Más vale tarde que nunca
Goleador del líder Leicester e internacional inglés, la gloria le ha llegado a Jamie Vardy en la recta final de una carrera que ha transcurrido en las categorías inferiores, a años luz de la Premier
Hay futbolistas como Messi que ya de niños son genios, y hay otros que sólo empiezan a destacar cuando la jubilación está casi a la vuelta de la esquina. Es el caso de Jamie Vardy, goleador del Leicester y una de las sensaciones de la temporada en Inglaterra, por quien todos los grandes clubs europeos se darían de tortas, y se hablaría en el mismo contexto que de Paul Pogba (Juventus) o Romelo Lukaku (Everton), de no ser por una incómoda pero incontestable circunstancia: que ya ha cumplido los 29 años.
De Vardy no se había oido hablar como quien dice hasta hace unos meses, cuando marcó en once partidos consecutivos de la Premier batiendo un récord que estaba en poder del holandés Ruud Van Nistelrooy, y dando un empujón a la campaña del Leicester. Con 21 tantos, es el segundo máximo goleador de la liga (uno detrás de Harry Kane del Tottenham), y el domingo batió dos veces la portería del Sunderland para asegurarse de que su equipo mantiene siete puntos de ventaja sobre los Spurs en lo alto de la clasificación.
Hace únicamente nueve años, Jamie jugaba en el Stocksbridge Park Steels del sur de Yorkshire en la octava categoría del fútbol inglés, con un collarín metálico dotado de un GPS en el tobillo y un estricto toque de queda a cambio de no tener que dormir en la cárcel. En vez de uno de los delanteros de la selección de Inglaterra que va a ir a la Eurocopa en el verano (y son muchos quienes piensan que debería ser el titular en vez de Wayne Rooney), era un convicto condenado por haber dado una paliza a un tipo a la puerta de un pub de Sheffield, su ciudad natal. La historia oficial es que alguien insultó a un amigo suyo sordo y Vardy se tomó la justicia por su mano. Siempre ha tenido el gatillo un poco flojo, lo cual en el terreno de juego es una virtud, pero fuera no necesariamente.
Con 20 años, la ahora estrella de la Premier no podía disputar los partidos de mediados de semana por el toque de queda, e incluso los sábados tenía que salir disparado del vestuario al término del encuentro, porque una de las condiciones de la sentencia es que estuviera en casa a las seis en punto. Una vez, cuando el Stockbridge se jugaba la promoción a domicilio, tuvo que ser sustituido a los 75 minutos y metido sin ducharse tan siquiera en el coche de sus padres para poder cumplir con el toque de queda.
El número nueve de los zorros se ha pasado toda su carrera no sólo alejado de los focos de la fama sino a años luz de la Premier League, en las categorías inferiores del fútbol inglés (y cuando digo inferiores es de quinta división para abajo, el equivalente de Regional en España). Del Stockbridge pasó al Halifax, del Halifax al Fleetwood, y del Fleetwood al Leicester, que lo fichó en la temporada 2012-13 por un millón de euros. Hoy está valorado en 20, y serían muchos más de no ser porque está a las puertas de la treintena.
Hasta hace poco tenía que complementar su sueldo levantando cajas en una fábrica, un trabajo por el que cobraba 500 euros al mes, y jugaba ante centenares de espectadores en vez de ante una audiencia global de millones. Ahora acaba de percibir un cuarto de millón de libras por su biografía, e incluso se habla de una película. Dice que el dinero no le interesa. Su estilo es bronco. En el campo hostiga a defensas mucho más grandotes que él (mide 1.78, pesa 73 kilos y no tiene un gramo de grasa), y fuera nunca está muy lejos de los pleitos (en el verano tuvo que pedir perdón por llamar “japo” en plan ofensivo a un tipo asiático en un casino). Es un auténtico broncas, a quien el éxito le ha tardado en llegar. Pero más vale tarde que nunca.
Con 20 años fue condenado por dar una paliza, y jugaba con un toque de queda y un collarín en el tobillo