El plan Suárez
El Barça encuentra la solución que tanto buscó para franquear muros defensivos
El partido que el Barça estaba disputando el martes contra el Atlético de Madrid ya se había visto antes en el Camp Nou. El déjà vu era inevitable. El fantasma del Inter de Milan de Mourinho (2010), también el del Chelsea de Di Matteo (2012), se apareció durante la primera parte encarnado por los jugadores de Cholo Simeone, un extraordinario entrenador con dotes de capataz que dirige a un equipo de marines espectacularmente organizado, programado para reducir espacios de forma coreográfica. El Barça oponía poco ante esa barrera infranqueable, recordaba a aquellas noches de impotencia en las que la posesión de balón parecía el objetivo final (la portería) en lugar del ve- hículo para llegar a él. Y cierta melancolía se apoderó del estadio. Con 0-1 se llegó al descanso.
La misma debilidad, surgida de vez en cuando durante la triunfal etapa de Pep Guardiola en el banquillo, originó en su día un agitado debate acerca de la necesidad de darle un giro al guion habitual que fuera más allá de enviar a Piqué al área rival, en versión ac- tualizada del Alexanco de los años noventa, a cazar balones aéreos.
Tito Vilanova, en su única temporada como entrenador, estuvo a punto de dar el paso. Su favorito era Aduriz, una apuesta que ahora se revela visionaria (todavía hoy, a sus 35 años, el vasco es un delantero de alto nivel, prueba de ello es su reciente convocatoria para la absoluta), pero de la que el malogrado entrenador desistió porque entendió que no valía la pena fichar a un rematador sólo como recurso de emergencia. El sistema de juego debía prevalecer y los matices se descartaron.
Leo Messi como falso delantero centro había resultado ser un estupendo invento táctico, pero el factor sorpresa fue decayendo y Mourinho y otros técnicos acabaron por diseñar aquella famosa jaula de tres puntas (dos centrales aliados con el mediocentro defensivo) en el vértice del área tan difícil de sortear. Primero el Inter, con un hombre menos (expulsión de Motta), y después el Chelsea, igualmente en inferioridad (Terry) y encima con gol de Torres, este en el último año de Guardiola, echaron al Barça de Europa gracias a la aplicación de un entramado defensivo compacto, superpoblado, más o menos marrullero pero efectivo. Gerardo Martino, más tarde, fue vencido también por el orden colchonero sin encontrar antídoto. La solución ha llegado regresando a cierta ortodoxia. Luis Enrique y Andoni Zubizarreta decidieron acudir al mercado e ir a buscar al mejor rematador del mundo del momento, que se desgastaba en el Liverpool, y el club les concedió el deseo a cambio de 82 millones de euros. Así de sencillo, así de arriesgado.
Porque el Barça apostaba por introducir en su poético engranaje un elemento distorsionador, y no por su temible falta de autocontrol, que también, sino porque futbolísticamente poco tenía que ver con el reconocible estilo Barça. A priori se buscaba con el uruguayo lo perdido años antes con el despido de Samuel Eto’o, un contrapunto más instintivo que académico, útil para adaptarse a situaciones complejas y partidos embarullados, abandonando la idea del modelo de juego como un material rígido y aportándole flexibilidad.
La apuesta ha sorprendido a la propia empresa. Suárez fue vital en la conquista del triplete y en su segundo curso suma 45 goles oficiales en poco más de 8 meses, una cifra sólo superada en el club por Ronaldo, el brasileño (47), y Leo Messi (73). Para colmo de la buena suerte, se ha convertido en amigo del alma de Messi, un plus convivencial inesperado y no siempre sencillo atendiendo a los precedentes (Ibrahimovic y otros) que ha permitido además ver al argentino desocupando el centro ya sea desde la banda o detrás del nueve, enriqueciendo su juego, despertando su lado más generoso, equilibrando su incuestionable capacidad realizadora con la de pasador.
Cuando Suárez llegó a la Liga se activó una campaña de desprestigio que le acusaba de exceso de peso. Gordo le apodan algunos jugadores en el vestuario blaugrana desde entonces tirando de ironía. El delantero uruguayo, habitual del gimnasio, es en realidad una roca difícil de tirar, por su proverbial obstinación y por su poderoso tren inferior. “Es un pesado”, bromea Alves.
El Barça le pierde para el encuentro de Anoeta por sanción, pero es probable que el descanso le siente bien. Necesita el uruguayo bajar de revoluciones después de la excitante noche del martes, con sus dos goles salvadores como hombre de área y con sus acciones antirreglamentarias a Juanfran y Filipe Luis no detectadas por el árbitro. “Hubo muchos rifirrafes, yo tuve unos cuantos”, reconoció al acabar.
JOAN JOSEP PALLÀS UN LARGO CAMINO Se habló de planByM es si se hizo falso delantero centro, pero el antídoto ha surgido de la ortodoxia: el 9 clásico
45 GOL ES EN 8 MESES Ejerce de ‘matador’ y en el vestuario le apodan ‘Gordo’; es obstinado, instintivo, difícil de derribar