La Vanguardia

El dictador que deportaba a los andaluces

- Miquel Molina mmolina@lavanguard­ia.es

En la familia se contaba una historia a la que costaba dar crédito. Refería el drama que vivieron los andaluces que en los años 50 emigraban a Barcelona. Pese a ser ciudadanos españoles en posesión de todos sus derechos, la Policía Armada los detenía y los internaba en un pabellón de Montjuïc. Si nadie respondía por ellos, los volvían a subir al tren y los devolvían a Andalucía.

En este punto entraba en acción el pariente policía, también inmigrante, llegado a Barcelona durante la República. El agente se personaba en el pabellón cada vez que le informaban de la llegada de vecinos de su pueblo, en Jaén. Haciendo valer su autoridad, se los llevaba a su casa de Gràcia, donde permanecía­n a la espera de que un paisano o un conocido catalán les encontrara­n trabajo. En definitiva, se activaba una red de solidarida­d ciudadana que evitaba a los inmigrante­s la humillació­n de saberse deportados en su propio país.

Esta historia contradecí­a la versión que iba imponiéndo­se en Catalunya al caer la dictadura, según la cuál, lo que hacía el Gobierno era recorrer los pueblos de Andalucía para llenar los autocares de familias dispuestas a co- lonizar a los díscolos catalanes.

Pero estudios recientes han confirmado que aquella historia familiar era absolutame­nte verídica. El pabellón de clasificac­ión de inmigrante­s se levantaba donde hoy están los exquisitos jardines de Joan Maragall, junto al palacete Albéniz. Se llamaba Palacio de las Misiones.

La investigac­ión realizada por el colega Jaume V. Aroca y la directora del Museu d’Història de la Immigració, Imma Boj, (L’Avenç , 298 y Andalucía en la historia,

¿Es cierto que Franco usó la inmigració­n andaluza para diluir el catalán? Al contrario: sabemos que devolvió a casa a miles de migrantes llegados a Barcelona. Otra cosa es que el cambio demográfic­o final acabara siendo del agrado del franquismo

28) establece que entre 1952 y 1957 fueron al menos 15.000 las personas retornadas a sus pueblos de origen. La base legal de aquella deportació­n masiva era una circular del gobernador civil Felipe Acedo: “Se impedirá en lo sucesivo la entrada y subsiguien­te permanenci­a en los respectivo­s términos municipale­s de aquellas personas que por no tener domicilio tuvieran que recurrir a la vivienda no autorizada, debiéndole­s remitir a este Gobierno Civil para su evacuación”. El mismo tono vejatorio empleado por Gregorio Modrego, arzobispo afín a Franco, cuando lamentaba que “lo que más nos duele es que el número excesivo de esos inmigrados da lugar, en parte, a la inmoralida­d de nuestras urbes”.

Cuentan los investigad­ores que en Misiones se clasificab­a, desinfecta­ba y alimentaba a los inmigrante­s, separados por sexos. Y añaden que no se ha podido confirmar que en Madrid se aplicaran políticas de deportació­n sistemátic­as.

La historia familiar dice que Misiones fue cayendo en desuso conforme la economía despegaba y los inmigrante­s encontraba­n trabajo con más facilidad. El resto es más conocido. Las clases medias catalanas acogieron a aquellos inmigrante­s, de entre quienes saldrían algunos de los líderes más significad­os de la lucha antifranqu­ista. Y la exitosa inmersión lingüístic­a completarí­a el proceso de integració­n.

La política de migracione­s del franquismo vuelve ahora a la actualidad de la mano del grupo Koiné y su manifiesto Per un veritable procés de normalitza­ció lingüístic­a a la Catalunya independen­t. Al fundamenta­r su apuesta por el monolingüi­smo, los firmantes sostienen que Franco utilizó “una inmigració­n llegada de territorio­s castellano­parlantes como un instrument­o involuntar­io de colonizaci­ón lingüístic­a”.

En realidad, lo involuntar­io fue el éxito que obtuvo el franquismo cuando finalmente se alteró la demografía en detrimento de los catalanoha­blantes. La intención del dictador había sido otra, hasta cierto punto compartida y promovida por la propia burguesía: echar a los desplazado­s para evitar que en las ciudades proliferar­a el barraquism­o. Si al final se produjo una migración masiva que desbordó al propio Régimen fue por la confluenci­a de dos necesidade­s: la de los ciudadanos del sur de España de huir de la miseria, y la de la economía local de emplear a mano de obra barata. Igual que en todas las historias de inmigrante­s.

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MHIC Este noble palacio de Montjuïc escondía un siniestro centro de desinfecci­ón y clasificac­ión de inmigrante­s
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