Petróleo, futuro negro
Los capitales financieros salen de la industria energética ante las perspectivas de baja rentabilidad
El sector de los carburantes está sufriendo la tormenta perfecta, consecuencia de una caída vertiginosa de los precios del barril combinada con el creciente interés por encontrar alternativas ecológicas a la principal fuente energética del último siglo; una situación que provoca numerosos despidos, desinversiones e incluso quiebras en uno de los sectores históricamente más boyantes.
“Hay un océano de petróleo bajo nuestros pies. No es una locura querer sacarlo y hacerse millonario de la noche a la mañana”. Así hablaba el protagonista de la película Pozos de ambición (2007), ambientada en el descubrimiento del oro negro en California a principios del siglo XX.
Un siglo después, ni hay un océano de crudo bajo los pies, ni es fácil hacerse millonarios. Es más:
ROCKEFELLER La familia fundadora de la Standard Oil sale de Exxon y del negocio del petróleo
CRISIS DE BENEFICIOS La industria de EE.UU. perdió en el 2015 más de lo que ganó en los ochos años anteriores
los millonarios se marchan. Hace unos días la familia Rockefeller anunció que salía del sector de las energías fósiles. Una decisión simbólica, ya que un miembro de su clan, John D. Rockefeller, fue el fundador de Standard Oil, hoy conocida como Exxon.
“Mientras la comunidad global está trabajando para eliminar el uso de los combustibles fósiles, tiene poco sentido, tanto desde el punto de vista financiero como ético, seguir manteniendo inversiones en estas compañías. La historia debe seguir su curso, como tiene que ser”, dicen en un comunicado.
Su participación estaba valorada 6,8 millones de euros, una minucia para el patrimonio de la familia. Pero Rockefeller no está sola. Según cálculos de Arabella Advisors, 181 instituciones y go- biernos locales, además de otros 656 inversores particulares, han retirado 43.000 millones de euros de las empresas de energía fósil en los últimos meses.
Hace unas semanas el Departamento de Comercio de EE.UU. proporcionaba unos datos inquietantes sobre la situación: las empresas mineras y petroleras del país perdieron en el 2015 más dinero que todo lo que ganaron en los ocho años anteriores, cerca de 200.000 millones de euros.
El año pasado casi setenta empresas de crudo y de gas solicitaron el concurso de acreedores en EE.UU., un 400% más respecto al año anterior, según el Institute for Energy Research. El sector perdió 258.000 empleos alrededor del mundo y para finales de este año una de cada tres empresas podría irse a la quiebra.
Para evitar el colapso, las empresas han sacado la tijera. La consultora Wood Mackenzie estima que este año se van a aplazar proyectos valorados en 444.000 millones de euros. La firma IHS
eleva la cifra de inversiones congeladas hasta 870.000 millones. “Cada vez más personas ya hablan de cancelar en lugar de posponer”, advierten.
Paul Speeding, antiguo jefe de análisis del banco HSBC, cree que no es un fenómeno de carácter coyuntural, sino estructural. “En cuanto esta presión vaya aumentando sobre los gobiernos para que luchen contra el cambio climático, la demanda para los carburantes fósiles descenderá progresivamente. Y esto puede deprimir los precios durante un tiempo superior a lo que ha previsto la industria. Quizá para siempre”
Un informe de Carbon Tracker Initative estima que en la actualidad muchos proyectos petroleros de alto coste tendrán dificultades para adaptarse a estos nuevos escenarios. Según sus investigaciones, el billón de euros de gasto de capital presupuestado para el 2025 sólo será rentable si el precio de mercado es superior 95 dólares por barril. Hoy el barril está en 40 dólares. Asimismo, muchos de estos proyectos plantean importantes desafíos técnicos (prospección a gran profundidad submarina, arenas bituminosas, los hielos del Ártico) o se encuentran en zonas con riesgo geopolítico (Nigeria, Venezuela, etcétera). Con los precios actuales, sólo el 20% de los nuevos descubrimientos tiene viabilidad comercial.
Los Rockefeller dicen que en estas circunstancias “no hay ningún motivo racional para que las compañías sigan explorando nuevas fuentes de hidrocarburos”. Y es algo que ya está ocurriendo. La firma Douglas-Westwood estima que en el próximo cuatrienio las exploraciones submarinas caerán un 35%. En el 2015, Shell y Exxon sólo pudieron reemplazar el 75% de su producción: la peor caída de inventarios de la última década.
Para Andrew Grant, analista de Carbon Tracker, “en el futuro habrá petroleras más pequeñas que se gestionarán de forma más eficiente. Se irá abandonando todo lo que es muy costoso porque dejará de ser rentable. Se centrarán más en crear valor que en conseguir volúmenes”. Ciertamente, su era dorada ya sólo sale en las películas.