La Vanguardia

Libia ve la luz al final del túnel con un gobierno de unidad que se afianza

- TRÍPOLI Redacción y agencias

No lo tenía nada fácil el empresario Fayez Serraj cuando la semana pasada se plantó en Trípoli al frente de un gobierno de unidad nacional respaldado por la ONU.

Los grupos islamistas que controlan la capital desde hace dos años no le dieron su apoyo. Todo apuntaba hacia otro baño de sangre por el control de Trípoli, pero esta vez la presión de la UE ha da- do resultado. Nada más saber que sus bienes habían sido congelados y que se le prohibía viajar a Europa, Jalifa Ghweil, jefe del autoprocla­mado gobierno de salvación nacional y gran rival de Serraj, dio su brazo a torcer. El martes anunció su apoyo a las nuevas autoridade­s y retiró a sus hombres de la ciudad. El vacío que dejaron estas milicias lo ocupó la policía.

El gran éxito de Serraj ha sido contar, desde el primer momento, con el apoyo de milicias salafistas pero no yihadistas. Esta demostraci­ón de fuerza le permitió instalarse en la base naval de Trípoli y durante una semana trabajarse el apoyo del Banco Central y de la Compañía Nacional de Petróleo. Su respaldo era esencial porque son las dos principale­s institucio­nes de un país en descomposi­ción.

El Banco Central congeló 600 cuentas bancarias, tanto de empresas (150) como de particular­es (450) y reportó a las autoridade­s sus sospechas sobre los delitos de blanqueo de dinero que se han cometido a través de ellas.

Libia no es un estado funcional pero el Banco Central y la Compañía de Petróleo han seguido operando. Por eso ha sido clave la presión de la UE, que también ha congelado los bienes del presidente del Parlamento de Tobruq, Agiah Saleh.

Al gobierno de Serraj sólo le falta el apoyo de esta institució­n, reconocida internacio­nalmente, para controlar todo el poder político. El poder militar, por el contrario, sigue en manos de las mili- cias, mientras que el centro de la franja costera, alrededor de la ciudad de Sirte, está bajo dominio del Estado Islámico (EI).

Ha sido la proliferac­ión de las bases terrorista­s lo que convenció a la ONU, EE.UU. y la UE de que había que actuar con celeridad. Ahora el Pentágono dispone de un plan para bombardear unos 40 objetivos del EI. Espera la luz verde de Serraj que, a su vez, aguarda el apoyo de Tobruq.

Todo se puede torcer en un país donde el poder real –la fuerza militar– reside en grupos armados incontrola­bles, pero todo indica que, cuatro años después de la caída de Gadafi, los libios ven la luz al final del túnel.

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