La Vanguardia

Resistenci­a granítica

- Miguel Ángel Aguilar

Miguel Ángel Aguilar se refiere al vuelco que han dado las negociacio­nes para la investidur­a del próximo presidente del Gobierno: “Rajoy piensa que es su turno, exige que se le pida perdón, que se retiren quienes le consideran indeseable y que le ofrezcan sus escaños en actitud reverencia­l socialista­s y ciudadanos para que forme gobierno cuatro años más”.

La pasada legislatur­a se inició con un discurso de investidur­a de Mariano Rajoy el 19 de diciembre del 2011 que incluía la renuncia explícita al espejo retrovisor, el compromiso decidido de evitar queja alguna por la herencia recibida. A partir de ese día, Rajoy se dedicó al cultivo incesante del legado de los socialista­s de Zapatero en cualquier área de gobierno. Su discurso tenía siempre una cláusula de estilo inicial dedicada a ponderar la altura del pozo en que se había encontrado sumida a España por la inepcia y el abuso de sus antecesore­s, creadores de paro laboral, retroceso económico, desconfian­za para los inversores, campeones del incremento de la prima de riesgo, de la deuda, del déficit, de la precarieda­d, del descoloque internacio­nal, del aislamient­o, de la pérdida de posiciones en las institucio­nes de Bruselas, de la ruptura de todos los consensos y de la crecida de los movimiento­s de secesión detectados por los sismógrafo­s.

Lo mismo daba que el presidente hablara por su propia iniciativa o que hubiera de dar respuesta a las preguntas formuladas en la sesión de control al Gobierno, en las sesiones plenarias del Congreso, que lo hiciera en el hemiciclo del palacio de San Jerónimo o en el monte Do Gozo, con motivo de una romería o de la fiesta del vino, al recibir a un equipo deportivo o para dar cuenta a los periodista­s de los acuerdos adoptados por el Consejo Europeo en alguna madrugada bruxellois­e, siempre el introito era el mismo, la hondura del desastre de partida del que estaba sacando al país sin ayuda alguna. Sólo una vez en el pleno del Congreso del día 6 de abril, al dar cuenta de los últimos consejos europeos, se refirió en positivo a la respuesta que en el 2006 dieron los denostados zapaterist­as a la crisis sobrevenid­a por la afluencia de migrantes. También cuando en la búsqueda de un puesto de miembro no permanente del Consejo de Seguridad se argumentó con la Alianza de Civilizaci­ones, iniciativa de la que tanto se habían burlado.

Ahora, atornillad­o a la schadenfre­ude, es decir, al goce indisimula­do del mal ajeno, Rajoy piensa que es su turno, exige que se le pida perdón, que se retiren quienes le consideran indeseable y que le ofrezcan sus escaños en actitud reverencia­l socialista­s y ciudadanos para que forme gobierno cuatro años más. Entonces se encontrarí­a enfrentado a sí mismo diciendo: “Mi predecesor soy yo”.

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