El camino hacia un consumo responsable
En toda Europa, y más genéricamente al norte del globo, existe un problema de excesivo consumo de carne. Esto conlleva grandes consecuencias desde el punto de vista sanitario (incremento de enfermedades cardiovasculares, infartos, etc); pero también desequilibrios de naturaleza ambiental y del bienestar de los animales. Producir carne, sobre todo de forma industrial, requiere un uso masivo de elementos como agua, tierra y productos químicos que se utilizan tanto para la producción de piensos como para mantener de forma saludable a animales forzados a vivir en condiciones extremas de hacinamiento. Partiendo de estas premisas, la noticia de una Barcelona vegan friendly es sin duda motivo de satisfacción. Ayudar a los ciudadanos a reflexionar sobre sus propios hábitos de consumo y proponer alternativas vegetarianas es un paso importante para cambiar los estilos de vida y, consecuentemente, el sistema productivo. Pero hay que pensar también en la calidad de las verduras con las que se sustituye a la carne. Un sistema de producción alimentaria que sea sostenible debe ante todo promover, valorizar y sostener la economía local y su diversidad biológica, cultural y su savoir faire . En Barcelona, por ejemplo, pienso en el mercado de la Terra de la plaza de las Tres Ximeneias, que he visitado muchas veces y que representa un magnífico modelo de cómo la cadena de consumo se puede acortar y de cómo también una metrópoli tiene espacios de interacción directa y de conocimiento entre productores y consumidores. Es el único futuro de la agricultura europea, que está viviendo una crisis de enormes proporciones y que sólo con la participación directa de los consumidores, que deben convertirse en coproductores, puede tener futuro.