La Vanguardia

Izaro juega el partido de su nueva vida

Debuta la primera transexual federada en fútbol sala

- JOAN RUSIÑOL

Tarde de domingo soleada fuera del pabellón municipal de San Inazio, en Bilbao. Dentro, partido de fútbol sala femenino entre el Leioa Maia y el Bilbao B. En las gradas, bullicio, con las aficiones esperando para animar un equipo o el otro. Una imagen familiar de los fines de semana pero, en este caso, cargada de simbolismo. Por primera vez en el estado, una transexual debuta como jugadora federada en este deporte. Diez minutos después del inicio, Izaro Antxia –con el número 17 en la camiseta color fucsia y negro– hace realidad el sueño de su vida. Los amigos que tiene en la grada acompañan el momento con un aplauso de calor corto y elegante. Nada de hacer más excepciona­l aquello que tendría que ser normal.

El partido supone “un hito” perseguido durante años, comenta ella a La Vanguardia, horas antes del encuentro. Su preocupaci­ón es que la importanci­a del momento no le impida “disfrutar” en el terreno de juego. Los nervios la traicionan y tiene que volver al vestuario porque ha salido con una pulsera puesta. Hasta hace poco tiempo, esta jugadora de Portugalet­e (Vizcaya) había tenido que competir en equipos masculinos, aunque siempre ha sabido que no encajaba en el cuerpo de un hombre. No fue hasta hace dos años, cuando tenía 33, que decidió dar el paso y salir de donde estaba encasillad­a. Empezó a vestir como una mujer e inició el proceso de hormonació­n que tiene que culminar con una operación de cambio de sexo cuando la sanidad pública ponga fecha. El paso decisivo en su vida también implicaba la necesidad de poder competir en fútbol sala en la categoría femenina. El deporte es parte esencial de la biografía de Izaro.

Este cambio no ha sido posible hasta que, a finales del mes de marzo, consiguió el DNI que acreditaba su condición de mujer. A pesar de la satisfacci­ón obvia, Antxia lamenta que la legislació­n haga esperar tanto los transexual­es, obligándol­os a pasar por momentos “incómodos”, incluso a la hora de disputar un partido amistoso. “Hay que actualizar la ley”, asegura con rotundidad, para acompasarl­a con la sociedad. Le habría gustado poder estar federado sin necesidad de un documento de identidad nacional nuevo que acredite lo que ella es y siente.

Este choque con la burocracia contrasta con la comprensió­n que siempre ha tenido por parte de sus compañeros, primero, y ahora de las otras jugadoras. Se ha sentido bien aceptada, en el campo y en el vestuario. Lo explica con la misma naturalida­d con que se ha integrado en el Leioa Maia, donde entrena desde hace cinco semanas. Sobre el parquet del pabellón, durante los diez primeros minutos antes de volver al banquillo, la complicida­d con el resto del equipo se nota. También para discrepar cuando las tácticas pensadas por el entrenamie­nto no funcionan. De hecho, cree que ahora juega mejor que antes. Ha pasado de proteger los palos de la portería a ocupar varias posiciones.

Izaro es más alta que las otras chicas, pero discrepa de los que dicen que su físico le da ventaja. Con el proceso para acelerar la transforma­ción física ha perdido bastante físico y músculo. “Es absurdo que a mí se me ponga en tela de juicio por esta cuestión”, lamenta, y recuerda que nadie protesta cuando es ella la que recibe patadas de las contrincan­tes. Al final, uno a uno en el marcador. Izaro no ha marcado el gol pero la victoria ya es haber jugado el partido de su vida, como han hecho antes otros transexual­es que han abierto camino en disciplina­s como el fútbol americano o el voleibol. Cansada pero feliz tras haber superado este hito personal y colectivo, se abraza y bromea con alguna de sus compañeras de equipo mientras realizan estiramien­tos. “Hemos defendiend­o muy bien, estoy contenta”, dice con una sonrisa. En la grada, la mayoría de comentario­s no van dedicados a ella sino al árbitro. Una sensación de normalidad el día en que ha cumplido un sueño acariciado durante largo tiempo.

Esta jugadora había tenido que competir en equipos masculinos, a pesar de saber que no encajaba

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JON G. IRURZUN Izaro Antxia observa, de pie, el partido de su debut como mujer en fútbol sala

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