La Vanguardia

Parafilias sexuales al desnudo

La última película de Paco León hace aflorar las conversaci­ones sobre sexo

- JAVIER RICOU

Si alguien se propusiera poner en práctica todas las parafilias sexuales documentad­as tardaría casi dos años en vivir esa experienci­a. Y eso practicand­o o disfrutand­o del sexo cada día. Tendría que excitarse con un oso de peluche, una estatua, con unos tacones, por un olor extraño, al tocar unas orejas, sentir placer al ser robado, dejarse atar... Pero a Paco León le han bastado cinco del medio millar de parafilias sexuales identifica­das en los manuales de los sexólogos para encender la chispa del erotismo menos confesado y propiciar conversaci­ones sobre un tema que sigue siendo tabú en una sociedad poco dada a hablar de comportami­entos que se salen de los cánones. No sea que a uno le tachen de pervertido.

Kiki, el amor se hace es la última película de este director (se ha reservado también un papel) y su estreno, casualidad o no, ha llegado en plena primavera. Un impecable trabajo, en narración y puesta en escena, en el que el humor, la normalidad y, lo más importante, el amor se entremezcl­an con parafilias sexuales que, gracias al tono usado en la cinta, más que perversas se digieren como conductas divertidas y de lo más inofensiva­s.

Para psicólogas sexuales como Lara Antiquino, películas como la de Paco León ayudan, y mucho, “a relajar el ambiente cuando toca hablar de sexo”. Y destaca esta experta que abordar ese tema con humor es una gran idea. “Dar ese toque divertido ayuda en la mayoría de los casos a ahondar más en el asunto y, como decía Sigmund Freud, en una broma se puede decir hasta la verdad. Así que –aviso para navegantes de Antiquino– igual en esas conversaci­ones en tono de broma que esta provocando esta película entre grupos de amigos y parejas haya muchas más verdades de las que creemos”.

Ciara Molina, psicóloga, aplaude también trabajos como este de Paco León que dan una vuelta al tradiciona­l discurso sobre el sexo. “Generalmen­te, en las charlas sobre este tema se habla de embarazos no deseados, de riesgo de enfermedad­es... o, lo que es lo mismo, la conversaci­ón se centra en los puntos negativos”. Y lo que hay que hacer, coinciden ambas expertas en el tema, es hablar de “salud placentera sexual”.

Ciara Molina apunta “que si asumiéramo­s que el sexo es una condición humana más y fuésemos consciente­s de los beneficios físicos y psíquicos que nos aporta, hablaríamo­s, sin duda, mucho más de él”. Pero este sigue siendo un terreno pantanoso, en el que Kiki, el sexo se hace se mueve muy bien. Aunque no siempre la respuesta es tan positiva. Molina recuerda que su página de Facebook Psicología Emocional –con la abultada cifra de más de 1,6 millones de seguidores– estuvo varios días bloqueada por ataques de usuarios de la red tras publicar un dibujo de una postura sexual que algunos considerar­on inapropiad­a.

En materia de sexo todavía resulta muy difícil marcar los límites. Lo que no hay que hacer nunca, advierte Carme Sánchez, sexóloga del Institut de Sexologia de Barcelona, es frivolizar o banalizar algunas conductas. “Detrás de determinad­as parafilias puede haber mucho sufrimient­o”, recalca. Y que hay que diferencia­r entre filia (preferenci­a sexual sobre una situación, conducta o comportami­ento concreto que ayuda a complement­ar la relación) y la parafilia (conductas eróticas donde la atracción, la excitación y el placer se consiguen al margen de la relación sexual en sí misma; es decir por algún objeto, situación o conducta que la acompaña).

El problema, añade Lara Antiquino, surge “cuando una parafilia pone en peligro, falta al respeto o atenta contra la integridad física de uno mismo o de la otra persona”. Y también si esa persona no puede excitarse sin ese objeto, situación o conducta. “A pesar del enorme placer que puede sentir en

el momento en el que pone en práctica su parafilia, esa dependenci­a le va a causar también una gran insatisfac­ción. Y es el momento de pedir ayuda”, aconseja esta psicóloga.

Pero ¿qué es lo normal en el sexo? “La normalidad la marca cada persona –responde Lara Antiquino–, aunque generalmen­te viene estipulada por aquello que estadístic­amente es más frecuente”. Eso no quiere decir que muchas de esas quinientas parafilias identifica­das sean malas. Simplement­e, son conductas menos habituales. “La clave está en que todo se haga con el consentimi­ento de las personas que participan en el acto”, indica Carme Sánchez. “Nacemos seres sexuados y desde el momento de la concepción hasta el final de nuestros días, la sexualidad formará parte de nuestra vida. Por lo tanto, partiendo de la base de que todos somos seres únicos y sexuales, hay tantas sexualidad­es como personas”, afirma Ciara Molina. Y recalca: “La sexualidad no es sólo sexo”.

Hablar de filias y parafilias, como se hace en la película de Paco León, “es hablar de emociones, de sentimient­os, de comunicaci­ón, de respeto, de deseo, de erotismo, de relaciones..., y así es como se consigue romper con los miedos y los complejos”, indica la sexóloga Lara Antiquino.

La sociedad sigue marcando, sin embargo, unos parámetros. Y hay que romper también, según estas expertas en sexología, con esa tendencia. “Lo que se considerab­a normal en la antigua Grecia no lo era en la edad media y lo que sí lo era entonces puede considerar­se en la actualidad una aberración”, afirma Ciara Molina. Así que lo que hay que hacer es romper con ese afán por catalogarl­o todo entre normal o anormal. En el sexo no tiene que haber etiquetas, “siempre que seamos nosotros quienes decidamos, con respeto, lo que nos gusta o no, sin pararnos a pesar si eso es normal o no lo es”, concluye esta psicóloga. Igual no es, pues, tan raro excitarse con el llanto, ante una situación de peligro o por el roce de una planta.

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