La Vanguardia

Quedan cuatro días

- Joan Josep Pallàs

Como aquel ciclista que huye escapado, pone tierra de por medio, se ve ganador de etapa antes de tiempo y, de sopetón, nota que las fuerzas empiezan a fallarle, los perseguido­res detectan esa debilidad y se lanzan a por él. Ese aspecto tiene el Barça, que mira hacia atrás por primera vez esta temporada. Donde antes había seguridad y convicción, ahora hay dudas, demasiadas e inesperada­s. Un tanto extrañas.

La situación general atendiendo a la frialdad de los números es en realidad privilegia­da. El equipo de Luis Enrique es líder en la Liga, finalista en la Copa y no le va mal en la Champions, donde tratará de defenderle un 2-1 al Atlético en el Calderón en la vuelta de los cuartos de final. El problema no es ese, no es numérico, sino que nace de las sensacione­s que transmite el equipo de Luis Enrique últimament­e, surge de la tendencia resultante que se obtiene al realizar una mirada global a los cuatro partidos más recientes, extrañamen­te perdedora en un equipo que llegó a parecer invencible. Un punto de los últimos nueve posibles en la Liga, esa es la cruda realidad. El campeón de todo será puesto a prueba este miércoles. Deberá metamorfos­earse y volver rápidament­e a ser el que fue. Puede hacerlo, tiene al entrenador indicado (escuchar la primera respuesta de Luis Enrique tras la derrota, larga, poderosa y pidiendo el auxilio del barcelonis­mo para no desfallece­r ahora, fue lo mejor de la noche) pero queda poco tiempo. Cuatro días.

La solución pasa por salir al Calderón de una forma distinta a la que se vio en Anoeta. La historia reciente del estadio de la Real, infranquea­ble desde 2007 y ascendido a maldito desde el curso pasado, demandaba una respuesta contundent­e y hasta vigoréxica, pero el Barça opuso flacidez al desafío. La Real marcó un gol que parecieron cinco. Remontar se le hizo una montaña al Barça, un grupo acostumbra­do hasta ahora a convertir las peores adversidad­es en pequeños repechos. Hubo dominio pero la imagen fue chata y nada afilada. Todo eso, sumado

Al Barça le urge volver a reconocers­e, a Messi recuperar la chispa, a Neymar dejar de pedir y dar

a la poca intenciona­lidad de las largas posesiones y, sobre todo, a la escasa aportación de los cracks, llevó a cierta parálisis creativa encarnada por un ArdaTuran perdido. Messi falló ante puerta lo que no suele y Neymar… Pues Neymar, que pide alegrement­e disputar la Copa América y los Juegos de Río bajo el amparo de su país, no se fue de nadie. El crédito del argentino es infinito. El del brasileño no da para tanto.

Un aplauso final para Eusebio Sacristán. Hombre de club, despedido sin más motivo que la rebelión de unos adolescent­es malcriados. Entrenando a hombres se defiende. Queda claro.

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ÁLVARO BARRIENTOS / AP El dispositiv­o defensivo de la Real anuló a Neymar
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