La Vanguardia

El ‘dedazo’ judicial

Conservado­res y progresist­as vuelven a chocar por el sistema de elección de los puestos de mando en la carrera

- JOSÉ MARÍA BRUNET

Las aguas vuelven a bajar revueltas en la cúpula judicial a cuenta de los últimos nombramien­tos de jueces para puestos clave en la carrera. Hay una lucha por el poder entre conservado­res y progresist­as. Se ha visto con claridad en la reciente elección del magistrado Antonio Recio como presidente de la Audiencia de Barcelona. Le respaldó en bloque la mayoría conservado­ra del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), el órgano de gobierno de la magistratu­ra. Y la minoría progresist­a ha puesto el grito en el cielo.

El motivo de la protesta es triple. La denuncia es que Recio se ha impuesto a su rival Angels Vivas –que firmó el manifiesto de 33 jueces a favor del derecho a decidir–, porque el Consejo ha hecho un ejercicio de discrimina­ción ideológica, de género y profesiona­l.

La mayoría conservado­ra de esta institució­n se defiende con el argumento de que el elegido era, en pocas palabras, el más idóneo para el cargo. José María Macías, miembro de dicho sector, asegura que no se tomó en considerac­ión el hecho de que Vivas hubiera firmado el manifiesto soberanist­a.

El sector progresist­a estima, en cambio, que la adhesión de esta magistrada al derecho a decidir fue determinan­te para frenar su candidatur­a, por lo que la resolución será recurrida ante el Tribunal Supremo (TS). Lo que está en discusión, en suma, es si la cúpula judicial actúa con criterios objetivos al proveer los cargos más importante­s de la carrera, o se deja llevar por prejuicios, filias y fobias.

Roser Bach, vocal del Consejo adscrita a la minoría progresist­a, considera que es significat­ivo el número de casos en que el sector mayoritari­o ha actuado como “un rodillo”, imponiendo a sus candidatos. Por eso ha habido ya más de un recurso ante el Supremo, que acaba de anular el nombramien­to del presidente del Tribunal Superior de Justicia de Murcia (TSJM), Miguel Pascual de Riquelme. Esta decisión se ha tomado precisamen­te con el argumento de que el Consejo del Poder Judicial no fundamentó suficiente­mente los motivos de su elección. En otras palabras, que pudo ser arbitraria.

El dedazo judicial habría funcionado para la provisión de puestos clave, según argumentan los jueces progresist­as. Por ejemplo, para impedir que Miguel Ángel Gimeno siguiera al frente del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya (TSJC). Es frecuente enlazar dos mandatos. Pero Gimeno se quedó en uno y no revalidó el cargo. Es un caso similar al de José Manuel Sieira, que no fue reelegido para continuar al frente de la Sala de lo Contencios­o del Supremo tras su primer período.

Los conservado­res sostienen que la izquierda judicial se queja de puro vicio. Su tesis es que los progresist­as estaban mal acostumbra­dos, porque en etapas anteriores las asociacion­es judiciales pesaban mucho. En otras palabras, que colocaban a su gente. Y se dan datos al respecto. El actual Consejo ha hecho 112 nombramien­tos entre diciembre de 2013 y enero de 2016. De ellos, 34 correspond­ieron a jueces no asociados. Del resto, 37 pertenecen a la conservado­ra Asociación Profesiona­l de la Magistratu­ra

El Supremo acaba de anular la designació­n del presidente del Tribunal Superior de Justicia de Murcia

(APM) –que reúne al 23,8% de los miembros de la carrera–, mientras Jueces para la Democracia (JpD), la izquierda judicial, se ha alzado con 28 puestos –con un 9,9% de afiliados–, y la asociación Francisco de Vitoria, los centristas de la judicatura, ha accedido a 17, cuando sus afiliados representa­n un 13,6% del total.

En conclusión, la derecha judicial sostiene que actúa con criterios de mérito y capacidad, y la izquierda de la judicatura mantiene con la misma firmeza que los puestos clave caen siempre del mismo lado, el de los conservado­res. La anulación del nombramien­to del presidente del TSJ de Murcia revela, en todo caso, que el Supremo ha lanzado un aviso, ejerciendo un papel arbitral, para asegurar que cada elección se justifique con argumentos sólidos, y no por simples preferenci­as ni motivos insostenib­les o, peor aún, inconfesab­les.

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DANI DUCH / ARCHIVO Siguen las espadas en alto en el Consejo General del Poder Judicial

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