De excusas y explicaciones
SALVADOR Pániker escribió que si te excusas a ti mismo, te explicas a los demás. La política, pero no sólo la política, exige explicaciones constantes, porque los ciudadanos viven en la desconfianza permanente de sus dirigentes. La corrupción es un río que no cesa y no hay día que las portadas de los diarios no se llenen de actitudes de dudosa moralidad, cuando no decididamente inmorales. Este país ha visto como cargos de toda suerte y condición metían mano en la caja con total impunidad, como si sus parcelas de poder fueran sus particulares patios de Monipodio. Lo sorprendente es que pudieran pensar que nunca serían descubiertos, que jamás deberían rendir cuentas. El caso más desconcertante es el de Mario Conde, que, después de ir a la cárcel por desplumar un banco, ahora vuelve a estar entre rejas por intentar blanquear el dinero que se llevó a Suiza. Será que el banquero infiel siempre llama dos veces.
Son momentos en que todos estamos obligados a explicar nuestros actos, porque vivimos tiempos de desconfianza generalizada. La presunción de inocencia resulta un concepto apolillado, ahora toca demostrar a diario nuestra honestidad antes incluso que nos lo exijan. Pero mucho más quien ocupa cargos públicos y maneja dinero de todos.
El ministro José Manuel Soria, que suele hablar con verbo fluido, lleva varios días que no acierta con sus aclaraciones desde que salió su nombre en los papeles de Panamá, que es un paraíso casi bíblico, porque eso de no pagar impuestos debe de resultar como estar en la gloria. Sus confusas explicaciones preocupan en el PP, que sigue creyendo en su inocencia, aunque cada día que pasa pierden algo de fe en su hombre. Sobre todo después que apareciera su nombre en otra sociedad en Jersey. Dice Javier Marías que nos condenamos por lo que decimos, no por lo que hacemos. El ministro debería saber que para que no dudemos de su palabra, debería explicarse más. Y sobre todo mejor.