El profeta del burdeos
PAUL PONTALLIER (1956-2016) Director general del célebre vino bordelés Châteaux Margaux
Su desaparición lo hizo más presente: Paul Pontallier, director general de Châteaux Margaux, uno de los cuatro primeros crudos de la mítica clasificación de 1855 de los grandes burdeos y la única propiedad bordelesa que lleva el nombre de su denominación de origen, falleció de un cáncer a veinte días de su sexagésimo cumpleaños. Pero además, faltó por primera vez a la ceremonia de los primeurs . Es decir, que los seis mil profesionales –periodistas, críticos, compradores y vendedores de vino de medio mundo– que pasan la primera semana de abril de cata en degustación, en el mayor viñedo de vinos finos del mundo, echaron de menos a quien los recibía en Château Margaux.
Primeur es en general el vino del año, que se bebe deprisa. El Beaujolais por ejemplo. Salvo en Burdeos, donde desde hace dos siglos la ceremonia propone vinos que no están aún hechos. Este abril, por ejemplo, los burdeos vendimiados en noviembre pasado y que aún pasarán por lo menos año y medio en barricas. Así, el viticultor ingresa el dinero con casi dos años de anticipación. Y el comprador puede ahorrar hasta el treinta por ciento del precio futuro. En otras palabras, entre los críticos, cuya valoración abre o cierra mercados, y los compradores mayoristas que aportan dinero, la operación es delicada.
Y elitista. Sólo participan 250 de los diez mil dominios de la región. Y apenas media centena concita el interés mayoritario. Entre esos privilegiados, Margaux destacaba por su calidad –una muy reciente degustación de la Revue du Vin de France, realizada en Barcelona, le dió el primer lugar entre los mejores–, pero también gracias a Pontallier.
Su palabra, sus conocimientos, pero también su modestia y simpatía eran oro en polvo en esas citas para Corinne Mentzelopoulos, la propietaria desde 1977 de Château Margaux, un vino que sale de las mismas cien hectáreas de viña desde el siglo XVI. Y que entre 1835 y 1879 perteneció al banquero español Aguado.
Nacido el 22 de abril de 1956 en Burdeos, Paul Pontallier se graduó en el instituto nacional de agronomía de París. Regresó para especializarse en viticultura y enología. Y obtuvo su doctorado en Talence, una meca para ese tipo de estudios, con una investigación sobre la influencia de la crianza en barricas sobre los vinos tintos. Su catedrático, Émile Peynaud, pionero del consejo enológico que hoy se ha convertido en profesión volante, lo recomienda a Mentzelopoulos en 1983. Siete años más tarde Pontallier se convierte en director general de Margaux.
“Paul marcó a muchas generaciones de críticos y degustadores –lo despidió la Revue du vin de
France– por la brillantez de sus explicaciones. Y por su talento para presentar todas las añadas de manera positiva, incluso cuando la meteorología le jugaba una mala pasada”.
Inquieto, siempre en pos de la perfección, Pontallier creó en el 2000 en Margaux un departamento de I+D “para ganar en precisión y regularidad”. Y una de sus últimas pasiones fue la colaboración estratégica desde el 2009 con el arquitecto Lord Norman Foster, autor del rejuvenecimiento del castillo –un edificio de 1815, llamado por entonces el Versalles del Médoc– y la bodega. Con la sorpresa de una sala de catas subterránea, bajo la viña.
Entre su doctorado y su llegada a Margaux, Pontallier enseñó en la Universidad Católica de Santiago de Chile. Su amistad con un joven enólogo chileno le convenció para crear, en 1990, con dos personalidades del vino francés como socios, Bruno Prats, entonces propietario del Château Cos d’Estournel y Ghislain de Montgolfier, antiguo presidente del champagne, un Viña Aquitania, su aventura americana, criado al pie de los Andes.