Ejercicio de resistencia

ERNEST Shackleton tuvo como sueño ser el primer hombre en cruzar el continente antártico, así que reclutó una tripulación de valientes mediante un anuncio en The Times, donde ofrecía un salario bajo, un frío penetrante y escasas posibilidades de regreso. Su grito de guerra era “Fortitudine vincimus”, venceremos por resistencia.

Es posible que Mariano Rajoy haya leído la historia de Shackleton, cuyo barco, el Endurance, encalló en los hielos antárticos, que acabaron por hundirlo. Pero, pese a quedar aislados durante más de dos años, consiguió regresar con vida junto con su gente. En la Moncloa debería estar grabada la frase en latín que era la enseña del explorador irlandés.

Rajoy no tiene alma de héroe, pero sí espíritu de superviviente. Si tuviera siete vidas como los gatos, habría gastado algunas. Es posible que en estas elecciones haya dejado un par, pero ahí está, recuperando el discurso más que la iniciativa. A Sánchez se le supone coraje por haber intentado un acuerdo a tres, sin darse cuenta de que Iglesias no desea gobernar, sino sobrepasar al PSOE. El relato favorito de Patricia Highsmith –y seguramente del líder de Podemos– era Despacio, despacio, a merced del viento, título sugerido por un asesor de Richard Nixon, que aseguraba que le gustaría asistir de esta manera al final de sus rivales. Rajoy intenta acabar con sus adversarios por aburrimiento, y no le está yendo mal, aunque termine desesperando a propios y extraños.

En Barcelona, el presidente en funciones ha insistido en la gran coalición, pero sin usar el móvil. En realidad, Rajoy sabe que España no es Alemania y que esta fórmula, como la de los crecepelos, no se la cree nadie. Así que piensa en unas nuevas elecciones, que ante tanto barullo podrían hacerle subir en escaños. Es lo que tienen los resistentes, que se saben fuertes para acometer grandes empresas y fían el resto en el destino. Como Shackleton, que curiosamente acabó sus días mientras su barco estaba amarrado en el puerto.