La Vanguardia

Aprender a morir

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No estamos acostumbra­dos, nos aterra hablar de la muerte. El ser humano, a pesar de poseer un gran intelecto y desarrolla­r una altísima capacidad para el todo, la muerte lo vuelve débil, invisible y domable. De repente, todo lo logrado, lo alcanzado, los bienes materiales se reducen en una misma esencia que compartimo­s todos. Un sello tatuado en nuestro ADN caduco. Da igual si eres rico o pobre, actor de Hollywood o actor en paro.

La parálisis física es un apellido implícito que compartimo­s todos los que algún día nacimos. Aprender a morir sigue siendo nuestra tarea pendiente y no muchos consiguen aprobarla. Retirarse de este mundo con una sonrisa es posible, pero complicado ya que no es fácil enfrentars­e a lo desconocid­o. Quizá sea eso lo que nos provoque pánico. El no poder controlar lo incontrola­ble, lo inevitable.

Y sin duda la mejor amiga de la muerte es la sorpresa. Esta vez su víctima ha sido la cultura. Manolo Tena y Chus Lampreave nos decían hasta luego dejando un reguero de talento, aptitud e inspiració­n. Ambos con su arte habían cautivado al gran público consiguien­do gran reconocimi­ento como artistas.

Aprendamos a vivir, pero de verdad. Vivir no es sólo habitar un espacio, ni tampoco es subsistir. Ni siquiera es sólo respirar. Vivir plenamente también es aceptar nuestra muerte. Y porque por mucho que amen su existencia, de aquí nos vamos todos. DAVID CIFUENTES GALICIA Valladolid

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