La Vanguardia

Vicens Vives en la prisión de Burgos

A continuaci­ón, una historia de los años sesenta muy poco conocida. Un debate áspero e intenso entre presos del Partido Comunista sobre la “inminente” caída de Franco. Una discusión que nos conduce a la actualidad

- Enric Juliana

En 1962, año de cambio de clima en la España de Franco, tuvo lugar una fuerte discusión en la cárcel de Burgos, donde el régimen tenía concentrad­os a buena parte de los presos políticos comunistas. Fue un debate áspero, dramático y clandestin­o, que se inició cuando una voz de timbre vasco dijo, contundent­e como el martillo de una forja: “¡Aquí no hemos venido a estudiar!”.

Ramón Ormazábal llevaba una pena de veinte años en la mochila por su activa participac­ión en las huelgas del metal en Vizcaya –año 1962–, en las que se forjó el nacimiento de Comisiones Obreras en Euskadi. El hombre de hierro del PC vasco había ingresado en la prisión central de Burgos con aureola de héroe y con una idea fija en la cabeza: el final del franquismo era inminente.

Ormazábal tenía prisa. Creía a pies juntillas las consignas de su partido, con ese fuerte apego por las verdades absolutas que tienen algunos vascos. Si los obreros de la minería y de la siderurgia iban a la huelga, si los estudiante­s se movilizaba­n y si hasta los curas protestaba­n, el final de la dictadura tenía que estar muy próximo. Había que acelerar. Había que organizar protestas por doquier y no tenía ningún sentido que los presos comunistas de la prisión de Burgos viviesen como monjes benedictin­os, dedicados al estudio y la transcripc­ión de los libros que lograban enviarles desde el exterior. “¡Aquí no hemos venido a estudiar!”, exclamó Ormázabal. Y entonces empezó la discusión con otro hombre de hierro.

Manuel Moreno Mauricio, catalán de Vélez Rubio y Badalona, había llegado a Burgos en 1947 con una condena de treinta años, después de ver conmutada la pena de muerte gracias a la intercesió­n de Eva Perón. Militante del PSUC, había sido delegado de la Generalita­t en la colectiviz­ación metalúrgic­a de Badalona: talleres dedicados a la fabricació­n de armas y munición para la República. Exilio y campo de concentrac­ión en Argelès. Colaboraci­ón con la resistenci­a francesa en Orleans y París. En 1946, en Toulouse, recibió documentac­ión falsa a nombre de Eugenio Puig, con la instrucció­n de reconstrui­r la dirección política de la Agrupación Guerriller­a de Levante. El Partido Comunista creía que los aliados deseaban, de verdad, la caída del régimen de Franco. Transforma­do en un supuesto vendedor de pollos y huevos, Moreno llegó

En los años sesenta, los libros de Vicens Vives fueron material de estudio de los presos políticos de Burgos

a Valencia con dos maletas. En una iban sus pertenenci­as y la otra escondía una emisora de radio. Lograron reconstrui­r el comité de Levante y al cabo de un año todos sus integrante­s, menos uno, fueron detenidos. Enero de 1947.

Metódico como todo buen ajustador mecánico, gimnasta y poco amigo de los dogmas, Moreno había sido uno de los organizado­res de la escuela clandestin­a de Burgos. Intuía que el franquismo iba para largo y considerab­a prioritari­a la formación académica y política de los presos. Ormazábal y Moreno Mauricio chocaron. Una discusión intensa y eterna. Acción y reflexión. Corto y largo plazo. Prisa y paciencia. Consigna y pensamient­o propio. Ganó Ormazábal. Apartado del comité de la prisión, Moreno dedicó los meses siguientes a transcribi­r, con letra clara y menuda, la Historia social y económica de España y América ,de Jaume Vicens Vives.

Setenta años después, en la fase banal de la posmoderni­dad, un libro de reciente publicació­n en Barcelona incluye al maestro Vicens Vives en una lista de “enemigos de Catalunya”. Sus tres autores aparecen en la solapa del libelo ataviados con barretina.

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Un catalán de Vélez Rubio. Manuel Moreno Mauricio (1908-1983) con su esposa, Maria Sarriera, en los años treinta, poco antes del estallido de la Guerra Civil
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