Homenaje de EE.UU. en Hiroshima.
Kerry con el ministro japonés.
Los siete países más industrializados del planeta se comprometieron ayer a trabajar juntos para lograr un mundo libre de armas nucleares. Sus ministros de Asuntos Exteriores proclamaron este objetivo al término de una reunión de dos días celebrada en la ciudad japonesa de Hiroshima, donde rindieron homenaje a las víctimas del bombardeo atómico del 6 de agosto de 1945. En este acto, John Kerry se convirtió en el primer secretario de Estado de EE.UU. en rendir tributo a los muertos en aquel ataque nuclear.
Los ministros de Exteriores del G-7 expresaron su compromiso a través de la llamada Declaración de Hiroshima, en la cual aseguran que trabajarán “para lograr un mundo más seguro y crear las condiciones para un mundo sin armas nucleares”.
Detrás de esta afirmación, el Grupo de los Siete intenta lanzar un mensaje de unidad al resto del planeta ante unos tiempos convulsos. Un periodo donde reina la inquietud provocada por las continuas amenazas –reales o exageradas– de Corea del Norte y el temor de que el terrorismo internacional pueda fabricar las denominadas bombas sucias y provocar una catástrofe.
Por ello, también al término de esta reunión de dos días, los representantes de los siete mayores países industrializados reiteraron sus críticas a “las repetidas provocaciones de Corea del Norte”, y se comprometieron, en otra declaración, a intensificar la lucha contra el Estado Islámico y el terrorismo mundial.
El titular de Exteriores nipón y anfitrión de la reunión, Fumio Kishida, justificó en la rueda de prensa final la Declaración de Hiroshima subrayando que “hemos querido ofrecer un mensaje claro y contundente a la comunidad internacional con el objetivo de dar un nuevo impulso que permita conseguir un mundo libre de armas nucleares”.
Pero para el Gobierno japonés la celebración de esta reunión en Hiroshima tenía muchos más objetivos que el de lograr que el G-7 lanzara ese mensaje a favor de un planeta sin armas atómicas. Por una parte se trataba de preparar la cumbre de jefes de Estado que el G-7 celebrará en mayo en la ciudad de Ise-shima. Y, por otro lado, existía la voluntad de dar a conocer a los representantes de las potencias nucleares occidentales el escenario del único bombardeo atómico, junto con el de Nagasaki.
Una iniciativa que llevó a John Kerry a convertirse en el primer secretario de Estado de Estados Unidos que visita el museo y el parque de la Paz de Hiroshima. Los ministros hicieron una ofrenda floral en el cenotafio, donde están inscritos los nombres de las más de 250.000 víctimas de la bomba atómica aquel 6 de agosto de 1945 (aunque persiste el debate sobre el número de muertos, que algunas fuentes rebajan a 80.000). Allí posaron para la posteridad con collares hechos con grullas de papel, en honor a Sadako Sasaki, la niña japonesa que antes de morir de leucemia intentó hacer mil grullas de papel, porque según una leyenda nipona a quien lo consiga se le concederá cualquier deseo. Y el suyo era curarse para volver a llevar una vida normal.
Al término del recorrido, Kerry, que evitó hacer una reverencia ante el monumento, al contrario que sus colegas del G-7, reconoció que “nunca podré olvidar mi visita a Hiroshima”. “Creo que todo el mundo debería visitar este museo y esta ciudad y espero que Barack Obama sea una de estas personas, aunque es difícil decir cuándo y si podrá hacerlo mientras sea presidente”, añadió el secretario de Estado norteamericano.
“Nunca podré olvidar mi visita a Hiroshima”, afirma en el parque de la Paz el secretario de Estado de EE.UU.