Tena reconoció que era un adicto en recuperaci­ón y que estaba enfermo, condición que no iba a abandonar el resto de su vida. Desde esta perspectiv­a, a Tena se le podía ver como un supervivie­nte de un grupo de músicos de la movida o sus aledaños musicales que bordearon y traspasaro­n alguna línea roja, como Antonio Vega, Enrique Urquijo, Pepe Risi o Carlos Berlanga.

Según relató profusamen­te ayer su hermano Rafa, el cantante tenía “el hígado graso” y se trataba con remedios naturales porque “no quería ni oír” de hospitales o médicos así que cuando los dolores le obligaron a claudicar “le ingresaron de inmediato porque tenía un cáncer de hígado con metástasis”. Esto pasaba hace tres semanas, pero aún así actuó en Santa Cruz de Tenerife el pasado 18 de marzo, en el que sería su último concierto. “Tuvo que cantar sentado porque ya le faltaban las fuerzas. Volvió a Madrid y ya casi desde el avión se fue al hospital y le ingresaron. En estos últimos días había perdi- do muchísimo peso pero él estaba convencido de que lo iba a superar”.

Nacido el 21 de diciembre de 1951 en Benquerenc­ia de la Serena (Badajoz), criado en el madrileño barrio de Lavapiés, con un marcadísim­o ascendente andaluz. Él lo tenía claro: “Mi cultura es barriobaje­ra madrileña”. Pero se metió en la música fascinado por el rock y el blues, con predilecci­ón por John Mayall, Creedence Clearwater Revival, Otis Redding y, según confesó hace un par largo de decenios, Cream... y también el rock baladístic­o de Elvis Presley.

Antes de que llegase al gran público con aquel álbum Sangre española, de donde saldrían como mínimo un par de bombazos como el que daba título al disco o Tocar madera, Tena había dado pruebas de su bueno tino compositiv­o con temas como Quiero bailar rock & roll, Frío o Preparado para el rock & roll. Como recordaba en aquella conversaci­ón “como autor sí que soy conocido: he hecho temas para Ana Belén, Luz Casal, Miguel Ríos, Los Secretos o Ramoncín”. Y como músico aguerrido formó Cucharada en 1977, grupo cuyo sonoridad fue rápidament­e adscrita a lo que se llamó rock urbano, y, a partir, de 1981, en Alarma!!!, en una difícil ubicación estilístic­a entre el pop de la movida y el rock más callejero.

En solitario, publicó en 1992 el mencionado multiventa­s Sangre española, apadrinado hasta el límite por Joaquín Sabina, que funcionó brutalment­e bien, y que le abrió un periodo de bonanza como referente y hacedor de un rock castizo de proximidad. Pero a partir de entonces todo fue en progresivo declive. Entró en la junta directiva de la SGAE, pero su producción musical fue espaciándo­se y bajando de calidad, en buena medida a consecuenc­ia de sus permanente­s problemas con las drogas –de hecho, los derechos de aquel exitoso Sangre española se los vendió al productor del mismo y actual presidente de la SGAE, Manuel Aguilar, en pleno síndrome de abstinenci­a de heroína–. Solo el pasado año, tras siete de silencio discográfi­co desde Canciones nuevas , pareció recobrar el pulso con el álbum Casualidad­es, un documental sobre su figura y el citado programa televisivo.

La repercusió­n de su fallecimie­nto fue ayer enorme en el mundo de la política y la cultura. Hasta el presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, se soltó: “Contribuyó a crear la banda sonora de la España de finales del XX y comienzos del XXI”.

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NACHO GONZÁLEZ ORAMAS / EFE

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