Holanda duda de la UE
EL malhumor europeo va en aumento. Holanda, uno de los socios fundadores del proyecto europeo, votó ayer de forma más simbólica que efectiva contra el acuerdo de asociación firmado por la Unión Europea con Ucrania. Se trataba de un referéndum no vinculante cuyo principal interés era medir la temperatura al movimiento euroescéptico, que ganó por un margen de dos votos contra uno, si bien la participación apenas superó el 30%, el mínimo requerido para dar por válido el referéndum, y tan sólo alcanzó el 32%.
Tal como se temía en Bruselas, el referéndum ha sido la excusa perfecta para expresar la insatisfacción de muchos holandeses con la Vieja Europa, sometida a una tormenta perfecta de adversidades y desafíos. La ley aprobada en el 2015 obliga a Holanda a convocar referéndums consultivos si los peticionarios presentan 300.000 firmas vía internet (cifra que fue alcanzada en pocas semanas). La mala noticia es que dos de cada tres electores se quedaron en sus casas. Para la mayoría de los analistas, los euroescépticos tenían más alicientes para acudir a las urnas que quienes sólo veían en liza un asunto alejado de los problemas internos (de hecho, el acuerdo ya está en vigor de forma provisional a la espera de la ratificación de los Países Bajos, el único de los 28 estados miembros de la Unión Europea que falta).
El triunfo simbólico del no al acuerdo entre la UE y Ucrania supone un revés para el Gobierno del primer ministro liberal Mark Rutte, que hizo campaña decidida en favor del sí. Tampoco es una victoria incontestable del movimiento euroescéptico de Holanda: el asunto ha dejado indiferente a dos de cada tres electores, lo que demuestra que este tipo de consultas, tan habituales en Suiza, está lejos de ser la panacea a la desafección de muchos ciudadanos europeos con el sistema democrático tradicional. Ante el resultado del referéndum, el Ejecutivo de Mark Rutte se verá en el dilema de no darse por enterado o actuar en consecuencia, pese al carácter no vinculante de la votación.
El malestar de muchos holandeses con la inmigración y el temor a que Ucrania sea otro comensal en la mesa de la Unión Europea agravan la debilidad de Bruselas en un año calamitoso. Ni los partidarios de los derechos humanos a ultranza ni el populismo contrario a la inmigración se reconocen en esta Europa. Y en junio espera el referéndum en el Reino Unido sobre la permanencia en la UE, ciertamente no consultivo. Los partidarios del Brexit se frotaban anoche las manos a la vista de los resultados de Holanda.