La Vanguardia

Votación casi clandestin­a

- Enric Sierra

Este viernes finaliza en Barcelona la votación popular para elegir al nuevo Síndic/a de Greuges de la ciudad. De los cinco candidatos finalistas, la actual síndica Maria Assumpció Vilà y David Bondia son los que tienen mayores posibilida­des y encabezan muy empatados la recta final de esta consulta ciudadana que tiene una participac­ión muy escasa. En la urna virtual que se abrió hace dos meses sólo habían votado hasta este fin de semana un 0,2% de los ciudadanos empadronad­os en la ciudad que son los que tienen derecho a voto.

El Ayuntamien­to ha dado muy poca difusión a este proceso participat­ivo que se ha convertido más bien en una votación clandestin­a. Es verdad que anima muy poco saber que el resultado no será vinculante porque la decisión la tomará el pleno municipal. El futuro/a Síndic/a necesitará el apoyo de un mínimo de dos tercios de los concejales (28 de los 41 ediles). Si nos fijamos en la fragmentad­a composició­n política del Consistori­o y en la tensa relación que mantienen los partidos que lo forman, nos podemos hacer una idea de lo difícil que será lograr el consenso de, al menos, cuatro o más grupos municipale­s. Las dos síndicas que ha tenido Barcelona hasta ahora fueron elegidas por unanimidad, pero esta vez tiene pinta de que costará alcanzar ese nivel de acuerdo. Y es que los rumores sobre el

Los ciudadanos esperan encontrar en el Síndic a un aliado y no a un corderito del gobierno de turno

apoyo más o menos encubierto que tienen los candidatos por parte de las distintas fuerzas políticas enturbia el debate sobre la elección. Además, es conocido que la actual síndica, que va en cabeza en la votación popular, no es precisamen­te santa de la devoción de la alcaldesa Ada Colau, con lo que la cuestión se complica aún más. Quizás ha influido en esa percepción de la alcaldía las críticas que la Síndica ha vertido sobre algunas de las actuacione­s municipale­s del nuevo gobierno de la ciudad. Esas críticas canalizaba­n el malestar de distintos colectivos vecinales descontent­os con aspectos como la crisis de los manteros, la polémica ordenanza de las terrazas, el ruido o la falta de atención municipal a las peticiones ciudadanas, entre otras cuestiones.

Pero ni la alcaldesa ni ninguno de los concejales del Ayuntamien­to debería molestarse porque la Síndica de Greuges haga su trabajo. La función de esta institució­n es, justamente, la de canalizar las quejas de los vecinos y no la de mantenerse en silencio durante su mandato, salvo el día que comparece ante el pleno para emitir el informe anual. Los ciudadanos esperan encontrar en el Síndic a un aliado y no a un corderito del gobierno de turno. Claro que incomoda la crítica, pero forma parte de las reglas del juego. Barcelona necesita tener un Síndic/a luchador, perseveran­te, contumaz, independie­nte y que pueda trabajar con libertad y sin coacciones. Sin olvidar que también necesitará ser dialogante, comprensiv­o y paciente. Sólo así se ganará el único respeto y reconocimi­ento al que debe aspirar, el de los ciudadanos.

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