La Vanguardia

EL ALA ESTE DEL PALAU DE LA GENERALITA­T

Tampoco Puigdemont ha querido vivir en la Casa dels Canonges, residencia de los presidente­s de la Generalita­t, y se traslada cada día desde Girona.

- SILVIA HINOJOSA PEDRO MADUEÑO (FOTOS) Barcelona VEA LA FOTOGALERÍ­A DE LA CASA DELS CANONGES http://goo.gl/RQ2bvD

Carles Puigdemont vive cerca de Girona, pero siendo presidente de la Generalita­t podría vivir en un palacete del siglo XIV, en pleno barrio gótico de Barcelona. Es el ala este del Palau de la Generalita­t. La Casa dels Canonges, que fue la residencia oficial de los presidente­s Macià, Companys y Tarradella­s, ha estado a disposició­n de todos los titulares de la institució­n, aunque ninguno más se ha instalado allí. Lo que sí han hecho es utilizar la casa para dormir en días sueltos, quedarse mientras hacían obras en su vivienda o durante el verano, o para celebrar reuniones y comidas privadas o de trabajo. Todo está siempre a punto para lo que necesite el presidente de la Generalita­t, como en cualquier otra residencia oficial. Un equipo de diez personas, capitanead­o por Gaietà Enrich, el discreto responsabl­e de la residencia, forma el personal encargado de la limpieza, cocina y servicio en general. “La casa está organizada como si el president y su familia vivieran aquí, no hay sorpresas, pueden venir cuando quieran”, asegura Enrich.

La Casa dels Canonges forma parte de un conjunto residencia­l de casas próximas a la catedral, entre las calles Bisbe, Pietat y Paradís, en las que hace más de seisciento­s años se instalaron monjes que abandonaro­n la clausura, y de ahí viene el nombre. En realidad, son las Cases dels Canonges. Desde la calle aún se pueden ver los límites de las antiguas viviendas, que tenían una planta semisubter­ránea, planta baja y tres pisos, todo organizado en torno a un patio abierto. En los años veinte del siglo pasado el conjunto fue ampliament­e restaurado y reformado, para unificar la planta interior, en la que hay ocho patios, y se añadieron elementos de estilo gótico. La entrada principal está en el número 4 de la calle del Bisbe.

Pero la Casa dels Canonges tiene también otro acceso, desde el Palau de la Generalita­t, por el puente que se construyó en 1928 para unir ambos edificios. Un enjambre de turistas pasa a diario bajo ese puente de la calle del Bisbe, bajo la atenta mirada de un Sant Jordi a caballo, esculpido en piedra en la fachada gótica de la Generalita­t. El caballero monta guardia desde el siglo XV, pero el elemento más fotografia­do del barrio es el puente, con su balcón falsamente gótico y la enigmática calavera incrustada en su parte inferior, rodeada de leyendas. El puente, por el que han pasado todos los presidente­s, marca los límites de su intimidad. Cuando el jefe del Ejecutivo está en la Casa dels Canonges es porque quiere privacidad, ya sea para estudiar unos documentos, mantener una reunión de trabajo o para una actividad totalmente privada. “Del Palau hacia aquí todo, pero de aquí hacia el Palau, nada”, dice Gaietà Enrich, en el recibidor de la casa, en la que lleva trabajando más de treinta años.

La vivienda tiene unos 400 metros cuadrados habitables, distribuid­os en tres niveles. En la planta baja está el despacho del president, tal y como estaba en la época de Francesc Macià, el primer titular de la Generalita­t recuperada, que murió entre estas paredes –en rea-

lidad en su dormitorio–, el día de Navidad de 1933. El despacho del president tiene una senyera en el balcón que da a la calle del Bisbe y en la pared del fondo hay un tapiz del siglo XVI. Justo delante, la mesa en la que hoy se sientan a trabajar los presidente­s es la de Lluís Companys; Josep Tarradella­s, a la vuelta del exilio, la hizo traer del gobierno militar, adonde se la habían llevado en los oscuros años del franquismo, cuando el Palau de la Generalita­t se transformó en el Palacio de la Diputación. En la primera planta hay también una sala de reuniones y, al otro lado del pasillo, el comedor de diario, con un pequeño sofá y una mesa redonda, en la que el president puede comer algo rápido si está solo o acompañado de un grupo reducido de colaborado­res, como suele hacer ahora Carles Puigdemont. “Nosotros siempre contamos con que el president puede venir a comer, aunque no esté previsto puede cambiar de planes e incluso traer algún invitado; se hará una cosa sencilla, verdura, algo a la plancha y fruta, pero aquí no existe el no, y el ajo tampoco”, resume Enrich.

Las tres plantas están comunicada­s por una escalera y un ascensor interior, del año 1931, en el que caben justo tres personas. En el segundo piso están los dos dormitorio­s de la casa. Uno es la suite del president, en la que han pernoctapi­so do todos los molt honorable. Tiene una salita, con una mesa pequeña y un sofá, pero la pieza más interesant­e es el baño de espejos que decoró en los años setenta Manolo Muntañola por encargo de Bibis Salisachs, la esposa del entonces presidente de la Diputación Juan Antonio Samaranch, otro inquilino de la casa. “Todos han ido dejando su huella y algunas cosas se han querido cambiar pero en el último momento se ha dejado correr por motivos de presupuest­o”, explica el responsabl­e de la residencia. El baño de espejos sigue ahí, ofreciendo a los presidente­s un reflejo a cuatro bandas, aunque todos ellos han hecho en algún momento planes para redecorarl­o. Como anécdota, en la época de Jordi Pujol se hicieron tres partidas presu- puestarias para reformar el Palau de la Generalita­t, la casa de Sant Honorat y una tercera para la Casa dels Canonges, incluido el famoso baño, pero esta última no pudo hacerse porque hubo una emergencia y se tuvo que coger ese dinero. Pero Pujol sí pudo llevar adelante otras modificaci­ones, como recuperar las baldosas originales –de cuando el edificio era del obispado–de la segunda planta y cambiar el suelo por parquet en el superior, donde también renovó la tapicería de los sofás.

En la segunda planta hay aún otra habitación, pequeña, en la que dormía Montserrat Tarradella­s, la hija del último president que se instaló en los Canonges. En este caso, el baño adyacente es totalmente convencion­al. Y en la casa hubo también un pequeño cine, en una sala, con cuatro o cinco hileras de pocos asientos, en desnivel, con una pantalla grande y proyectore­s, que estuvo en uso hasta que llegó el vídeo.

La planta superior es un espacio abierto y luminoso. Allí está el antiguo salón de música, con un piano Steinway de media cola, de 1956, por supuesto afinado. En esta zona hay también unos tresillos para sentarse a conversar o tomar algo, junto a una mesa redonda en la que se pueden celebrar almuerzos más formales. Varios cuadros de Urgell y de Meifrén se cuentan entre las piezas más valiosas, junto a una caja de marfil que explican que ha estado siempre ahí, sobre una mesa baja, y que nadie sabe de dónde ha salido. En la época del president Pasqual Maragall, aquí almorzaba todos los lunes el estado mayor del tripartito. José Montilla también reunía por aquí a su equipo. Y unos metros más allá hay otro comedor, con cuadros de bodegones en las paredes y una mesa grande y ovalada de color negro, en la que Jordi Pujol celebraba las reuniones del Consell Executiu en los primeros años de su mandato. En esta misma planta hay también una mesa para dos en la que más de un día desayunaro­n Artur Mas y Helena Rakosnik.

Se oyen las campanas de la catedral. Arriba está la azotea. Y desde una ventana se ve la zona inferior de servicios, con la cocina y el cuarto de la lavadora y la secadora. “En esta casa siempre hay trabajo, hay mucho que lavar y planchar. Todos los presidente­s se han quedado aquí con la familia, se hacen suyo el espacio y tú también vas cogiendo confianza y aprecio, y luego se van y es un golpe...”, admite Gaietà Enrich. Muy cerca está la biblioteca, de aspecto más bien desangelad­o, con los estantes prácticame­nte vacíos. Cada presidente tiene sus libros y se los lleva cuando se va; quedan algunos ejemplares y un pintoresco juego de ajedrez que alguien dejó atrás.

La última sorpresa en esta planta la ofrece un descansill­o de la escalera interior: una puerta que da nuevamente al puente de la calle del Bisbe, pero por la parte superior, que está a cielo descubiert­o. El bullicio de la calle llega muy amortiguad­o. La pared que se ve enfrente, a escasos metros, es del Palau de la Generalita­t y se dice que por aquí también se comunicaba­n los dos edificios, pero si es así ahora el acceso está tapiado y sólo se ve una ventana con rejas.

“Desde que esto era del obispado hasta que pasó a la Generalita­t ha tenido diversos usos –explica Gaietà Enrich, antes de despedirse–. Aquí abajo, al nivel de la calle, había una lampisterí­a, el señor Canals tenía uno de esos alquileres de toda la vida, según me explicó su hijo, y aún vi cajas de herramient­as con esta dirección: Bisbe,4”.

Así es. En la planta baja de estas casas también se instalaban talleres o comercios. En el lado de la calle Pietat, los monjes tuvieron alquilado un local a un carnicero judío; aún se ven a ras de suelo las rejillas de ventilació­n. Justo al lado, hay otra puerta de acceso a la Casa dels Canonges. En el interior, donde había estado la Escola de Bibliotecà­ries, están ahora las dependenci­as del polémico Departamen­t d’Afers i Relacions Institucio­nals i Exteriors de la Generalita­t, como indica una senyera en la ventana del despacho del conseller Raúl Romeva. Esta parte fue remodelada hace sólo unos años como zona de despachos. En el amplio patio interior, junto a la escalera que lleva a la casa del president, se ven unas rejas a ras de suelo. Hay leyendas de todo tipo sobre los túneles de la Casa dels Canonges, y supuestame­nte por allí hay uno al Palau y otro al Parlament, pero los siguen buscando...

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Dos trabajador­as bajan un mantel de hilo que acaban de planchar, para vestir la mesa del comedor que hay en la planta baja
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PEDRO MADUEÑO
 ??  ?? Un espacio para conversar, en el antiguo salón de música
Un espacio para conversar, en el antiguo salón de música
 ??  ?? La entrada principal; la puerta da al puente de la calle del Bisbe
La entrada principal; la puerta da al puente de la calle del Bisbe
 ??  ?? El despacho del president, con la mesa que fue de Companys
El despacho del president, con la mesa que fue de Companys
 ??  ?? El comedor de diario, en la primera planta
El comedor de diario, en la primera planta
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El puente de la calle del Bisbe es lo más fotografia­do del Gòtic
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Otro comedor, en la tercera planta, para ágapes especiales
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ARXIU GENERAL DE LA DIPUTACIÓ DE BARCELONA Escola de la Dona en la Casa dels Canonges (1932)

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