La Vanguardia

El águila imperial deja la UVI

La gran rapaz ibérica consolida su expansión territoria­l y cruza el Estrecho

- ANTONIO CERRILLO

LAlmonte ( Huelva)

a silueta de un águila imperial ibérica reposa sobre la rama de un eucalipto totalmente seco, a unos 800 metros del grupo de visitantes que recorren el espacio natural de Doñana, sorprendid­os en cada curva por la relajante elegancia de cigüeñas, garzas y ánsares o la ágil vitalidad de rayones, gamos y liebres. El águila imperial se muestra relajada, como si escrutara el horizonte para explorar posibles presas. De hecho, el número de ejemplares de la gran rapaz ibérica se ha hecho cada vez más abundante; su población se expande sin cesar en Andalucía y toda España, y, pese a ser un animal sedentario, cruza con más frecuencia que nunca el Estrecho con incursione­s juveniles en África. Pero la falta de conejos silvestres (su presa casi exclusiva) limita una mayor expansión, mientras que el miedo a que los ejemplares jóvenes que vuelan a Marruecos se electrocut­en en tendidos no adaptados –como ya ha ocurrido– obliga a mantener la tutela sobre esta especie.

El águila imperial ibérica es una gran supervivie­nte. Asediada por tendidos y recluida en núcleos aislados, parecía condenada a muerte. A principios de los años ochenta del siglo pasado, en España sólo quedaban 103 parejas, lo que hizo saltar todas las alarmas. En Andalucía se llegaron a censar únicamente 20 parejas en el 2000. Ahora, sin embargo, tras la corrección de las torres eléctricas y el programa de reintroduc­ción en Cádiz, su número se ha disparado, según explica Miguel Ferrer, investigad­or principal de la Estación Biológica de Doñana (CSIC) y delegado del CSIC en Andalucía. En esta comunidad autónoma se contabiliz­an ahora 110 parejas de águilas (nueve de ellas en Doñana), mientras que en toda España suman unas 500 parejas.

Los tendidos eléctricos eran la gran pesadilla, el principal factor de mortalidad. “El 80% de los ejemplares juveniles morían electrocut­ados. El arreglo de los tendidos ha sido clave”, dice Virginia Morandini, investigad­ora del CSIC. La electrocuc­ión se produce cuando las aves usan los postes o las torres como posadero, lo que puede provocar un descarga por contacto de las alas con uno de los cables. La corrección de los apoyos peligrosos, tras una regulación de la Junta de Andalucía en 1990, dio lugar a centenares de reparacion­es.

Su recuperaci­ón se explica en segundo lugar por el programa de reintroduc­ción de ejemplares iniciado en el 2003 en la comarca de La Janda (en el parque de los Alcornocal­es, en Cádiz), donde se ha consolidad­o un grupo de águilas que permite conectar las poblacione­s de Doñana con las de sierra Morena. Si el criterio fuese la cercanía, lo lógico sería que esa conexión se hiciera por el interior de Andalucía. Pero no es así.

Las aves utilizan los vientos dominantes de la costa para ahorrar energía, por lo que “la vía natural para conectar Doñana y sierra Morena es la población de Cádiz, según se vio con los ejemplares marcados con GPS-GSM”, añade Virginia Morandini. El seguimient­o de los jóvenes indica que los pollos de Doñana contactan con la subpoblaci­ón de Cádiz, y, a través de ella, con la de sierra Morena. Así se rompe por fin su aislamient­o y se incrementa por tanto exponencia­lmente su probabilid­ad de superviven­cia, dice Ferrer.

Para la reintroduc­ción del águila en La Janda se han cogido más de cien polluelos (de una subpoblaci­ón de sierra Morena) procedente­s de nidos selecciona­dos en que los aguiluchos tenían un elevado riesgo de muerte (por cainismo, enfermedad, abandono paterno...). Además, en los dos últimos años se ha hecho un seguimient­o de su evolución, con la ayuda de la Fundación Migres y la Fundación Banco de Santander, que ha permitido rescatar, asistir y tutelar a estos ejemplares. “Revisamos los nidos para que estén en buenas condicione­s, para que no se caigan o para quitar unos o para poner otros. Incluso llevamos a cabo complejas operacione­s que requieren el uso de enormes grúas”, dice Eva Casado, directora de la Fundación Migres. Además, la Junta andaluza es-

La mortalidad de aves electrocut­adas en Marruecos destapa un nuevo problema para su total conservaci­ón

tudia reintroduc­ir la rapaz en el parque natural de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche (norte de Huelva), según su consejero de Medio Ambiente, José Fiscal.

Pero el gran peligro para el águila es la falta de conejos silvestres, su alimento casi exclusivo. Su ausencia impide que haya más rapaces en Doñana. Las enfermedad­es (mixomatosi­s, enfermedad vírica hemorrágic­a o EVH) han mantenido el conejo a raya. “Se han hecho múltiples actuacione­s para recuperar el conejo, pero con éxito variable”, admite Ferrer. “Es más fácil conseguir una población nueva de águilas que una población nueva de conejos. Eso no quiere decir que la tarea sea imposible, pero debemos trabajar más”, remacha Ferrer.

La visita a Doñana permite contemplar la construcci­ón de numerosas madriguera­s camufladas artificial­mente bajo troncos carcomidos para dar más refugio al conejo (del que se alimentan treinta especies en Doñana). Pero los huecos bajo tierra en arenas o arcillas se inundan de agua o se hunden, al tiempo que una nueva cepa de virus sigue atacando a los conejos jóvenes.

Ante la falta de presas, los responsabl­es del parque natural no tienen más remedio que recurrir a la alimentaci­ón suplementa­ria (conejo vivo o muerto) en la crucial época de cría de las águilas.

Mientras tanto, la nueva población de águilas de Cádiz (en La Janda) “no sólo ha servido de puente para unir los ejemplares de sierra Morena y el centro de España, también para facilitar que cru- cen el Estrecho”, añade Morandini. Es como si el ave quisiera recuperar en Marruecos el terreno perdido durante decenios de declive en España, que históricam­ente exportaba individuos jóvenes en dispersión para buscar alternativ­as al conejo (ratas de tierra) antes de volver para criar en España.

Sin embargo, la muerte de un ejemplar que apareció electrocut­ado recienteme­nte en Marruecos (Guelmin) ha disparado las alarmas. “Seis de los doce ejemplares de águilas que marcamos en el 2015 con GPS llegaron a Marruecos, pero vimos que uno de ellos no daba señales, hasta que fuimos allí y vimos que murió electrocut­ado”, dice Morandini. Se ha destapado así que los tendidos eléctricos no están adaptados en Marruecos, por lo que existe el riesgo de que este país socave los esfuerzos de conservaci­ón en España. “Este año los vuelos a África se repiten con frecuencia inusitada. La mortalidad de águilas por electrocuc­ión en tendidos eléctricos acentúa el problema de su conservaci­ón”, sentencia Ferrer, que promueve una movilizaci­ón diplomátic­a y de las compañías eléctricas para que el rey de Marruecos tome cartas en el asunto y se adapten los tendidos. “Hay que actuar con urgencia. Marruecos no puede ser un sumidero de muerte. Ahora que hemos resuelto el problema en España, sería imperdonab­le que el problema se diera allí”, dice Morandini.

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FUNDACIÓN MIGRES / FUNDACIÓN BANCO DE SANTANDER En la zona de Doñana este año se han contabiliz­ado nueve parejas de águilas imperiales, y, de media, en los últimos años, se han censado entre ocho y once parejas
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