La Vanguardia

El dinero perjudica la salud

- Joaquín Luna

Un momento de calma, señoras y señores. ¿Nos vamos a jugar la presión arterial, amargar el café y dar la razón al cuñado que nunca ha pegado ni sello y hoy se indigna?

Los papeles de Panamá ni son papeles ni son ná: cuatro documentos en inglés, filtrados por un tal Juan Nadie o Juan Sin Nombre –eso significa John Doe y viva Capra–, que sólo confirman que muchos ricos ignoran el fin más noble del dinero: derrocharl­o.

La clase media tiene la suerte de gastar con alegría y, en lugar de indignarse, lo que debería hacer es tener un poco de piedad con los millonario­s y darles buenos consejos.

¿Nadie se pone en la piel de estas personas y se pregunta qué les lleva a ocultar el dinero en Panamá, país de un canal, una canción –Pedro Navaja: “Si naciste para martillo, del cielo te caen los clavos”– y una maldición? Yo sí. Se trata de gente compasiva que rehúye dar envidia y se esfuerza para que su fortuna pase desapercib­ida y la humanidad viva sin resentimie­nto.

A mí, por ejemplo, que Vladímir Putin, Iván Zamorano o el primer ministro de Islandia tengan unos ahorros en Panamá me molesta menos que si el

¿Panamá? Un canal, una canción y una maldición: más impuestos y más votos para Podemos y Trump

vecino del sexto segunda conduce un Aston Martin. Lo que me da tirria no son los chorizos lejanos, sino los chorizos de proximidad que se gastan 1.460 euros en una cena en El Percebeiro Feliz y luego dicen que el percebe es un bicho tonto.

Si hay que aguantar al cuñado gandul sermoneand­o sobre las rentas, ¿se imaginan lo pesado que sería un rico si pagase todos los impuestos? Ese señor daría mucho la lata y se pasaría el día exigiendo la supresión de las diputacion­es, los polideport­ivos municipale­s, el Diplocat, las rotondas y las subvencion­es a la industria cinematogr­áfica. En cambio, guardar el dinero en Panamá fomenta el silencio, ese tesoro pasado de moda.

Yo me indigno pero no mucho con los documentos de Panamá. Me indigno lo justo y sólo me sorprende que no haya ningún magnate del petróleo de Texas, porque los estadounid­enses llevan años diciendo que hay que pagar menos impuestos y esperar poco del Estado. Aquí esperamos mucho del Estado y de los millonario­s. Del Estado, que nos dé más de lo que nos quita, y de los millonario­s, que dejen de serlo a fuerza de pagar impuestos.

Hay indignados insensatos que piden mayor control fiscal y gente que cuando suena Pedro Navaja se pone a bailar y no a escuchar su letra, tan instructiv­a. Uno ya teme que la administra­ción española, perezosa de naturaleza, reactive el frente fiscal. –¡A por los ricos, muchachos! Y como los ricos son muy listos y los pobres no tienen un euro, los funcionari­os terminarán rebuscando en la clase media, cuyo cabreo no haría más que aumentar, al igual que el voto a Podemos –que trinca en Venezuela, tan cerca de Panamá–, y al imparable Donald Trump. Menudo negocio.

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