La vía de la desconfianza
Tres motivos de disputa cierran el paso a un nuevo gobierno en España: la competencia, la desconfianza y la gloria. Las grandes postulaciones sobre la necesaria gobernabilidad de España, para generar estabilidad y luchar contra la corrupción, se diluyen frente al espejo del poder. Un espejo deformante como todos los espejos españoles que han reflejado, a lo largo de la historia, las ansias de ascender a lo más alto del poder y que Valle-Inclán nos ofrece en sus negras Luces de Bohemia para comprender una parte esencial del temperamento español. Nos hallamos, pues, ante la certificación de que nuestros líderes políticos evitarán o provocarán nuevas elecciones sólo en la medida en que beneficie a sus intereses, en los que se evaporan sus ideales.
La disputa certifica aquello que Thomas Hobbes mostraba en Leviatán: “La competencia impulsa a los hombres a atacarse para conseguir beneficios, a la desconfianza para lograr seguridad, y a la gloria para ganar reputación”. La disputa por controlar el Leviatán, el Estado, contrasta con las ilusiones quebrantadas de los ciudadanos del 15-M, que buscaban asaltar los cielos y que ahora sólo ven la lucha por el trono; de una clase media que ha tenido en la crisis económica el fin de sus ilusiones de progreso social; de aquellos ciudadanos que buscaban la estabilidad y que observan que la crisis de los refugiados y los atentados terroristas se han sustituido por una lucha aritmética para conseguir más diputados.
De esta forma, la vía 161 de Iglesias y la 199 de Sánchez aparecen ante los ojos de los ciudadanos como un acto de fealdad política. Los tres escenarios de disputa a los que estamos asistiendo nos demuestran hasta qué punto la lucha por el poder va a estar más determinada por el miedo a no alcanzarlo que por la capacidad de forjar acuerdos para lograrlo. Un proceso que certifica que el mandato de los ciudadanos que apuestan por un cambio real se verá transformado por una lucha por la supervivencia política. El modelo mental que se está construyendo en los partidos políticos, basado en la disputa y no en la colaboración, provoca en los ciudadanos la idea de un panorama político incomprensible, impredecible y difícil de manejar, donde la vía política ha sido sustituida por la vía de la desconfianza.