La Vanguardia

El negocio de la santidad

Conflicto internacio­nal por la compra de un francés del anillo de la santa, que el Reino Unido considera “tesoro nacional”

- ÓSCAR CABALLERO

La venta de un anillo que presuntame­nte perteneció a la mítica Juana de Arco a un expolítico francés, que lo reclama como legado nacional, ha puesto en pie de guerra a Inglaterra, dispuesta a imponer una multa millonaria en caso de que la disputada joya cruce el canal de la Mancha.

Pero qué he hecho yo para merecer esto ? se preguntará, donde sea que habiten las santas, la doncella de Orleans, Juana de Arco, 19 años cuando fue quemada por bruja, en 1431, un 30 de mayo que aparece con su nombre en el santoral : fue beatificad­a en 1909 y canonizada en 1920. Víctima colateral de la guerra de los cien años, ahora podría ser causa de un nuevo enfrentami­ento entre Francia e Inglaterra, por fortuna solamente legal. En danza, un anillo del siglo XV, fechado por expertos y que habría lucido en el dedo de la guerrera, bruja y luego santa. Eso es lo que ponen en duda señores tan respetados como el doctor en historia medieval Olivier Bouzy, director adjunto del Centre Jeanne d’Arc de Orleans.

Tal vez porque no han recibido la gracia de la fe que inundaba el Puy de Fou, castillo y parque de atraccione­s que ha convertido La Vandea en meca turística –el espectácul­o maniqueo del castillo atrae un millón de visitantes al año– el pasado 20 de marzo, cuando Philippe Le Jolis de Villiers de Saintignon, Philippe de Villiers para la política, anunció haber devuelto a Francia el anillo de la santa.

La joya, guardada en lugar secreto, la habría comprado a “un coleccioni­sta británico”, en Londres, por 370.000 euros, reunidos gracias a “donantes privados” y anónimos.

Entre unas 5.000 personas asistentes circulaba la tropa de figurantes medievales, integrada por benévolos y profesiona­les, que anima habitualme­nte unos espectácul­os que describen una era feliz –antes por supuesto de la Revolución que La Vandea combatió en conato de guerra civil aplastado a sangre y fuego en 1794– en la que nobles y vasallos habrían vivido en dulce armonía, dato que ningún historiado­r confirma.

Un público de gentes muy bien vestidas, pero enardecida­s por el discurso (“es un trozo de Francia que regresa ; una parcela de nuestra grandeza perdida”) del ex diputado y efímero se- cretario de Estado de Cultura de Francia. Si en el ejercicio de aquel cargo De Villiers pidió en vano que se detuviera la construcci­ón de la Ópera de la Bastilla y de la nueva biblioteca nacional emprendida­s por Mitterrand, ahora mantiene su convicción de que la cultura oficial sólo debe ocuparse del patrimonio. Fundador de un partido nacionalis­ta, opuesto a Bruselas –donde fue diputado–, católico de misa diaria (dos de sus siete hijas son monjas), escritor popular (su último libro, editado en el 2015, lleva vendidos 184.000 ejemplares), a sus 68 años De Villiers se ha concentrad­o en su Puy du Fou, disminuido por un cáncer y por el vía crucis judicial provocado por la denuncia del menor de sus hijos, que denunció haber sido violado por un hermano.

Nada más normal que su entusiasmo por la santa, típico de la Francia partida en dos desde la Revolución. Porque a Juana, ignorada durante 500 años, la resucitaro­n los creadores de naciones y nacionalis­mo del siglo XIX, pródigos en la multiplica­ción de símbolos.

La derrota de Francia frente a Prusia, en el último tercio del siglo, potenció su culto. Disputado. Una Juana de las derechas, guerrera, pía y monárquica se oponía a la joven emergida del pueblo, traicionad­a por el rey, quemada por la Iglesia, que reivindica­ba la izquierda.

Ya en los altares, otra guerra, la segunda del siglo pasado, le devuelve protagonis­mo. Si De Gaulle alude a su memoria en el combate que disputó a golpe de micrófono desde la BBC, el gobierno colaboraci­onista de Pétain quiere que su imagen reemplace a la Marianne de la República. Vuelta al olvido hasta la década de 1970, cuando el Frente Nacional de Le Pen se suma a los desfiles que le dedica el partido Action Française (extrema derecha monárquica). Finalmente, el Frente la convierte en contraseña de sus concentrac­iones del primero de mayo. El año pasado, en ese festejo, JeanMarie Le Pen, marginado por su hija Marine, revindicó en plan okupa a su Juana. Y como este año, ya defenestra­do por su hija del partido que fundó, no tendrá esa posibilida­d, anunció en la cadena France 3 que lanzaba comités bautizados “Juana de Arco, socórrenos”.

Bastante tiene la santa con auxiliar su propia memoria. Mientras De Villiers, tras sus embestidas contra Bruselas y contra esa “Inglaterra que martirizó a la santa”, concluía que “tan bella ceremonia” era “totalmente apolítica”, se agitaba la polémica sobre la posibilida­d de que el anillo hubiera lucido efectivame­nte en el dedo de la guerrera.

Un dato histórico: en su proceso por hechicería, Juana de Arco reconoció llevar un anillo con tres cruces y la inscripció­n Jesús María, con el que podía curar. Su fiscal, el obispo Cauchon, se valió de tal afirmación para confirmar que era bruja.

Salvada de la hoguera, la joya viajó a Inglaterra en el equipaje del cardenal inglés Henry Beaufort. Y

El recinto consagrado a ella, con atraccione­s y actores, atrae un millón de visitantes al año

Los 370.000 euros que costaba la joya proceden de “donantes privados y anónimos”

hasta hoy. “El anillo está en Francia y en Francia se quedará”, clamó De Villiers el 20 de marzo. Por su parte, el Consejo Nacional de Artes, inglés, lo reivindica como tesoro nacional. Haberlo sacado de la isla sin permiso constituir­ía delito –“hasta un millón de euros de multa y hasta seis años de cárcel”– porque “se trata de una pieza de la historia de Inglaterra, un objeto de gran valor simbólico”.

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JEAN-SEBASTIEN EVRARD / AFP Parafernal­ia. Arriba, una figurante disfrazada de Juana de Arco, en el parque dedicado a su memoria en el castillo de Puy de Fou, donde Philippe de Villiers hizo público ante 5.000 personas que había comprado el preciado anillo –en la foto de la...
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