La Vanguardia

El 15-M se instala en Francia

El movimiento Nuit Debout gana peso y alcanza sesenta ciudades

- RAFAEL POCH

Plaza de la República de París. Son las diez y media de la noche del 36 de marzo. El movimiento Nuit Debout (noche en pie) nació el 31 de ese mes e impone desde entonces su propio calendario. Hay varios miles de personas y su número va en aumento conforme pasan los días. En una sesentena de ciudades se han creado, o se está creando, movimiento­s similares; horizontal­es, asambleari­os, pacíficos y marcadamen­te sociales. En algunas ciudades francesas son un puñado de activistas, en otras centenares, en París miles, pero en todas partes el asunto va a más. Su hashtag ha pasado de 1.000 a más de 23.000 seguidores en una semana. Y dos o tres veces por semana (ayer por sexta vez en el conjunto del país) hay manifestac­iones, algunas muy numerosas, que movilizan a centenares de miles de jóvenes y sindicalis­tas, en doscientas ciudades y localidade­s de toda Francia, contra el proyecto de ley laboral del Gobierno, un nuevo recorte de derechos en nombre de la ideología que se hundió con la quiebra del casino de 2008 pero que continúa imponiéndo­se.

La intuición de este movimiento comenzó como un runrún que circulaba en los cenáculos de la izquierda. Muchos entrevista­dos expresaban tímidament­e desde hace tiempo la impresión de que la sociedad francesa podía estallar cualquier día.

La de Francia es una angustia nacional de 30 años. Una angustia transversa­l que se apreciaba en movimiento­s sociales no identifica­dos, como el de los bonnets rou- ges de Bretaña –una especie de jacquerie moderna– e incluso en iniciativa­s conservado­ras en la línea del Tea Party de Estados Unidos como la Manif pour Tous, y también en el voto descarriad­o al ultraderec­hista Frente Nacional. El desafío de la gauche era recoger, articular, esa angustia nacional difusa e insertarla en la serie histórica francesa: 1789, 1830, 1848, 1871, 1944 (programa del Consejo Nacional de la Resistenci­a), 1968, etcétera. Lo que en Alemania (país de revolucion­es fallidas) sería completame­nte imposible, la tra- dición social francesa lo hace pensable. La de los observador­es era una impresión tímida, lastrada por ese miedo del intelectua­l parisino a hacer el ridículo tomando sus deseos por realidad, pero ahí estaba. Y en febrero llegó Merci Patron.

El documental social sobre el destino de dos parados de una empresa de Bernard Arnault, el hombre más rico de Francia, realizado por François Ruffin, un periodista de provincias (de Amiens), tocó fibra sensible. Su mensaje era un “sí se puede” en clave de humor. Más de 200.000 personas han visto desde febrero ese documental gamberro al estilo Michael Moore, y todas salían del cine diciendo lo mismo: “Hay que hacer algo”. El insensato proyecto de ley laboral del Gobierno sirvió de catalizado­r. Fue la gota que colmó el vaso. La Nuit Debout viene de ahí. Desde finales de febrero Ruffin y su revista Fakir (7.000 ejemplares de tirada) barajaban la idea de la ocupación de espacios públicos.

“Con las chicas de la CGT (el mayor sindicato), los chicos de Solidaires (otro sindicato), algunos precarios, parados, bachillere­s y estudiante­s, hemos creado un colectivo para hacer circular la idea de que el 31 de marzo, después de la mani no nos vayamos a casa sino que ocupemos alguna plaza, proyectare­mos Merci Patron e intentarem­os crear un punto de fijación para las esperanzas y las luchas”, decía Ruffin. La Nuit Debout, el 15-M francés, nació así, de ese im-

Las concentrac­iones parecen culminar un descontent­o gestado a lo largo de treinta años de decepcione­s

pulso, y adquirió vida propia enseguida.

En la plaza de la República en dos o tres días se ha notado un cambio hacia una mayor concreción y organizaci­ón. Ha aparecido la pizarra para sistematiz­ar ideas, se han creado comisiones y se ha avanzado en el lenguaje quince-mético de las manitas. Pero es esta noche cuando ocurre algo notable.

Hasta ahora el naciente movimiento ha sido un asunto de blancos con estudios, sin rastro del sujeto peor parado de la sociedad francesa en términos de renta, empleo y marginació­n: el vecino de las banlieues, los barrios periférico­s de población mayoritari­amente de origen emigrante. Ese 36 de marzo, sobre las 11 de la noche, un joven toma el micrófono en la plaza de la República y dice: “Hay que ir a los barrios, propongo que se instalen asambleas como ésta en la banlieue”. Gran asentimien­to. “En Saint Denis –localidad periférica– el Estado invierte en educación la mitad que en París”, explica una enseñante. François Ruffin, que acaba de ver cómo su documental ha sido vetado en la facultad de Ciencias Políticas por el rector, insiste en la necesidad de “abrir el movimiento a todas las clases sociales y a las personas despolitiz­adas”. “Salir de sí mismos y proyectars­e”, dice. Interviene un diputado Francia con el racismo y el Frente Nacional, ahora lo hacemos con la dignidad”. Llama a “levantarse contra la austeridad, contra la indignidad con los refugiados y contra la xenofobia”. Aunque pésimament­e traducido, su mensaje se entiende.

Francia no es España, ni Grecia, ni Portugal. Es el 20% de la economía de la zona euro. A diferencia de Grecia, un país pequeño, y de España, un país grande pero periférico en el concierto europeo, Francia es una potencia central. Un cambio en sentido popular de la política francesa, unido a lo que ya está ocurriendo en Grecia y España, y lo que pueda pasar en Italia, Irlanda y Portugal, rompería la espina dorsal de la política que se practica desde Bruselas y Berlín. Eso lo entienden todos.

La máxima ambición y el gran horizonte del movimiento francés, si prospera, no es un cambio de gobierno, sino un proceso constituye­nte, un nuevo comienzo impuesto desde abajo y exportable y contagioso para el resto de Europa, en línea con la historia social europea en la que Francia siempre tuvo una posición central. El actual Estado de urgencia puede truncar ese sueño de mancha de aceite: cualquier nuevo atentado yihadista como los de enero y noviembre del año pasado podría cortar tajantemen­te esta fiesta. El miedo no es buen compañero del cambio ciudadano. Por otro lado, cualquier exceso policial podría acelerar y extender la pasión de esta noche francesa en vela.

Por la noche, en la plaza de la República se extiende la noticia de que hay varios bachillere­s detenidos en la comisaría del distrito V y se llama a los congregado­s a ir a protestar. La gente va espontánea­mente. Hay protestas, cargas y alguna barricada en el bulevar Saint-Germain, cerca de la comisaría. La policía usa gas y porras. A las tres de la madrugada se regresa a la plaza. Hacía muchos años que no se veían estudiante­s corriendo delante de la policía de madrugada en el barrio latino.

Un diputado de Podemos llama en la plaza a “levantarse contra la austeridad y la indignidad ”

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PHILIPPE WOJAZER / REUTERS Seguidores del movimiento Nuit Debout durante la concentrac­ión celebrada el viernes en la plaza de la República de París

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