Holanda dice no a la UE
Europa se enfrenta al rechazo en referéndum del acuerdo con Ucrania
Holanda vuelve a tener en vilo a Europa. Un 61,1% de los votantes rechazó ayer la ratificación del acuerdo firmado por la Unión Europea con Ucrania. Es sobre lo que oficialmente se les preguntaba en la papeleta, pero los organizadores del referéndum nunca ocultaron que no era más que una excusa para poder preguntar a los holandeses su opinión sobre el proyecto europeo. Su respuesta ha sido, como se esperaba, abrumadoramente negativa, si bien la participación ha resultado notablemente baja, un 32,2%. Un porcentaje de voto que supera sin embargo el 30% necesario para dar validez a la votación, por lo que el Gobierno holandés se verá obligado a tener en cuenta de una u otra forma el resultado, pese al carácter no vinculante de la votación.
“Hubiera preferido abrir directamente una botella de champán con una participación del 50%, pero va a ser muy emocionante y esto lo hace aún más divertido. Sólo tenemos que esperar”, declaró anoche Jan Roos, portavoz de Geen Peil, la web satírica que impulsó el referéndum, estrenando así la ley sobre participación ciudadana aprobada el año pasado, que requiere reunir sólo 300.000 firmas para poder convocar una consulta. En pocas semanas reu- nieron más de 470.000 apoyos. “Gracias”, tuiteó Geert Wilders, el líder del islamófobo y antieuropeo Partido por la Libertad (VVD). “Parece que el pueblo holandés ha dicho no a la élite europea y no al tratado con Ucrania. Es el principio del final de la Unión Europea tal y como la conocemos”, celebró.
La movilización ciudadana ha sido mucho menor de lo esperado, especialmente en las grandes ciudades, lo que indica que el rechazo de los holandeses hacia la Unión Europea, si bien se ha mitigado desde el rotundo no que en el 2005 dijeron a la Constitución europea, no ha desaparecido completamente. Los motivos de aquel his- tórico portazo coinciden con algunos de los que, once años después, han llevado a muchos holandeses a votar contra Europa, en especial la profunda desconfianza hacia las decisiones y explicaciones de las élites políticas.
De poco ha servido que el Gobierno haya dejado claro que el acuerdo no es la antesala de la adhesión de Ucrania a la UE ni una luz verde a la llegada de trabajadores de este país. Tampoco las campañas explicando que oponerse al
El Gobierno admite que con la victoria del ‘no’ la ratificación no podrá seguir adelante “sin más”
acuerdo es hacerle el juego a su mayor detractor, el presidente ruso, Vladímir Putin, han surtido efecto frente al argumento de que ese ente llamado Bruselas toma decisiones de enorme calado sin consultar a los ciudadanos y que los gobiernos nacionales no son más que silenciosos cómplices de sus planes. Ratificar el acuerdo, defendía equívocamente la campaña del no, equivaldría a abrir las fronteras a un país en guerra y en contra del acuerdo, a pesar de que fue la negativa del expresidente, Víktor Yanukóvich, a suscribirlo por temor a la represalias rusas lo que provocó las protestas alrededor de la plaza Maidán.
El referéndum es consultivo, no vinculante, pero si finalmente es considerado válido pondrá en una situación muy difícil al Gobierno de Holanda, que además este semestre ostenta la presidencia rotatoria de la Unión Europea. “Si la participación está por encima del 30% la ratificación no podrá seguir adelante sin más”, admitió
anoche el primer ministro, el liberal Mark Rutte, apuntando a algún tipo de compromiso. “Va a ser un proceso paso a paso, en el Gabinete, con nuestros socios europeos y el Parlamento holandés”, explicó.
El ejercicio de la democracia directa en un país podría dejar sin sentido las decisiones adoptadas por todos los demás. Aunque 27 de los 28 países del club han ratifica- do el tratado de asociación con Ucrania, para que entre en vigor plenamente (algunos capítulos se aplican de forma provisional desde enero) es necesario que todos sus socios le den su visto bueno. También el Parlamento Europeo y la Rada ucraniana ratificaron el acuerdo en el 2014.
Si bien la UE podría encontrar fórmulas jurídicas para que el acuerdo con Kíev entre en vigor a pesar del rechazo holandés, polí- ticamente supone un serio revés cuyas consecuencias se sentirán más allá de Holanda. Los partidarios de la salida del Reino Unido de la Unión Europea se han involucrado en la campaña holandesa con la esperanza de allanar el camino hacia el Brexit en el referéndum convocado por el Gobierno británico para el 23 de junio. “¡Hurra!” proclamó Nigel Farage, líder del UKIP (Partido por la Independencia del Reino Unido). El recurso a la democracia directa para tratar de oponerse a decisiones europeas toma fuerza: en Holanda ya se está recogiendo firmas para convocar otro referéndum, sobre el polémico tratado comercial que negocian la UE y Estados Unidos, mientras en Hungría es el propio Gobierno quien sopesa convocar una consulta contra el reparto europeo de refugiados.
La táctica del Gobierno holandés durante la campaña del referéndum ha sido arriesgada. En primer lugar, mantener un perfil discreto para evitar un choque de personalidades entre Wilders y Rutte, muy impopular en estos momentos, a menos de un año de las elecciones: y, en segundo lu- gar, cruzar los dedos para que la participación no sobrepasara el umbral del 30%, un objetivo probablemente fallido. Las instituciones comunitarias y los gobiernos del resto de países también se han mantenido distantes. “Este referéndum holandés era una oportunidad ideal para que los líderes europeos salieran e hicieran campaña por un tema que afecta a la seguridad y la estabilidad de Europa, a sus intereses y vecindad”, sostiene Judy Dempsey, analista de Carnegie Europe; “ninguno de estos temas ha aparecido en la campaña”, lamenta Dempsey, que considera “un enorme error” la falta de implicación de los líderes europeos.