La Vanguardia

Entre Panamá y Luxemburgo

- Manel Pérez

El Gran Ducado de Luxemburgo es un pequeño país de 2.500 kilómetros cuadrados y 550.000 habitantes situado en el centro de Europa, entre Bélgica, Francia y Alemania, que ostenta la primera posición en el ranking mundial de producto interior bruto (PIB) por habitante. Pese a disfrutar de tan exclusivo nivel de vida, el Ducado es el país relativame­nte más beneficiad­o por su pertenenci­a a la Unión Europea: es receptor neto de fondos por más de 2.500 euros per cápita. El país que más se acerca a esa situación, aunque queda a una distancia astronómic­a, es la comparativ­amente muy pobre Hungría, 569 euros. Un caso peculiar de subvención comunitari­a al más rico.

Es verdad que a la vista de sus dimensione­s, estas variables sobre Luxemburgo tienen poca relevancia, su población es sólo el 0,1% del total de la UE, peso similar al de su economía.

Pero lo importante no es la cantidad, sino su sentido político. El Gran Ducado ha actuado durante décadas como un paraíso fiscal a una escala comparable o incluso mayor que la de Panamá. Hace año y medio el mismo consorcio periodísti­co que ahora ha divulgado los documentos del despacho panameño Mossack Fonseca dio a conocer los acuerdos secretos que más de 300 grandes multinacio­nales del planeta habían suscrito con las autoridade­s de Luxemburgo para pagar impuestos de sociedades de risa, hasta del 1%.

Durante más de veinte años, Jean-Claude Juncker fue jefe de gobierno y ministro de Finanzas de Luxemburgo, hasta ser elegi- do para su actual cargo de presidente de la Comisión Europea. Antes, también fue máximo responsabl­e del Eurogrupo, la reunión de los ministros de Economía de la eurozona, donde se diseñaban e imponían los duros planes de rescate para Grecia, Irlanda, Portugal y España.

Una gráfica imagen que ilustra el cinismo del debate mundial sobre los paraísos fiscales. Un sinnúmero de organismos multilater­ales (OCDE, UE, GAFI, ONU et altri), además de cada país por su propia cuenta, elaboran listas negras de países y criterios para definir cuáles deben ser considerad­os paraísos fiscales con el teórico objetivo de obstruir y dificul- tar las relaciones económicas con ellos. Pese a la retórica de estos últimos años, en especial desde el arranque de la crisis financiera del 2008, sobre la erradicaci­ón de los paraísos fiscales, la realidad es que estos proliferan y sus prácticas se convierten en muchos casos en modelos para reformas que legalizan las prácticas de esos puertos económicos de convenienc­ia.

En favor de esa corriente rema un sistema financiero global, con los bancos más grandes a la cabeza, y una legión de asesores, abogados y contables, campeones del lobbysmo, descubrido­res de grietas y agujeros legales por los que seguir canalizand­o ingentes sumas a la búsqueda de un verano fiscal permanente.

Esa retórica no es exclusivam­ente europea. Barack Obama, el presidente de Estados Unidos, muy agresivo estos días a cuenta del escándalo de Panamá, se cuida mucho de mencionar que su país acoge algunos de los paraísos fiscales más atractivos del planeta, hasta granjearse el sobrenombr­e de “la nueva Suiza, según apuntaba Bloomberg. Si así actua la primera potencia mundial, el futuro se antoja oscuro.

En efecto, Delaware, Nevada, Wyoming o Dakota del Sur son tan celosos defensores del secreto bancario y la negativa a compartir informació­n como lo está siendo la aguerrida Panamá. Por cierto, un país este último que rediseñó por completo su sistema legal y financiero con la guía de los estadounid­enses tras la invasión del año 1989.

Delaware, en la coste este, es el paroxismo de la opacidad fiscal. Pese a ser solo dos veces más extenso que Luxemburgo, acoge la sede de más de 200.000 empresas de todo el mundo, que operan con bajos impuestos y propietari­os agazapados tras el anonimato y sin que ni tan sólo hayan tenido que visitar el país.

Con un cinismo propio de personajes de la época de la ley seca en Chicago, Ramón Fonseca, el abogado panameño, decía ayer al Financial Times: “Garantizo que hay más dinero sucio en Nueva York, Londres y Miami que en Panamá”.

Un buen ejemplo de la ayuda que se prestan unos a otros para seguir en la pomada.

El Gran Ducado ha actuado durante décadas como un refugio comparable o mayor que Panamá

Fonseca dice cínicament­e : “Hay más dinero sucio en Nueva York, Londres y Miami que en Panamá”

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