Poder decir adiós sin ira
En esto del fútbol y del Barça las peores voces acostumbran a ser las más escuchadas. Son los radicales que van poniendo etiquetas para mantener la visceralidad. Hoy se penalizan las miradas amplias, los matices, la generosidad, el respeto. Las opiniones moderadas son consideradas, muchas veces, como asépticas y sólo se hacen virales las que rompen tarima. Los que optan por tratar de entenderlo todo acaban en tierra de nadie. El mundo mediático tiende a sentirse más cómodo en los extremos del hilo.
La vida se va futbolizando, viralizando. Lo más importante es marcar goles y llenar 140 caracteres con el contenido más explosivo posible, más original, más diferente, aunque la realidad lo aplaste y el tiempo lo duerma. Se vive con tres puntas: dos extremos y un delantero centro que remate.
El homenaje que la gente, el club, los medios y la familia han tributado a Johan Cruyff ha sido excelente. Se ha conseguido responder a los dos conceptos básicos necesarios: respeto y gratitud. El denominado anticruyffismo, que los datos de las encuestas situaban en una franja del barcelonismo, no se ha pronunciado en estos días, manteniendo en su mayoría, una actitud respetuosa. Los debates no han desaparecido, se han pospuesto. Es algo lógico y saludable.
En el Barça hay un sector de cruyffistas. Y merecen respeto. No puede ni debe negarse esa existencia. Como tampoco se pueden cerrar los ojos al reconocimiento que merece la obra de Cruyff. De ahí a crear una realidad en la que el Barça nació con su llegada dista un abismo. Eso es seguramente lo que una parte de
No es necesario denigrar lo anterior para poner en valor a Cruyff, ni negar su obra; en el Barça sobra la radicalidad
la radicalidad busca, pero choca con la realidad del barcelonismo. No es necesario denigrar lo anterior para poner en valor a Cruyff. Es posible aplaudir a Johan y a Núñez; a Laporta y a Rosell, a Kubala y a Suárez. No es necesario caer en la trampa de la totalidad que propugnan y alientan los radicales ni en el mero reparto equitativo de méritos por cuestión de cuotas de respeto. Cada cual tiene una opinión formada sobre lo que ha hecho cada uno en la historia del Barça. No es necesario aplastar al otro para tener razón. Cuando la partida del entorno se deje de jugar entre radicales y el foco mediático se extienda más allá de amistades, intereses o creencias mitificadas por todas partes, mejorará la relación entre barcelonistas. La verdad es que sólo es mala la de los radicales. En el homenaje a Cruyff la mayoría ha sabido estar a la altura. Han mostrado respeto, aunque pensaran distinto.
El barcelonismo ha aprendido a decir adiós sin ira.