Onfray: “El Estado tiene que pactar con el buen islam”
Michel Onfray, filósofo, que publica ‘Pensar l’Islam’
Michel Onfray está habituado a la polémica. Aplazó la publicación en Francia del panfleto Pensar el islam después de los atentados de noviembre en París. Salió primero en Italia, después en catalán, en Edicions de 1984, y ahora mismo en Francia. Recibió críticas desde todos lados. Acusado de islamofobia, el Estado Islámico utilizó una frase suya – ”tenemos que dejar de bombardear poblaciones musulmanes”– en un vídeo propagandístico. Propone que Francia abandone el laicismo para crear un islam republicano, un pacto social por el cual el Estado financie mezquitas vía impuesto de la renta, marcando una casilla como se hace en España con la Iglesia, supervisar los sermones y proteger a los musulmanes, “así no estaría en manos de gobiernos extranjeros que no tienen ninguna razón para amar Francia”, una casilla abierta a católicos, judíos o ateos. Y se pregunta: “¿qué joven occidental está dispuesto a morir para defender los valores de nuestra civilización, la del supermercado y la venta on line, el consumismo trivial y el narcisismo egotista?”. Onfray vive un boom editorial en nuestro país, donde también publica Teoría del viaje (Taurus) y Cosmos (Paidós). Usted dice que entender no es
justificar. Una estrategia del EI es ganar la batalla de las palabras y convencer de que han entablado una guerra con Occidente. Es la realidad la que nos convence de que esta guerra existe de verdad, con sangre en las calles de París y cadáveres en la capital, el estado de sitio en todo el país y la militarización integral de toda la sociedad. Hay un Estado y es islámico, hay un califa y da órdenes a sus soldados, presentes en todo el planeta, incluyendo Europa, Francia y también Bélgica, como acabamos de ver. Y este Estado fomenta una guerra civil en Francia: porque ¿qué es una guerra civil sino la situación en que una parte de la población coge las armas para eliminar a otra parte de la sociedad en nombre de una ideología que separa los dos campos?
Sostener que Francia, con los bombardeos en Iraq, continúa su política bélica colonialista, ¿no es legitimar el yihadismo, que sería así la respuesta a un acto injusto? Inscribir esta guerra en una causalidad que se remonta muy atrás con el fin de explicar por qué hemos llegado aquí, no es legitimar esta guerra, sino hacer un trabajo de filósofo, en este caso una genealogía nietzscheana. Los medios de comunicación dominantes viven en el instante de la inmediatez, en la incultura histórica, en el rechazo de la historia y el desprecio a la genealogía; por eso transforman rápidamente todo intento de pensar en legitimación de aquello que es pensado. ¡Como si pensar una erupción volcánica fuera darle razón! El trabajo del filósofo no es como el del cura, que inciensa o bendice, sino un trabajo de radiólogo, que después permite intervenir al cirujano.
El objetivo yihadista es un Califato universal, no un Estado en Iraq-Siria y después tener relaciones normales con el mundo.
Nos equivocamos al creer que afirmando que el Estado Islámico es el mal absoluto hemos solucionado el problema: no hacemos más que alimentarlo. Los estados, incluyendo los democráticos, ignoran la moral. La política es una cuestión de relaciones de fuerza y de inteligencia nacional, no de moral, de ética, de repartir puntos buenos o malos. Querer la guerra cuando no se ha intentado todo lo que la paz permitía es violentamente homicida. Proseguir esta guerra es entrar en el juego del Estado Islámico: eso es precisamente lo que espera, porque sabe que el armamento sofisticado del Occidente pilotado por funcionarios de la guerra no podrá hacer nada contra una guerrilla de soldados dispuestos a matar y morir. Al hacer la guerra, hacemos exactamente lo que el Estado Islámico espera de nosotros. Caemos a su trampa.
Parte de la izquierda exculpa al islam. Usted argumenta la doble verdad del Corán. Al mismo tiempo, un Corán de amor y un Corán belicista. Un uso político y otro personal. Como la Biblia, pero Europa tuvo la Ilustración. El islam, no. Usted propone que Francia flexibiliza su laicidad y haga un pacto social con el buen islam.
En el Corán hay, en efecto, muchas suras que permiten legitimar el Estado Islámico y unas cuantas que lo condenan. Las democracias tienen que llegar a un acuerdo con el islam que se basa en el puñado de suras pacifistas que invitan a no matar (“matar a un hombre es matarlos a todos, salvar a un hombre es salvarlos a todos”), a aumentar la sabiduría y la reflexión (“hay que aumentar su ciencia, yendo a buscar a China y a todo”), a practicar la tolerancia (“que no haya coacción en materia de religión”), en vez de basarse en las suras homófobas, antisemitas, falócratas, sexistas, belicistas, que también hay. El Estado francés tendría que hacer un pacto con todo el islam que optara por el islam de paz y de tolerancia con el fin de luchar contra el islam que hubiera escogido ser un islam de guerra y de intolerancia.
Muchos yihadistas no han leído el Corán. Acuden al EI o a Al Qaeda para dar un sentido a sus vidas. ¿Ha fallado la integración?
En efecto, múltiples causas explican por qué los jóvenes se incorporan a las filas del EI. Entre estas, la desaparición en Occidente de la figura de la autoridad, el padre, que es la figura del orden y del sentido, un punto de referencia que permite luchar contra el nihilismo de nuestra época. El EI garantiza una comunidad soldada; un ideal compartido; una visión del mundo simplista, sin que haya que reflexionar, hay bastante con adherirse y obedecer; una ideología fácil que promete el paraíso para los amigos y el infierno para los enemigos; un cabecilla que dicta la ley, el califa, con quien se puede experimentar el placer de la obediencia que solidifica por un precio mínimo a los que buscan un sentido a la vida. La lectura integral del Corán no es necesaria. ¿Usted cree que todos los marxistas han leído El capital de Marx? ¿Y los cristianos la totalidad de la Biblia?
Cuestiona como ineficaz la respuesta emotiva: selfies, flores, “yo soy Charlie”, rezar por París... ¿Qué soluciones propone?
Una solución que piense en la paz antes de recurrir a la guerra. No estoy en contra de la guerra en todas las circunstancias, pero tiene que ser el último recurso después de haberlo intentado todo a favor de la paz. En primer lugar hace falta recurrir a la diplomacia, que permitiría activar las relaciones con países amigos del EI, con los cuales, me parece, mantenemos excelentes relaciones comerciales y políticas: Turquía, Arabia Saudí (el Estado francés acaba de conceder la Legión de
Honor a su príncipe heredero), Qatar (Francia le cede bienes patrimoniales y le vende un equipo de fútbol parisino). Una política de paz que se basara en el principio de soberanía de cada país en su territorio tendría interés en no ser solamente nacional. Tendría que alcanzar una dimensión, si no mundial, al menos europea. Pero entre los jefes de Estado europeos, no hay ninguno que tenga la capacidad histórica para tomar esta iniciativa.
¿Y la opción militar?
A falta de una solución obtenida por las cancillerías, es posible activar los servicios secretos y el aparato de Estado, discreto y secreto, pero eficaz para obtener información. Entonces, los comandos, que, de las fuerzas armadas, me parecen más adecuados que el arsenal de submarinos o portaaviones, podrían luchar sobre el terreno contra tropas nómadas y móviles que se desplazan por el desierto con camionetas descubiertas. Bombardear siempre comporta matar víctimas civiles que los combatientes toman como rehenes. Y matando inocentes se alimenta el odio contra los que bombardean, se envía a los
bombardeados a los brazos del EI.
¿Europa ha fracasado?
Los tecnócratas se han propuesto crear Europa cuando ya estaba muerta. Fue grande en la edad media, el Renacimiento, durante la Ilustración, en el siglo XIX. Pero las dos guerras mundiales la mataron. Desde entonces, asistimos a un intento desesperado y lamentable de reanimar un cadáver. La Europa de hoy es la Europa del dinero y del mercado, de las finanzas y del capital, de los banqueros y de los mercaderes, que exige sangrar en carne viva un pueblo que no puede más. Cuando China decida comerse Europa, no quedará nada...
¿A qué se debe el ascenso de la xenofobia, el antisemitismo, etc.?
La miseria, la pobreza, la pauperización, el dominio del liberalismo sin restricciones, la negación de la dignidad de los pueblos, la humillación de millones de personas, la proletarización del mundo, la precariedad generalizada por la globalización, el reinado absoluto del dinero, la impunidad de los poderosos cuando son delincuentes, el embrutecimiento de los pueblos transformados en plebe por los me- dios de comunicación, el adoctrinamiento ideológico con la televisión como droga adictiva, el cinismo de los que nos gobiernan, el desprecio por la cultura sustituida por la diversión de baja calidad, la contaminación de todas las cosas por el mercado... Abolir la dignidad de un ser o de un pueblo significa convertir este ser y este pueblo en una bestia furiosa, ya que está herida.
¿Qué opina del papel de los pensadores en el conflicto?
Existen dos líneas de fuerza. Una colecta a los intelectuales que se adhieren al programa de Bush de 1991: lanzar una Cruzada contra el islam planetario. Y veo a la mayoría de los intelectuales, con Bernard-Henri Lévy como mascarón de proa de este barco de guerra. La otra no se adhiere. Pero busco los nombres... Es la mía, como debe haber adivinado. En un tiempo de histeria de los pueblos, de embrutecimiento de las multitudes y de estado de tráfico generalizado de las masas embriagadas por el olor de sangre, es una posición que recibe más golpes que flores. Tanto me da igual. Prefiero recibir a ser cubierto de flores por haber legitimado la injusticia.