La Vanguardia

Recuperar el manual

- Joan Golobart

Cuando un equipo funciona en el entorno de la excelencia suele ser debido a que se realizan muchísimas cosas bien. Hay equipos en los que se obtiene ese óptimo rendimient­o sin que se haya intervenid­o en la construcci­ón de todos los detalles necesarios y cuando bajan las prestacion­es no se sabe por qué es, debido a que se desconocen muchos de esos detalles que un día floreciero­n por generación espontánea. El Barcelona de hace unas semanas que acumuló victorias gozaba de múltiples aspectos positivos y ahora algunos de ellos están ausentes.

Aun no conociendo los valores que maneja el cuerpo técnico creo que la problemáti­ca no reside en un estado físico deficiente. Pero sí que hay indicios de cierto agotamient­o mental para la competició­n y por lo tanto una disminució­n de la capacidad de concentrac­ión. Un detalle de esta falta de concentrac­ión es el flojísimo inicio en Anoeta. Un inicio en el que estoy convencido –ya que la anterior temporada la derrota se fraguó en el minuto 2 de partido– de que debió incidir Luis Enrique en la charla del encuentro. La resultante fueron pérdidas absurdas en el centro del campo con pases al primer toque en zonas prohibidas o un golpeo lamentable de Piqué sin una presión excesiva con el exterior de su pierna que se elevó más de la cuenta, fue a terreno de nadie y salió fuera de banda. Y curiosamen­te, conociendo el Barcelona que a la Real sólo le quedarían fuerzas hasta los 15 o 20 minutos de la segunda mitad y que era ahí donde se debería estar concentrad­o. Los vascos, en una jugada confusa donde ganaron varios balones divididos ante la mirada de los azulgrana, acabaron gozando de una jugada de gol debido a un golpeo de espuela de Neymar, ahí donde nunca se deben hacer, que cayó en las botas de un rival a cinco metros del área y encarado a Bravo.

Otra cuestión que trabajar es el retornar al abecé del estilo. Muchos técnicos indican que es muy complejo que un equipo sepa jugar a varias cosas. Es decir, saber jugar con la posesión y luego hacerlo cuando conviene con verticalid­ad. Eso es porque llega un momento en que se acaba generando una confusión y no se hace ni una cosa ni otra. Ahora el Barça está en esa fase y como las estrellas no están todo lo enchufadas que debieran y no lo resuelven por sí solas, todo queda en evidencia. La posesión azulgrana esta actualment­e algo desviada de su verdadero objetivo. La auténtica posesión azulgrana debería tener como objetivo conseguir el desgaste del rival, el desorden del mismo, generar pérdida de concentrac­ión ante la continuida­d de la jugada y provocar el espacio por donde atacar. En el partido del sábado en muy pocas ocasiones sucedió esto y la posesión azulgrana fue un mecanismo utilizado para conseguir una jugada tan pronto como fuera posible. Y por esta razón no existieron los espacios, los entornos para hacer los uno contra uno, no se ganaron las bandas y todo fue tan previsible. La solución está en el manual.

Hay indicios de un cierto agotamient­o mental y así disminuye la capacidad de concentrac­ión

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ANDER GILLENEA / AFP Desesperad­o. Gerard Piqué se pasó buena parte del encuentro del sábado protestand­o y quejándose, entre otras razones porque al Barcelona no le estaba saliendo nada
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