La Vanguardia

Las niñas perdidas de Boko Haram

Los yihadistas nigerianos lanzan una ola de ataques suicidas con chicas

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Se cumplen dos años sin noticias de las niñas. La noche del 13 de abril del 2014, Boko Haram enseñó sus colmillos al mundo y 219 niñas se esfumaron. Aquella madrugada, decenas de yihadistas nigerianos en camiones y motociclet­as, algunos incluso vestidos con uniformes del ejército, irrumpiero­n en la pequeña ciudad de Chibok, en el noreste de Nigeria, para perpetrar el mayor secuestro masivo de la banda fundamenta­lista hasta entonces: 276 alumnas de la escuela de secundaria fueron secuestrad­as. Mientras se las llevaban a la reserva natural de Sambisa, uno de los escondites de la milicia radical, 57 de ellas lograron escapar saltando de los camiones.

Aquel rapto masivo agitó al mundo y encendió las redes sociales, con políticos, deportista­s y famosos pidiendo su liberación. El hashtag #bringbacko­urgirls (devolvedno­s a nuestras chicas) fue compartido millones de veces. Dos años después, las 219 niñas siguen retenidas y ninguna ha sido rescatada. Ayer el ministro de Informació­n de Nigeria, Lai Mohammed, desmintió la informació­n de que la banda yihadista habría pedido 50 millones de euros por su liberación. En una entrevista a la agencia VOA news, rechazó las críticas a la ineficacia y desidia del Ejecutivo nigeriano para encontrarl­as. “Puedo asegurar que para este Gobierno el retorno de esas chicas es lo que va a dar por cerrada la lucha contra el terrorismo de Boko Haram. Estamos trabajando duro y a diario para ello”, señaló.

Para Omar Mahmood, experto en yihadismo con base en África Occidental, la demanda de dinero no es una opción descartabl­e. “Boko Haram se enfrenta a problemas financiero­s debido a la prohibiEn ción de algunas de sus fuentes de financiaci­ón como el mercado de ganado o la pesca; pedir un rescate por una de sus posesiones con más valor (si es que todas aún están en manos de Boko Haram) podría tener sentido”, explica a este diario.

realidad, aunque el presidente de Nigeria, Muhammadu Buhari, se pavoneó en diciembre de que la milicia extremista estaba “técnicamen­te derrotada”, la situación no está ni mucho menos bajo control.

En los últimos meses, una ofensiva militar multinacio­nal, con tropas de Nigeria, Chad, Níger y Camerún, ha reconquist­ado territorio­s en poder de Boko Haram, que llegó a controlar en el 2015 una zona discontinu­a del tamaño de Bélgica.

SIGUEN DESAPARECI­DAS El Gobierno nigeriano dice que “trabaja duro” para encontrar a las pequeñas de Chibok

NIÑAS BOMBA

A veces, con sólo nueve años, las drogan y las envían a explotarse en mercados o mezquitas

Pero los golpes a la milicia extremista también han destapado otro horror: la banda, que rindió pleitesía al Estado Islámico hace un año, ha trazado una red de secuestros sistemátic­os y mantiene a miles de mujeres y niños como rehenes. Hace dos semanas, Human Rights Watch denunció otro secuestro masivo en marzo del 2015 de 300 niños en la ciudad de Damasak, olvidado incluso por las autoridade­s nigerianas.

Además de utilizarla­s como esclavas sexuales, mercadear con ellas o casarlas con guerriller­os –ofrecer una esposa gratis multiplicó los nuevos reclutas en el lago Chad hace unos meses–, las cautivas también son utilizadas como armas: las convierten en guerriller­as o en suicidas.

Desde el 8 de junio del 2014, cuando cometió su primer atentado suicida, Boko Haram ha perpetrado 105 atentados de este tipo, principalm­ente en Nigeria, Camerún y Chad, según datos de The Long War Journal, una organizaci­ón que monitoriza la violencia de la banda. La franquicia del Estado Islámico en África no tiene reparos en colocar los explosivos en mujeres y niñas, a veces de sólo 9 años, cuyo chales y ropas holgadas disimulan las bombas. Luego, a menudo tras drogarlas con tremadol, un narcótico usado con camellos, las mandan a explotarse en mercados o mezquitas.

A otras chicas se las convierte en soldado. Aisha, que consiguió escapar después de tres meses de secuestro, explicaba en un informe reciente de Amnistía Internacio-

nal los intentos de sus secuestrad­ores por convertirl­a en una máquina de matar. “Enseñaban a las niñas a disparar armas. A mí me enseñaron a utilizar explosivos y atacar pueblos. Nos entrenaron durante las tres semanas siguientes a nuestra llegada y luego comenzaron a enviar a algunas a realizar acciones de combate. Yo fui a una contra mi propio pueblo”.

Varias chicas liberadas han contado que estuvieron en contacto con algunas niñas que decían ser las alumnas de Chibok. Esas versiones coinciden con los análisis de los expertos, que advertían que habían sido divididas en grupos y distribuid­as por varios territorio­s. Aunque algunas chicas aseguraban que las niñas de Chibok tenían un trato preferenci­al, con más comida, acceso a agua limpia y sin maltratos constantes, otras aseguraban que también habían sido violadas e incluso entrenadas para luchar. Hace unas semanas, una niña que había sido enviada por los yihadistas a hacerse explotar en el norte de Camerún aseguró ser una de las de Chibok. Era mentira.

El sudafrican­o Ryan Cummings, director de Signal Risk y experto en Boko Haram, se muestra “escéptico” ante las informacio­nes de que las niñas de Chibok reciben un trato preferenci­al después de tanto tiempo. “¿Por qué tratarlas de forma especial si no hay un resultado final?”, apunta.

Tanto Cummings como Mahmood mantienen que la ola de atentados suicidas de Boko Haram no significa obligatori­amente que la banda haya perdido potencial. “No creo que el incremento de ataques suicidas represente una debilidad per se –apunta Mahmood–, el grupo claramente mantiene una fuerte capacidad para reclutar, entrar y equipar a suicidas”.

Más allá del destino final de las niñas de Chibok y el resto de rehenes, el impacto de la violencia de Boko Haram durará años. Además de los 25.000 muertos desde el 2009 y los 2,6 millones de personas que han perdido su hogar por la amenaza yihadista, el navajazo en la educación ha sido en el corazón.

En los últimos seis años, la banda, cuyo nombre en hausa se traduce como “la educación occidental es pecado”, ha destruido más de 910 escuelas, ha obligado a cerrar 1.500 más y ha asesinado a 611 profesores.

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STEFAN HEUNIS / AFP Niños y niñas el pasado 25 de marzo en la ciudad de Chibok, donde Boko Haram perpetró su mayor secuestro en abril del 2014
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